En nombre del cemento, se arranca de raíz un símbolo de tres siglos mientras se criminaliza la protesta social
Hay gestos que definen a una sociedad. Córdoba acaba de escribir uno de los más tristes: con un gigantesco operativo policial, Infantería desalojó un acampe vecinal y procedió a arrancar de su lugar a un quebracho blanco que lleva en sus entrañas entre 200 y 300 años de historia. Para sumar escándalo, detuvieron a Silvia Majul, periodista y defensora ambiental, acusada de obstrucción a la autoridad. Su verdadero delito: querer cubrir y denunciar la destrucción de un árbol histórico, trasladado apenas 25 metros para dejar paso al trazado de la avenida Padre Lucchesse, en Villa Allende.
¿De qué “progreso” hablamos si se construye sobre las ruinas vivas de la naturaleza y de la libertad de expresión?
El quebracho blanco, testigo de generaciones, de lluvias, de sequías, de pájaros y de pueblos originarios, se convirtió de pronto en “obstáculo” para una obra vial. Con absoluta frialdad, funcionarios municipales justificaron su traslado, subrayando que así “se evita talarlo”. Cinismo puro: cualquier especialista ambiental —como coinciden los citados en la propia crónica de LA NACION— sabe que una maniobra de trasplante de un ejemplar tan añejo tiene mínima probabilidad de éxito. En otras palabras, se condena a muerte lenta a un árbol que debería ser patrimonio protegido.
Cuando la topadora avanza, la Justicia retrocede. En mayo, un fallo judicial ordenó suspender cualquier intervención sobre el quebracho, pero la Cámara Contenciosa Administrativa rechazó finalmente el amparo, liberando las máquinas. El poder político, sin freno ni escrúpulo, se ensañó entonces contra quienes pretendían defender la memoria verde de Villa Allende.
La represión no tardó en llegar. La asamblea vecinal, que llevaba semanas en un acampe pacífico, fue desalojada a golpes de Infantería. A los manifestantes se les impuso un insólito perímetro de 500 metros. Fue en ese contexto que Silvia Majul, periodista y ambientalista, acudió al lugar. Según testimonios, no fue notificada de la orden judicial. Su detención, mientras hacía su trabajo y se solidarizaba con vecinos, constituye una señal peligrosísima: Córdoba criminaliza el periodismo y la protesta social.
El Círculo Sindical de la Prensa de Córdoba repudió la detención y encendió la alarma: no es el primer caso de periodistas maltratados mientras cubren temas ambientales. Estamos ante un síntoma claro de lo que sucede cuando se antepone el cemento a la democracia: el silencio impuesto por la fuerza para tapar la destrucción ambiental.
¿Cuánto vale un árbol de 300 años? ¿Cuánto vale la vida que da sombra, oxígeno y memoria? ¿Cuánto vale la voz de periodistas que denuncian estos atropellos? Para las autoridades, nada. Para la sociedad cordobesa, debería valerlo todo. Porque lo que está en juego no es solo un quebracho, sino el derecho a defender nuestro ambiente, nuestra historia y nuestras libertades.
Mientras las máquinas devoran lo verde y la policía se dedica a esposar comunicadores, Córdoba se vacía de raíces. El “progreso” no puede medirse en kilómetros de asfalto sino en la capacidad de proteger lo que nos hace comunidad. Y hoy, la comunidad perdió un gigante de madera y savia que había sobrevivido tres siglos. Perdió, también, un pedazo de libertad.
Fuente:
- https://www.lanacion.com.ar/sociedad/cordoba-en-medio-de-un-operativo-para-remover-un-arbol-historico-detuvieron-a-una-periodista-nid25062025/




















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