El gobierno de Javier Milei decidió incluir en su plan de liquidación de más de 300 inmuebles del Ejército al histórico Regimiento de Patricios, una decisión que generó indignación entre especialistas y defensores del patrimonio nacional. El historiador Gustavo Riarte advirtió que la iniciativa representa un ataque directo a la memoria colectiva y un gesto de desprecio hacia la identidad del país. “No ocurre en ninguna parte del mundo que se discuta vender una fracción del Ejército tan emblemática. Patricios es patrimonio nacional, y subastarlo significa subastar la memoria y la identidad del país”, señaló en diálogo con Radio Rivadavia.
El Regimiento de Patricios cumple 219 años desde su fundación en 1806. No se trata de un cuartel cualquiera: fue protagonista en las Invasiones Inglesas, participó de la Revolución de Mayo, combatió en las Guerras de la Independencia, en la guerra contra Brasil y defendió al país en distintas coyunturas del siglo XX, incluida la Guerra de Malvinas. La unidad tiene además un peso simbólico ineludible, ya que acompañó a Manuel Belgrano en la creación de la bandera. Riarte se preguntó con bronca cómo puede un gobierno siquiera considerar desprenderse de un emblema que forjó la identidad argentina.
El historiador, que hizo el servicio militar en Patricios en 1985, apeló también a la dimensión cultural que rodea al regimiento. Recordó que en 1920 un colimba, Juan Carlos Covián, fue sancionado y encerrado a pan y agua en una celda del cuartel. De esa experiencia amarga nació el tango “A pan y agua”, que luego se convirtió en un clásico del repertorio porteño. Con este ejemplo buscó demostrar que Patricios no es un simple inmueble: es un espacio que condensa historias, tradiciones y expresiones culturales que forman parte de la vida argentina.
Riarte fue categórico: vender Patricios no solo es un acto ilegal, sino también un atropello contra la seguridad nacional y la memoria colectiva. Denunció que el gobierno de Milei actúa como si el pasado no tuviera valor, despojando a la sociedad de símbolos que sostienen la identidad. El cuartel, insistió, no es ladrillo y cemento: es historia viva, y subastarlo implica profanar las raíces de la nación. La decisión, en palabras del propio historiador, es grave porque reduce a simple mercancía aquello que debería ser preservado como herencia común.
Fuente:
Deja una respuesta