En una intervención cargada de dureza, emoción y referencias históricas, el legislador Eduardo Toniolli se despachó con una encendida cuestión de privilegio contra Javier Milei. Denunció su pasividad frente a declaraciones injerencistas del designado embajador estadounidense Peter Lelas, su complicidad en el debilitamiento de la soberanía sobre las Malvinas, y su sistemática entrega de los intereses nacionales al capital extranjero. “Extranjero en su lugar”, lo llamó repetidamente, antes de concluir que el mandatario terminará siendo recordado como un traidor a la patria.
Hay intervenciones parlamentarias que pasan desapercibidas. Otras, en cambio, resuenan como golpes en una puerta cerrada, como gritos que despiertan de la modorra institucional. La de Eduardo Toniolli, diputado nacional por Unión por la Patria, fue una de estas últimas. No se limitó a formular una cuestión de privilegio; alzó la voz contra lo que considera una profunda y sistemática traición a los intereses de la Nación. Su blanco fue claro y directo: el presidente Javier Milei.
La chispa que encendió la denuncia fue la reciente nominación de Peter Lelas como embajador de Estados Unidos en Argentina, y las declaraciones que este realizó ante el Senado norteamericano. Allí, Lelas adoptó un tono que, para Toniolli, no solo vulnera el principio de no intervención, sino que también pisotea la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas, a la que Argentina adhiere. Lo más grave, subrayó el diputado, es que Milei no haya dicho ni una sola palabra al respecto. Un silencio que, en términos diplomáticos, equivale a una aceptación tácita. Calla y otorga, remarcó Toniolli.
El legislador santafesino no se quedó en la denuncia jurídica. Fue por más. Fue por todo. Y lo hizo con una contundencia pocas veces vista en el recinto. Citó al trovador Orlando Veracruz para pintar de cuerpo entero al mandatario: “Hay muchos que, aunque hayan nacido acá, son extranjeros en su lugar”. Esa idea de extrañeza, de ajenidad con respecto al suelo que se pisa, al pueblo al que se representa, fue el hilo conductor de un discurso cargado de acusaciones graves.
Para Toniolli, Milei ha vaciado de dignidad la política exterior argentina. Donde alguna vez hubo autonomía, hoy hay servilismo. Donde antes se sostenía la defensa firme de los intereses nacionales, ahora se ve una política de rodillas, incapaz de sostener la frente alta frente a las potencias. “Una serie de gestos sistemáticos de genuflexión”, fue la frase utilizada para describir la actitud del presidente frente a los países que históricamente han condicionado, saqueado y subordinado a la región.
Uno de esos gestos que Toniolli no dejó pasar es el acuerdo entre la canciller Mondino y el secretario británico David Lamy, que —según sus palabras— facilita la logística de ocupación de las Islas Malvinas por parte del Reino Unido. Lejos de reclamar soberanía, el gobierno de Milei parece, para Toniolli, empeñado en legitimar la militarización del Atlántico Sur. Un paso más hacia la entrega de lo que alguna vez fue bandera de lucha transversal en la política argentina.
Pero no se trata solamente de las Malvinas. El diputado también alertó sobre las peligrosas tentaciones belicistas del presidente. Recordó que, en dos oportunidades durante su mandato, Milei intentó involucrar a la Argentina en conflictos internacionales ajenos a nuestro interés nacional. Aunque no dio detalles, la crítica no deja de ser una advertencia sobre el riesgo de abandonar el tradicional principio de no alineación activa que históricamente marcó la diplomacia del país.
La denuncia de Toniolli fue también económica. Acusó al presidente de gobernar al servicio del capital financiero internacional y de las grandes corporaciones transnacionales que buscan quedarse con los recursos estratégicos del país. Mientras tanto, dijo, le da la espalda a las pymes, a la industria nacional, a las economías regionales y a la clase trabajadora que, con su esfuerzo, sostiene la riqueza del país. En otras palabras, la famosa promesa de «poner de pie a la Argentina» ha devenido en un proceso de entrega sistemática.
Tampoco dejó afuera el legislador las áreas sensibles de ciencia, tecnología y educación. Para Toniolli, Milei no solo está recortando recursos o ajustando presupuestos: pretende directamente destruir el sistema científico nacional y el entramado universitario público, uno de los pocos espacios donde aún persiste la idea de que la educación puede ser una herramienta de movilidad social ascendente. En una sociedad empobrecida y asediada por la exclusión, esa idea —la de que nadie nace condenado— es, quizás, la última esperanza.
El cierre del discurso fue, sin lugar a dudas, demoledor. Toniolli recurrió a una metáfora literaria tan potente como polémica: el noveno círculo del infierno, reservado en la Divina Comedia de Dante para los traidores. Allí, dijo el diputado, es donde arderá el presidente Milei. No por errores de gestión, no por desaciertos ideológicos, sino por traición a su propio pueblo, a su patria, a su historia. “Infame traidor a la patria”, sentenció sin rodeos.
La intervención del diputado fue girada a la Comisión de Asuntos Constitucionales para su tratamiento formal. Pero más allá de su recorrido legislativo, lo cierto es que las palabras de Toniolli ya circulan con fuerza en redes sociales, en pasillos institucionales y en los hogares donde aún se debate qué clase de país se está construyendo.
Lo que queda expuesto es un conflicto de fondo, no sólo de coyuntura. Un gobierno que entiende la soberanía como obstáculo y un sector de la oposición que la defiende como principio irrenunciable. Una presidencia que se muestra cada vez más cómoda con el rol de satélite de las potencias y una sociedad que observa, entre atónita e indignada, cómo su propio destino se negocia en escritorios ajenos.
Toniolli puso en palabras lo que muchos piensan, pero pocos dicen en voz alta. Que este gobierno no representa a su pueblo. Que su lealtad no está con la Argentina, sino con quienes la desean débil, empobrecida y saqueada. Que su destino histórico, más que de grandeza, podría ser de oprobio. Y que no hay silencio más escandaloso que el de un presidente frente a la humillación de su propio país.




















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