La lucha dio resultados: el Garrahan logra un aumento histórico tras meses de resistencia

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La decisión del Consejo de Administración del Hospital Garrahan de aprobar un aumento del 61% para todo su personal confirma lo que muchos niegan: que la movilización, la presión sindical y la organización de base pueden torcer el brazo de las políticas de ajuste del gobierno de Javier Milei.

Mientras el oficialismo intenta vaciar la salud pública y frenar leyes votadas en el Congreso, el personal del Garrahan consiguió una victoria ejemplar. Julia Strada, diputada nacional y economista, lo sintetizó con precisión: “Sirvió marchar, sirvió insistir, sirvió el sindicalismo”. En tiempos de precarización y discursos antisindicales, el triunfo de los trabajadores del hospital pediátrico se convierte en un hecho político de enorme relevancia.

No saldrá en la tapa de los diarios del establishment, pero es una noticia que marca un precedente en medio del ajuste libertario. El Hospital Garrahan, símbolo de la salud pública infantil en Argentina, consiguió un aumento del 61% en la asignación básica para todo su personal —planta permanente, contratados, becarios y residentes—. La medida fue aprobada por el Consejo de Administración del hospital, y es retroactiva a octubre. Según los datos oficiales, el incremento no solo recompone el poder adquisitivo perdido, sino que incluso mejora un 1% en términos reales respecto a noviembre de 2023.

En otras palabras: el Garrahan logró ganarle a la inflación y al ajuste. Y lo hizo con las herramientas que el gobierno nacional desprecia: movilización, sindicalismo y unidad colectiva. Tal como lo expresó Julia Strada en su cuenta de X (ex Twitter), “Sirvió marchar, hacer reuniones en el Congreso, sacar leyes e insistir aunque las veten”. Es una frase que condensa una lección política: cuando la resistencia se organiza, el poder retrocede.

Durante meses, los trabajadores del Garrahan —médicos, enfermeros, residentes, administrativos— protagonizaron asambleas, movilizaciones y conferencias de prensa para denunciar el congelamiento salarial y la falta de presupuesto para insumos básicos. En paralelo, el Congreso aprobó la Ley de Salud Pediátrica, un proyecto que ampliaba derechos y financiamiento, pero que fue suspendido de manera inconstitucional por el presidente Javier Milei. La paradoja es evidente: mientras el Ejecutivo intentaba paralizar los avances legislativos en materia sanitaria, la lucha de base logró lo que la gestión negó.

En ese contexto, la decisión del Consejo del Garrahan adquiere un carácter político. No se trata solo de un aumento salarial: es una respuesta institucional frente a un clima de hostigamiento hacia la salud pública. En la narrativa oficial, los médicos y enfermeros son presentados como “privilegiados” por reclamar mejoras, los sindicatos como “parásitos”, y las leyes sociales como “gasto innecesario”. Pero la realidad desmiente ese relato. Cuando los sueldos no alcanzan para vivir, cuando los hospitales se vacían de profesionales y los niños quedan sin atención adecuada, el problema no es el gasto: es el abandono estatal.

El caso del Garrahan se vuelve paradigmático porque demuestra que la organización colectiva no solo defiende derechos: los conquista. En un país donde el gobierno nacional promueve la desregulación laboral, intenta desmantelar el sistema científico y desprecia la función pública, la victoria de un hospital público autogestionado y con fuerte participación sindical es una grieta luminosa en el discurso neoliberal.

El aumento, además, tiene un valor simbólico profundo. Cada porcentaje representa horas de guardia, noches sin dormir, terapias intensivas sostenidas con recursos mínimos. Es una reparación, aunque parcial, frente al desprecio con el que desde la Casa Rosada se habla de los trabajadores del Estado. Y es también una advertencia para el resto del sistema sanitario: la resistencia organizada puede frenar el ajuste.

Julia Strada, directora del Centro de Economía Política Argentina (CEPA), lo expresó con claridad en su posteo: “También sirve el sindicalismo y la organización colectiva de base. Para los distraídos.” La frase apunta directamente al corazón del discurso libertario, ese que busca convencer a la sociedad de que la defensa individual es superior a la solidaridad. El Garrahan acaba de demostrar lo contrario: que la comunidad, cuando se une, puede más que cualquier decreto presidencial.

Mientras tanto, la disputa continúa. Strada recordó que sigue pendiente el financiamiento integral de la Ley de Salud Pediátrica, suspendida de forma inconstitucional por el gobierno. Es decir, la lucha no termina con este aumento: apenas se abre una nueva etapa para exigir el cumplimiento total de una ley votada democráticamente y desconocida por decreto.

Este episodio deja una enseñanza que trasciende el ámbito hospitalario. En tiempos en que se intenta vaciar el Estado, demonizar los sindicatos y reducir la política a marketing libertario, el caso Garrahan reintroduce una verdad incómoda: sin organización, no hay derechos; sin lucha, no hay conquistas. No fue un favor del gobierno ni una concesión técnica: fue una victoria colectiva.

Por eso, aunque no aparezca en las portadas de los grandes medios, este aumento es una noticia de primer orden. Porque desmiente el mito del ajuste inevitable, recupera el sentido del esfuerzo colectivo y reinstala una palabra que el poder quisiera borrar: solidaridad.
El Garrahan, con su historia, su personal y su lucha, volvió a recordarle al país que defender lo público no es un acto nostálgico, sino profundamente contemporáneo.

Fuente:

.https://x.com/Juli_Strada/status/1985898421048242367?t=KOvEfr7nbh8Mcap-6iW2og&s=19

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