El desembarco del poder real: Una flota de 12 aviones del JP Morgan aterrizó en Argentina

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Nunca se vio algo así. Ni siquiera en el G-20, cuando los cielos de Buenos Aires se poblaron de aviones oficiales y de Estado. El miércoles 22 de octubre de 2025, el aeropuerto internacional de Ezeiza fue testigo de una escena que resume, con crudeza y precisión simbólica, el momento histórico que atraviesa la Argentina bajo el gobierno de Javier Milei. Catorce jets privados —tres de ellos pertenecientes al JP Morgan— arribaron al país en lo que los especialistas de la aviación describen como una operación inédita.

Los tres Gulfstream, dos de la serie 600 y uno de la serie 650ER, transportaron a la cúpula del banco más grande de los Estados Unidos, encabezada por su presidente, Jamie Dimon. A ellos se sumaron otras nueve aeronaves ejecutivas de lujo, procedentes de Nueva York, Alemania, Marruecos, Chile y Uruguay. Las matrículas N601CH, N602CH y N662CH —las de JP Morgan— ocuparon gran parte del FBO de Ezeiza, el sector reservado para vuelos corporativos y de alta gama.

Según detalló el periodista Diego Dominelli, director de Aviación en Argentina, las aeronaves que arribaron representan lo más exclusivo de la aviación ejecutiva mundial, con valores que oscilan entre los 57 y 61 millones de dólares por unidad. El Gulfstream 650ER, modelo que ostenta una autonomía de casi 14.000 kilómetros, es la nave insignia de la élite financiera global. En esta ocasión, esa élite decidió aterrizar en Buenos Aires.

La pregunta, inevitable, es por qué ahora. El desembarco del JP Morgan no puede leerse como una mera visita corporativa. En un país donde la política económica está dictada por los equilibrios del mercado, el arribo de Jamie Dimon y su comitiva adquiere la forma de un gesto diplomático y financiero de magnitud. No se trata solo de ejecutivos: se trata de los emisarios del sistema financiero global que hoy monitorea, orienta y condiciona el rumbo de la Argentina libertaria.

El propio Dominelli lo expresó con una comparación cargada de ironía histórica: “Cristóbal Colón llegó a América el 12 de octubre de 1492 con las tres carabelas. La comitiva del banco más grande de los EE.UU. arribó a la Argentina en este octubre de 2025, con su flota de jets integrada por tres majestuosos aviones, en un tiempo bisagra que marca un antes y un después.” Ese antes y después no es solo aeronáutico: es político. Mientras el gobierno de Milei celebra la llegada de los capitales internacionales como si se tratara de una nueva conquista civilizatoria, los hechos concretos muestran que se trata, más bien, de una colonización financiera.

La presencia del JP Morgan en Buenos Aires, justo en medio de una campaña electoral marcada por la incertidumbre y las tensiones cambiarias, opera como un respaldo implícito —o una inspección directa— sobre el laboratorio económico más ortodoxo del planeta. Desde su llegada al poder, Javier Milei transformó al país en un experimento radical de desregulación, privatizaciones y endeudamiento en nombre de la libertad de mercado. Pero la libertad, en este contexto, tiene dueños. Y esos dueños aterrizaron en Ezeiza con tres jets de lujo, blindados y herméticos.

Mientras los argentinos hacen colas interminables para pagar la luz o el alquiler, mientras los jubilados cobran haberes miserables y las universidades se vacían por falta de presupuesto, las multinacionales financieras vienen a auditar el botín. Porque no hay otra forma de interpretar la presencia simultánea de 14 jets ejecutivos —de los cuales tres pertenecen a la entidad que más influye sobre el Fondo Monetario Internacional— que como una señal de poder. Una demostración de que el verdadero gobierno no necesita urnas ni ministerios: necesita contratos, deuda y obediencia. El contraste no podría ser más brutal. En el país que paralizó la obra pública y desfinanció la ciencia, el único sector que no conoce la palabra ajuste es el financiero.

En términos simbólicos, la escena parece sacada de una película sobre el neoliberalismo tardío: jets relucientes, custodias, ejecutivos de traje, recepciones discretas. Todo eso mientras en la otra terminal, la de los vuelos comerciales, los argentinos vuelven a endeudarse para viajar o simplemente para sobrevivir. En el mismo país donde el gobierno cerró 12 servicios de trenes de pasajeros y suspendió más de 1.400 obras públicas, el JP Morgan se convierte en huésped de honor. No se trata de un hecho aislado: es el retrato perfecto de una política que entrega soberanía bajo el disfraz de la modernización.

El aterrizaje de los jets de Dimon simboliza el desembarco del poder real. Como en la metáfora de Dominelli, las tres aeronaves son las nuevas carabelas del siglo XXI: traen consigo la lógica de la conquista económica, el saqueo financiero y la subordinación geopolítica. “Tiempo bisagra”, escribió el periodista. La expresión no es menor. Marca la idea de un punto de inflexión, de un país que abandona la noción de independencia económica para transformarse en plataforma de negocios. En la Argentina mileísta, donde las decisiones se toman mirando al norte y los discursos se dictan desde los think tanks de Wall Street, la visita del JP Morgan funciona como una consagración. No es casual que el arribo haya ocurrido justo antes de una elección decisiva: la foto del capital extranjero posando sobre el suelo argentino es la imagen que el gobierno quiere proyectar al mundo.

El mensaje es claro: los mercados confían, los bancos vienen, la Argentina “vuelve al mapa”. Pero lo que no se dice es a qué precio. Porque cada aterrizaje de estos jets implica nuevas negociaciones, nuevos condicionamientos, nuevos endeudamientos futuros. El gobierno libertario ha construido un relato en el que la fe en los mercados reemplaza cualquier noción de soberanía. Si el pueblo argentino creyó alguna vez en el progreso a través del trabajo, hoy se le propone creer en el milagro del capital extranjero.

El arribo del JP Morgan —casi en procesión aérea— podría interpretarse como una ceremonia de consagración del nuevo credo nacional: el libre mercado como dogma, el ajuste como penitencia, y la deuda como sacramento. Mientras tanto, los verdaderos creyentes del modelo —los poderosos— aterrizan en jets valuados en decenas de millones de dólares, mientras los creyentes de a pie esperan que baje el precio de la nafta o que suba el sueldo mínimo.

En 1492, Colón trajo espejitos y promesas. En 2025, Dimon trae jets y promesas de inversión. En ambos casos, los pueblos del sur ponen la tierra, los recursos y la esperanza. Y como entonces, la historia se repite: la conquista se disfraza de progreso, la sumisión de apertura, y la entrega de alianza estratégica. La diferencia es que hoy no necesitamos carabelas para reconocer la colonización. Alcanzan tres Gulfstream estacionados en Ezeiza para entender quién manda realmente en la Argentina del ajuste eterno.


Fuentes
Aviación en Argentina – “¿Flight Morgan? Arribaron al FBO de Ezeiza 3 Jets del JP Morgan. Otras 9 aeronaves ejecutivas completan una operación inédita. VIDEO”
https://aviacionenargentina.com.ar/flight-morgan-arribaron-al-fbo-de-ezeiza-3-jets-del-jp-morgan-otras-9-aeronaves-ejecutivas-completan-una-operacion-inedita-video/

Comentario de Diego Dominelli (autor y director de Aviación en Argentina): “Cristóbal Colón llegó a América el 12 de octubre de 1492 con las tres carabelas. La comitiva del banco más grande de los EE.UU. arribó a la Argentina en este octubre de 2025, con su flota de jets integrada por tres majestuosos aviones, en un tiempo bisagra que marca un antes y un después.”

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