El cierre de la histórica estación de tren expone la indiferencia oficial libertaria frente a un patrimonio estratégico para la identidad de Bahía Blanca y el futuro ferroviario del país.
El bajón no vino de golpe. Fue una agonía lenta, hecha de despidos, de pasillos vacíos, de un café que bajó la persiana y nunca volvió a abrir. La Estación Sud de Bahía Blanca, inaugurada en 1883 y declarada Monumento Histórico Nacional en 2014, cerró sus puertas tras 141 años de funcionamiento, convertida ahora en un edificio silenciado y custodiado por la Policía Federal. No hubo ceremonia de despedida ni plan de preservación anunciado: apenas la llave girando en manos de su último encargado, José María González, que dejó tras de sí un portón cerrado y una frase cargada de impotencia: “Me da mucha pena ser la persona que tuvo que cerrar la estación, un lugar con tanta historia para Bahía Blanca y la región. Espero que en algún momento el tren vuelva y alguien que ocupe mi lugar pueda volver a abrirla”.
La postal habla sola. Un país que alguna vez supo pensar el desarrollo desde los rieles hoy se da el lujo de dejar morir a una de sus estaciones más emblemáticas. La excusa oficial fue el descarrilamiento de un tren de pasajeros en Olavarría, en marzo de 2023, hecho que derivó en la suspensión indefinida de los servicios. Pero lo cierto es que nada se hizo para reactivar los 200 kilómetros de vías recuperadas tras décadas de abandono menemista. La inversión pública quedó como un capricho aislado y no como parte de una política de Estado.
La Estación Sud no es sólo un edificio, es la materialización de la memoria ferroviaria argentina y un nodo estratégico en el entramado productivo del sur bonaerense. Desde sus andenes partieron trenes que enlazaban la región con los puertos de Ingeniero White y Galván, asegurando la salida de granos y productos regionales. Con capital británico primero y con mano de obra local siempre, Bahía Blanca creció al calor del Ferrocarril del Sud, que no sólo transportaba carga sino también progreso, cultura e identidad.
Hoy esa historia corre riesgo de quedar reducida a una postal amarillenta. Eduardo Matarazzo, de la Comisión Ferroviaria Regional Sur, lo advirtió con crudeza: “La estación lisa y llanamente la cerraron, veníamos alertando que podía ocurrir y finalmente se dio la muerte anunciada”. Su preocupación va más allá de la nostalgia: teme el desmantelamiento del edificio y la pérdida de un bien público que debería estar protegido por ley. La experiencia argentina no da lugar a ingenuidades: sabemos qué pasa cuando el Estado se retira. Los inmuebles terminan en ruinas, vandalizados o en manos privadas, mientras el discurso oficial habla de “achicar gastos” y “optimizar recursos”.
El contraste es brutal. En 2022 la Administración de Infraestructura Ferroviaria destinó 1,3 millones de dólares a la refacción de techos, planta baja y fachada. Es decir, hubo dinero, hubo obras, hubo un intento de mantener viva la estación. ¿Y ahora qué? ¿Todo ese esfuerzo se tirará por la borda en nombre de un ajuste que no mide las consecuencias sociales, culturales ni económicas? La lógica de la motosierra, tan celebrada por el gobierno de Javier Milei, parece no detenerse ni siquiera frente a un Monumento Histórico Nacional.
El golpe no es solo material. También es simbólico. La clausura de la Estación Sud es un mensaje: la Argentina del futuro, según la mirada oficial, no incluye al tren como motor de integración territorial. Bahía Blanca lo sabe: sin ferrocarril, la ciudad queda aislada, dependiendo del transporte automotor caro y contaminante, condenando a miles de personas a perder una alternativa de movilidad accesible y segura.
La clausura es también la evidencia de un Estado que se desentiende de su rol de garante de la memoria colectiva. El patrimonio ferroviario no puede tratarse como un gasto a recortar sino como una inversión en identidad nacional. Otros países lo entendieron hace décadas: transformar estaciones en museos, centros culturales o espacios de encuentro ciudadano es parte de una política que respeta su pasado mientras proyecta futuro. El propio Matarazzo puso como ejemplo al museo ferroviario de Sierra de la Ventana, un caso que demuestra que con creatividad y voluntad política se puede mantener viva la historia.
Sin embargo, lo que asoma en el horizonte es la indiferencia oficial. Mientras el Senado bonaerense analiza un proyecto para crear una Operadora Ferroviaria Provincial, que podría recuperar el servicio y garantizar conectividad sustentable, desde Nación la respuesta es el silencio. El cierre se consumó sin debate público ni plan alternativo. Apenas un candado, un policía en la puerta y el eco de un edificio vacío.
El final de la Estación Sud duele porque no es solo el fin de una infraestructura: es la metáfora de un país que renuncia a planificar. Si alguna vez el tren fue símbolo de desarrollo, hoy es el retrato de un Estado que se limita a clausurar lo que no sabe gestionar. En el marco de un gobierno que se jacta de “dinamitar” las estructuras del Estado, la estación se convierte en un blanco fácil. Y con ella, se dinamita también un pedazo de la memoria popular.
El edificio sigue en pie, todavía en buen estado, gracias a las refacciones recientes. Pero lo que está en juego no es solo el ladrillo ni el hierro. Lo que peligra es la idea misma de un país con un proyecto integrador. Cerrar una estación no es una decisión técnica: es una declaración política. Y en esa declaración, lo que queda claro es que la Argentina ferroviaria, la que unió pueblos y construyó regiones, no tiene lugar en la visión achicada y destructiva del presente.
La Estación Sud de Bahía Blanca merece más que un portón cerrado. Merece ser resguardada, preservada y, sobre todo, reactivada. Porque si la memoria se clausura junto con las estaciones, lo que se está cerrando en verdad es el futuro de un país que alguna vez supo soñar en grande y hoy parece resignarse a viajar siempre hacia atrás.
Fuente:
https://www.eldiarioar.com/sociedad/cerro-estacion-sud-bahia-blanca-preocupacion-futuro-historico-edificio-ferroviario_1_12473539.html
El cierre de la Estación Sud de Bahía Blanca y el riesgo de perder un Monumento Histórico Nacional



















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