“Negociá solo con tu empleador”: Sturzenegger dejó en claro el plan del gobierno para quebrar a los sindicatos

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El ministro de Desregulación, Federico Sturzenegger, afirmó en Radio Mitre que el objetivo del Gobierno es eliminar la negociación colectiva y permitir que cada trabajador “negocie individualmente” con su empleador. En medio del aumento del desempleo, la declaración desnuda una estrategia para debilitar a los sindicatos y bajar el costo laboral.

En una entrevista concedida a Radio Mitre, Federico Sturzenegger volvió a mostrar la matriz ideológica que guía las políticas del gobierno de Javier Milei. Sin rodeos, el funcionario aseguró que el rumbo de la gestión apunta a desarticular el poder de los sindicatos y modificar la estructura laboral argentina para que cada trabajador “negocie solo con su empleador”. Detrás de esa frase, que puede sonar técnica, se esconde una intención política clara: romper el andamiaje de la negociación colectiva, uno de los pilares que históricamente protegió a los asalariados frente al poder económico.

Sturzenegger no habló desde el diagnóstico inocente de quien busca modernizar leyes obsoletas, sino desde la convicción de que los convenios colectivos y las paritarias son un obstáculo para la “flexibilidad” del mercado laboral. “La relación laboral está viciada. Tenés toda la industria del juicio, muerde, todo el sindicalismo muerde”, lanzó, en un tono despectivo hacia las organizaciones gremiales. A su juicio, los convenios de rama —como los que rigen desde hace décadas en el país— deben desaparecer porque “no puede ser que usemos el convenio de Toyota para una pyme metalmecánica de Tartagal”. La frase condensa su visión: cada empresa debe poder negociar directamente con sus trabajadores, sin intermediarios, sin sindicatos, sin reglas comunes.

El ministro justificó esta embestida bajo el argumento de que “hace diez años que no se crea empleo formal” y que “la mitad del trabajo es informal”. Pero lejos de apuntar a reforzar la protección laboral, propone debilitarla aún más. Si el empleo formal está estancado, la solución no parece ser desmantelar la única red de defensa que queda en pie, sino fortalecerla. Sin embargo, el discurso oficial traduce ese problema en una oportunidad para flexibilizar: “Si todos quieren mantener lo mismo, perfecto, pero que al menos pueda negociarse”. Ese “pueda negociarse” encierra el corazón de la reforma: que el trabajador acepte condiciones inferiores, porque la alternativa —en un contexto de desempleo creciente— será el desempleo mismo.

El razonamiento económico de Sturzenegger se sostiene en la lógica del mercado autorregulado: si alguien está dispuesto a trabajar por menos, la ley debería permitirlo. Pero ese principio, trasladado a la realidad argentina, significa institucionalizar la competencia entre trabajadores. El que más cede sobre su salario o sus derechos, gana el puesto. El resultado previsible es una carrera hacia abajo, donde el “ajuste” se mide en la capacidad de sobrevivir con menos. En un país donde los salarios reales cayeron más del 30 % en un año, esa idea roza la crueldad.

No es casual que esta postura se dé mientras el gobierno impulsa su segunda Ley Bases, con la reforma laboral como eje central. Sturzenegger lo dejó claro: la administración Milei planea avanzar con cambios estructurales en cuatro frentes —laboral, tributario, penal y administrativo—, y el trabajo será el campo de batalla prioritario. Detrás del relato de “modernización”, lo que se busca es debilitar los sindicatos, reducir costos y liberar a las empresas de obligaciones que consideran “rigideces”. La supuesta “desregulación” no es otra cosa que un traspaso de poder: del colectivo trabajador hacia el empleador.

La idea de que el sindicalismo “muerde” no solo descalifica a quienes defienden derechos, sino que intenta instalar una narrativa donde la organización obrera es el problema, no la desigualdad estructural. Es un discurso viejo, importado de las recetas neoliberales que ya fracasaron en los 90. Cada vez que se intentó individualizar la negociación, los trabajadores perdieron. Lo saben los metalúrgicos, los docentes, los estatales, los del comercio. Lo saben incluso los empresarios que entienden que la paz social se sostiene en reglas colectivas claras, no en la ley de la selva.

La declaración de Sturzenegger también expone la contradicción central del proyecto libertario: mientras promete libertad para los individuos, promueve un sistema que los deja solos frente al poder económico. La libertad sin igualdad de condiciones no es libertad, es sometimiento. Un trabajador sin sindicato, sin convenio, sin paritaria, sin respaldo, no negocia: acepta lo que le ofrecen o se queda afuera. Y con el desempleo en alza, esa asimetría se vuelve brutal. “Siempre habrá gente dispuesta a hacer lo mismo o más por menos dinero”, advierten los economistas críticos. Eso no es eficiencia, es precarización institucionalizada.

El mensaje del ministro de Desregulación se entiende mejor si se lo coloca en el contexto general del gobierno de Milei. La ofensiva contra los gremios —desde las denuncias mediáticas hasta las trabas judiciales para los fondos sindicales— responde a una estrategia política: vaciar de poder a las organizaciones colectivas que puedan resistir el ajuste. La fragmentación laboral y el miedo a perder el empleo funcionan como disciplinadores. El trabajador sin representación no protesta, no reclama, no exige. Acepta.

El discurso de Sturzenegger no es una improvisación: es el programa. Lo que propone es una Argentina donde la negociación colectiva sea reemplazada por el “acuerdo individual”, donde el despido sea más fácil, donde el salario sea un precio más del mercado. Esa visión ignora deliberadamente la historia del país, los logros conquistados con sangre, huelgas y resistencia. Ignora también que el sindicalismo argentino, con todos sus defectos, fue el sostén de derechos laborales que aún hoy marcan la diferencia con otros países de la región.

Romper con los sindicatos no es modernizar, es retroceder. No hay capitalismo desarrollado sin negociación colectiva, sin instituciones que equilibren las fuerzas. Lo que Sturzenegger plantea como “reforma” es, en realidad, una restauración: la del viejo orden patronal, donde el trabajador debía agradecer por tener empleo. Ese modelo fracasó en los 90 y volverá a fracasar, porque un país no crece precarizando a quienes lo sostienen.

Las palabras del ministro en Radio Mitre no fueron un exabrupto, fueron una confesión política. El gobierno no esconde su meta: desarmar los sindicatos, fragmentar a los trabajadores y reducir el costo laboral a cualquier precio. La pregunta que queda flotando es qué tipo de sociedad emerge de esa ecuación. Una donde unos pocos acumulan más poder y el resto sobrevive compitiendo entre sí. Esa no es la Argentina libre que prometieron: es la Argentina del sálvese quien pueda.

Fuentes:

Radio Mitre – “Reforma laboral: Federico Sturzenegger explicó cómo impactará en los trabajadores si se aprueba el proyecto de Javier Milei”
https://radiomitre.cienradios.com/politica/reforma-laboral-federico-sturzenegger-explico-como-impactara-en-los-trabajadores-si-se-aprueba-el-proyecto-de-javier-milei

iProfesional – “Sturzenegger habló de la Ley Bases II: qué grandes reformas hará el Gobierno”
https://www.iprofesional.com/politica/440781-sturzenegger-hablo-de-la-ley-bases-ii-que-grandes-reformas-hara-el-gobierno

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