Las cifras oficiales del primer semestre muestran una baja respecto a 2024, pero la realidad sigue marcada por la exclusión y la indigencia.
El INDEC difundirá este jueves los datos de pobreza e indigencia. Mientras Javier Milei insiste en adjudicarse la salida de millones de argentinos de la pobreza, los números de la UCA y la UTDT desmienten esa épica oficialista: todavía hay más de 15 millones de pobres y 3,3 millones de indigentes.
El relato del gobierno de Javier Milei insiste en que “millones de argentinos dejaron atrás la pobreza” durante su gestión. Sin embargo, las cifras oficiales y académicas muestran un panorama mucho menos triunfalista: la pobreza sigue golpeando a más de 15 millones de personas, y dentro de ese universo, 3,3 millones son indigentes. La reducción es real en comparación con los picos de 2024, pero está muy lejos de la épica libertaria que promete un país en recuperación.
El Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) dará a conocer este jueves el nivel de pobreza e indigencia del primer semestre de 2025. Se espera que la cifra ronde el 30%, en línea con estimaciones previas como el nowcast de la Universidad Torcuato Di Tella, que calculó un 31,1%, y el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA), que registró 31,5% de pobreza y 6,9% de indigencia.
La UCA, incluso, precisó que la gestión Milei permitió que poco más de 3 millones de personas dejaran de ser pobres. Sin embargo, el gobierno asegura que fueron 12 millones los que lograron salir de esa situación. La diferencia entre los números oficiales y el discurso político no es menor: refleja la voluntad de inflar logros a costa de minimizar la crudeza de la crisis.
El último dato consolidado del INDEC, correspondiente al segundo semestre de 2024, arrojaba un 38,1% de pobreza, es decir, casi 18 millones de personas. Ese número ya representaba una baja respecto al 52,9% del semestre anterior, pero no debe olvidarse que la caída en la pobreza no se tradujo en una mejora sustancial en la calidad de vida: la inflación disparó la canasta básica y dejó a las familias contra las cuerdas.
En junio de este año, una familia tipo necesitaba $1.128.398 para no ser pobre y $506.008 para no caer en la indigencia. Dicho de otro modo: aun con la estadística mostrando una leve mejoría, la vida cotidiana de millones sigue siendo un infierno de cuentas impagables y alimentos que se vuelven inaccesibles.
La paradoja de este escenario es evidente. Milei se vanagloria de cifras que muestran una baja de la pobreza, pero omite la letra chica: más de 15 millones de argentinos no logran superar la línea de la canasta básica. La indigencia, además, se mantiene en niveles alarmantes y golpea con especial crudeza a niñas, niños y jubilados.
La política oficial busca instalar la idea de que el país “va en la dirección correcta”. Sin embargo, lo que muestran las estadísticas y lo que viven los hogares en carne propia es otra cosa: la desigualdad sigue profundizándose, el acceso a lo esencial se restringe y las promesas de prosperidad se sostienen más en el marketing que en la realidad económica.
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