El juez Kreplak ordenó la detención de Ariel García Furfaro y la cúpula de HLB Pharma por el fentanilo contaminado

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El dueño de HLB Pharma y Laboratorios Ramallo fue arrestado junto a su familia y a la cúpula directiva, acusado por el escándalo del fentanilo contaminado que dejó al menos 96 muertos y cientos de pacientes en riesgo.

El caso de fentanilo contaminado que sacude al país ya no es solo una cuestión judicial ni sanitaria: es el retrato más brutal de un sistema podrido en sus cimientos, donde la codicia empresarial se mezcla con la ineficiencia del Estado. La detención de Ariel García Furfaro, dueño de HLB Pharma y Laboratorios Ramallo, junto a sus hermanos, su madre y casi toda la cúpula técnica y directiva, no es apenas una noticia policial. Es un grito que expone cómo la búsqueda desenfrenada de ganancias puede costar vidas humanas, mientras el gobierno de Javier Milei se limita a vender un show punitivista, incapaz de garantizar la seguridad mínima de los medicamentos que circulan en hospitales y clínicas.

El operativo se concretó tras la orden del juez federal Ernesto Kreplak, quien respondió a un pedido de la fiscal María Laura Roteta y del titular de la Procuraduría de Narcocriminalidad, Diego Iglesias. Gendarmería y la Policía de Seguridad Aeroportuaria allanaron domicilios y oficinas después de meses de investigación y pruebas contundentes que pusieron al descubierto un escenario escalofriante: el fentanilo producido en esos laboratorios estaba contaminado con bacterias de Klebsiella y Ralstonia, y fue distribuido masivamente, generando un brote que ya contabiliza 96 muertes confirmadas y más de un centenar de víctimas posibles.

Lo que salió a la luz no es un error aislado, sino una cadena de prácticas fraudulentas y negligentes. El informe del ANLIS Malbrán, pieza clave en el expediente, reveló que los lotes 31.202 y 31.244 presentaban fallas graves desde la base misma del proceso de producción. Altas tasas de rechazo en el llenado de ampollas, intentos desesperados de “rescatar” unidades defectuosas, defectos en los cierres que comprometían la esterilidad, personal trabajando jornadas extenuantes en áreas críticas y controles de calidad adulterados mediante ensayos agrupados que impedían rastrear la contaminación. En otras palabras: un laboratorio convertido en una bomba de tiempo.

El cuadro se vuelve aún más obsceno cuando se observa la nómina de detenidos. No solo García Furfaro fue esposado. También cayeron sus hermanos Diego y Damián, su madre Nilda Furfaro –vicepresidenta de la firma–, el director general Javier Tchukran, los directores técnicos Carolina Ansaldi, Víctor Boccaccio y José Antonio Maiorano, además de accionistas y autoridades de Laboratorios Ramallo como Horacio Tallarico y Rodolfo Labrusciano. Una red completa, un “conglomerado empresarial organizado”, como lo definieron los fiscales, montado para enriquecerse a cualquier costo.

El Cuerpo Médico Forense confirmó lo que ya era inocultable: el fentanilo adulterado fue un factor determinante en las muertes registradas. En al menos 12 de 20 historias clínicas analizadas, el nexo concausal entre el fármaco y los decesos fue contundente. No se trata de simples fallas administrativas ni de accidentes inevitables, sino de un mecanismo de producción criminal que colocó en el mercado drogas contaminadas, sin el menor reparo por las consecuencias.

El Ministerio de Seguridad, a cargo de Patricia Bullrich, intentó sacar rédito político inmediato. Desde su cuenta en redes, celebró con frases efectistas como “las hacen, las pagan” o “el cabecilla de la banda, a punto de ser detenido”. Pura pirotecnia discursiva, porque la ministra prefiere posar en X como justiciera antes que explicar por qué el Estado dejó circular lotes envenenados durante meses. El show mediático no alcanza para tapar la realidad: la ANMAT detectó irregularidades en noviembre de 2024, pero recién en febrero de 2025 se ordenó la inhibición del fentanilo contaminado, cuando ya había sido distribuido en todo el país. Para entonces, la tragedia estaba desatada.

El silencio oficial frente a semejante crisis sanitaria es tan grave como la responsabilidad de los laboratorios. Las muertes, más de cien según las proyecciones judiciales, no fueron inevitables. Fueron la consecuencia directa de un modelo de control laxo, en el que la vida de los pacientes queda subordinada a la lógica del mercado y a la complicidad política que protege a empresarios inescrupulosos. Es el mismo modelo que el gobierno de Milei promueve cuando demoniza al Estado como si fuera un enemigo y glorifica la desregulación como panacea. Aquí están los resultados: un laboratorio convertido en fábrica de muerte.

El dictamen fiscal lo dice sin rodeos: “Las graves falencias estructurales que se verificaron en los procesos de producción del medicamento resultaron determinantes para que los lotes salieran contaminados y se distribuyeran en todo el país, exponiendo a miles de pacientes a un riesgo sanitario concreto”. No hay eufemismos, no hay margen de duda. La catástrofe pudo haberse evitado. Y, sin embargo, sucedió.

Mientras tanto, los familiares de las víctimas siguen esperando justicia. El Estado, en lugar de asumir su responsabilidad por la falta de control y la demora en frenar la circulación del fentanilo, se refugia en gestos teatrales. Bullrich festeja las detenciones como si la tragedia hubiera terminado, cuando en realidad apenas comienza. El proceso judicial recién arranca, y todavía resta definir las imputaciones que podrían incluir homicidio culposo. Pero detrás de las formalidades judiciales, la pregunta es otra: ¿cuánto vale una vida en la Argentina de Milei?

En definitiva, el caso del fentanilo contaminado es mucho más que un expediente. Es la prueba amarga de lo que ocurre cuando se combina la avaricia empresarial con la negligencia estatal y la desprotección ciudadana. Es el espejo de un país donde la salud pública se transforma en mercancía y donde la lógica de mercado avanza sobre el derecho más básico: el de no morir por un medicamento que debía salvarte.

El laboratorio del horror ya tiene nombres y apellidos. Pero también tiene un contexto político que lo hizo posible. Esa es la verdad incómoda que ningún slogan oficial podrá borrar.

Fuente:

https://noticiasargentinas.com/politica/fentanilo-contaminado–detuvieron-al-empresario-ariel-garcia-furfaro-y-a-toda-la-cupula-del-laboratorio_a68a678c943171472e6831c94https://www.pagina12.com.ar/851175-ordenaron-la-detencion-de-ariel-garcia-furfaro-por-el-fentan

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