Un concurso colonialista que insulta la memoria argentina y la complicidad de Milei frente a la entrega de Malvinas

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La Cámara de Diputados repudia el programa británico “Conociendo a mis vecinos de las Islas Falkland”, que intenta legitimar la usurpación colonial sobre territorio argentino. Por este motivo, la diputada nacional Roxana Monzón presentó un proyecto de declaración para expresar un enérgico repudio al concurso “Conociendo a mis vecinos de las Islas Falkland”, impulsado por el gobierno del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte. La iniciativa denuncia que se trata de un nuevo intento de la potencia ocupante por imponer el topónimo ilegítimo “Falkland” y consolidar la ficción de que las Malvinas constituyen un territorio separado de la República Argentina.

El certamen, lanzado el 8 de agosto de 2025, ofrece a estudiantes argentinos, uruguayos y paraguayos mayores de 18 años la posibilidad de visitar las Islas durante una semana con todos los gastos pagos. Pero detrás de esta aparente invitación cultural se esconde una operación propagandística: los postulantes deben enviar un video en inglés respondiendo por qué desean “conocer a sus vecinos de las Islas Falkland”, ceder derechos de imagen y autoría, y comprometerse a difundir su experiencia a través de redes sociales bajo control de las embajadas británicas. Es decir, no se trata de un intercambio académico ni cultural genuino, sino de una campaña de legitimación colonial que instrumentaliza a jóvenes estudiantes como voceros gratuitos del ocupante.

Lejos de ser un hecho aislado, la maniobra se suma a una larga lista de provocaciones británicas denunciadas históricamente por la Argentina. Sin embargo, lo que enciende las alarmas en esta ocasión es la inacción deliberada del gobierno de Javier Milei, que ha optado por una política de silencio cómplice, cuando no de rendición abierta, frente a las agresiones contra nuestra soberanía. Como bien señala el proyecto de Monzón, la Casa Rosada ha adoptado una peligrosa estrategia de “desmalvinización”: se distancia de la tradición multipartidaria que siempre unió a las distintas fuerzas políticas en torno a la defensa de Malvinas y deja el terreno libre para que el Reino Unido avance con su narrativa colonial.

La gravedad del concurso no radica únicamente en el uso del nombre ilegítimo “Falkland”, sino en el hecho de que se busca presentar a las islas como un país autónomo, vecino de Argentina, Uruguay y Paraguay. Esta distorsión histórica y geográfica es una ofensa directa al mandato constitucional, a las resoluciones de Naciones Unidas que instan al Reino Unido a negociar la soberanía, y a la memoria de los 632 soldados argentinos que dieron la vida en la guerra de 1982. Se suma a ello la afrenta a los más de mil heridos y a todos aquellos que aún cargan con las secuelas físicas y psicológicas de un conflicto que dejó una marca indeleble en la historia nacional.

El proyecto recuerda que el 3 de enero de 1833 las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sándwich del Sur fueron ocupadas ilegalmente por fuerzas militares británicas, hecho que dio inicio a una usurpación que persiste hasta el presente. Desde entonces, todos los gobiernos argentinos, de diversos signos políticos, han expresado de manera constante la voluntad de recuperar la soberanía efectiva sobre estos territorios. La causa Malvinas no es un capricho ni un discurso vacío: es una política de Estado que refleja el anhelo de generaciones enteras y un clamor popular que no admite claudicaciones.

El concurso británico, disfrazado de “intercambio cultural”, no es otra cosa que un gesto de desprecio hacia ese consenso histórico. No se trata de tender puentes ni de promover la integración regional: lo que busca es consolidar el relato colonial de que las Malvinas son “vecinas” y no parte inseparable del territorio argentino. Monzón lo define sin rodeos: es una provocación más que atenta contra la soberanía nacional, incumple resoluciones internacionales y constituye una falta de respeto a los veteranos de guerra, a los héroes caídos y a todo el pueblo argentino.

Lo que indigna aún más es la postura del Ejecutivo. Mientras gobernadores, diputados nacionales, dirigentes políticos y organizaciones de la sociedad civil ya expresaron su rechazo público, el presidente Milei elige callar, mirar para otro lado o incluso ensayar gestos de simpatía hacia el ocupante. Es como si hubiera decidido borrar de un plumazo décadas de lucha, memoria y consenso nacional. En lugar de encabezar los reclamos multilaterales y bilaterales que corresponden, el gobierno opta por la pasividad, entregando soberanía a cambio de nada.

El proyecto exhorta de manera urgente al Ejecutivo Nacional a sumarse al repudio generalizado y a presentar los reclamos pertinentes en todos los foros internacionales. También convoca a las universidades argentinas a desalentar la participación de sus estudiantes en este concurso manipulado. Permitir que jóvenes argentinos se presten a este montaje equivale a legitimar la usurpación y contribuir, consciente o inconscientemente, a la propaganda colonialista.

La disputa por Malvinas no es un asunto menor ni una cuestión de protocolos diplomáticos. Es una herida abierta que atraviesa la identidad nacional y que exige firmeza política, compromiso ético y memoria histórica. El Reino Unido sabe perfectamente lo que hace: cada gesto, cada concurso, cada maniobra unilateral tiene como objetivo desgastar la posición argentina, naturalizar la ocupación y alejar la discusión del terreno multilateral donde el derecho internacional le resulta adverso.

Por eso, lo que está en juego no es solo un viaje de una semana con pasajes pagos. Lo que se discute es si Argentina se mantiene firme en la defensa de su integridad territorial o si acepta, mansamente, la narrativa colonial que la potencia ocupante quiere imponer. La tibieza del gobierno de Milei no es neutralidad: es complicidad. Es renunciar a la soberanía por omisión, es entregar la causa Malvinas en cuotas bajo el disfraz de modernidad y pragmatismo.

El repudio expresado por Roxana Monzón en el Congreso refleja la voz de millones de argentinos que no están dispuestos a aceptar la entrega. Porque la causa Malvinas no es del pasado, no es un recuerdo congelado en 1982: es una lucha viva, un mandato constitucional y un compromiso con las futuras generaciones. Y porque cada acto colonial británico que no recibe una respuesta firme desde el Estado argentino es un paso más hacia la naturalización de la usurpación.

Es momento de decirlo con todas las letras: los concursos coloniales disfrazados de “intercambio cultural” son una provocación, y el silencio del gobierno nacional frente a ellos es una traición. La soberanía no se negocia, no se posterga, no se abandona. Se defiende, con memoria, con dignidad y con la convicción de que las Malvinas son, fueron y serán argentinas.

Fuente: https://www4.hcdn.gob.ar/dependencias/dsecretaria/Periodo2025/PDF2025/TP2025/4463-D-2025.pdf

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