Kicillof desafía a Milei: “El futuro de la Argentina no se construye con odio ni sometimiento”

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En una carta pública al Presidente, el gobernador bonaerense reclama diálogo, denuncia el abandono del Estado nacional y marca límites al ajuste económico.

El gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, rompió el silencio institucional con una carta abierta dirigida al presidente Javier Milei que rápidamente sacudió el tablero político. En el texto, el mandatario provincial no solo expone su malestar por haber sido excluido de la reciente reunión de gobernadores convocada por la Casa Rosada, sino que traza una dura radiografía de la crisis económica y social que atraviesa el país bajo la administración libertaria. Con tono firme y sin rodeos, Kicillof advierte que “las reformas prometidas no contienen soluciones para una economía paralizada, para una industria nacional quebrada ni para un pueblo que la está pasando mal”, y que el Gobierno nacional está “ahogando a una sociedad golpeada, endeudada y sin horizonte de progreso”.

Lejos de las formalidades, la carta es una interpelación directa al Presidente. Kicillof lo acusa de abandonar a las provincias, de concentrar las decisiones en una elite política y económica alejada de la realidad, y de profundizar un modelo que destruye el tejido productivo y social. “Las familias están endeudadas, los comercios vacíos, la industria paralizada, los salarios pulverizados. Los municipios y las provincias sostienen con esfuerzo lo que el Estado nacional abandona”, subraya el gobernador, sintetizando el deterioro cotidiano que se vive en los barrios, los hospitales y las escuelas bonaerenses. La carta, difundida luego de varios días de tensión entre Nación y Provincia, marca una línea política clara: Kicillof se planta como jefe opositor dispuesto al diálogo, pero sin concesiones ante el ajuste ni renuncia al federalismo.

El texto, de casi tres páginas, combina un diagnóstico económico crudo con una apelación política cargada de simbolismo. Kicillof recuerda que la reunión con los mandatarios provinciales de la que fue excluido fue una oportunidad desperdiciada para debatir seriamente las reformas que el país necesita. Y aclara que no se trata de una disputa personal, sino de un desacuerdo estructural sobre el rumbo nacional. “Las reformas que Argentina necesita deben estar orientadas a promover un desarrollo federal con justicia social, a fortalecer los intereses nacionales en un mundo caótico y a favorecer un Estado eficaz, capaz de corregir las desigualdades que fracturan a nuestro país”, sostiene, marcando distancia con la visión ultra liberal del Gobierno de Milei.


La carta también funciona como una advertencia: “Le aseguro que se equivoca si cree que, por participar de fotos o reuniones, el peronismo va a acompañar reformas que quiten derechos, destruyan la producción y ahoguen aún más a una sociedad golpeada”. La frase no deja margen de ambigüedad y responde al intento del oficialismo de mostrarse dialoguista luego de semanas de enfrentamientos con gobernadores, sindicatos y movimientos sociales. Kicillof elige plantarse desde una posición de responsabilidad institucional, pero con un tono que evidencia la profundidad de las diferencias: “Le propongo discutir estas cuestiones —y las que usted quiera agregar— con seriedad”, le dice al Presidente, al tiempo que lo invita a escuchar no a los mercados, sino al pueblo.

El gobernador bonaerense refuerza su crítica con datos duros: señala el desmantelamiento de las políticas sociales, la quita de medicamentos y la asistencia a jubilados, pacientes oncológicos y personas con discapacidad, además del deterioro en salud, educación y alimentación. “Muchísimos bonaerenses tienen crecientes dificultades para afrontar el alquiler, los servicios, los remedios y hasta la comida. Desde el gobierno provincial y los municipios intentamos dar respuestas a una demanda cada vez mayor. Se necesita al Estado para afrontar esta emergencia y usted no puede permanecer indiferente”, advierte. La descripción apunta a uno de los temas más sensibles de la gestión libertaria: el abandono de la presencia estatal en los territorios y la transferencia de responsabilidades a las provincias sin los recursos correspondientes.

El cierre de la carta resume el espíritu del mensaje y recupera una idea que trasciende la coyuntura: “El futuro de la Argentina no se construye con odio ni sometimiento, sino con respeto, cooperación y amor a la Patria”. Kicillof apela así a una ética política que contrasta con el discurso agresivo y confrontativo de Milei, a quien le reclama “escuchar, corregir y dialogar”. La misiva, firmada “Atentamente, Axel Kicillof, gobernador de la Provincia de Buenos Aires”, no solo es una respuesta a la exclusión de la reunión de gobernadores, sino también un manifiesto sobre el rumbo que el mandatario provincial considera indispensable para reconstruir el país.

El gesto tiene múltiples lecturas. En primer lugar, posiciona a Kicillof como una de las principales voces opositoras frente a un Gobierno que parece decidido a gobernar sin diálogo ni consenso. En segundo lugar, lo distancia del clima de resignación que atraviesa parte de la dirigencia, al ofrecer una alternativa que combina firmeza con propuesta. Y finalmente, reafirma la centralidad de la provincia de Buenos Aires como territorio político, económico y social decisivo en cualquier proyecto nacional.

Mientras el Gobierno nacional insiste con un programa de ajuste que desmantela funciones básicas del Estado y agrava la desigualdad, la carta del gobernador bonaerense se erige como una pieza política de alto impacto. No es un documento más: es una advertencia, un llamado a la responsabilidad y una defensa abierta del federalismo y la justicia social. Kicillof eligió escribir, no gritar; pero cada línea de su texto retumba como un eco de resistencia.

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