Javier Milei reconoció la derrota de su espacio en la provincia de Buenos Aires, pero lejos de mostrar señales de repliegue, se aferró a su discurso más dogmático: “No se retrocede ni un milímetro en el rumbo”, dijo frente a un auditorio escaso y golpeado por el resultado. El presidente, que había ingresado al coqueto salón platense junto a su hermana Karina Milei y a su asesor Santiago Caputo, buscó blindar el llamado “triángulo de hierro” en medio de una noche amarga que terminó en derrota por 13 puntos frente al peronismo.
El mandatario intentó disfrazar de “piso” lo que fue una dura caída política y, aunque prometió una “profunda autocrítica”, en ningún momento planteó modificar el camino económico que hunde a gran parte de la sociedad en la recesión. Por el contrario, reafirmó que seguirá defendiendo el ajuste, la restricción monetaria y el esquema cambiario como dogmas intocables. En un mensaje que buscó transmitir firmeza, Milei se aferró a su libreto de 2023, a pesar de que la realidad electoral lo golpea de frente.
La derrota dejó expuestas fisuras internas en La Libertad Avanza. Mientras Sebastián Pareja habló de “autocrítica” pero ponderó los “26 legisladores provinciales” que sumarán, el sector de las “Fuerzas del Cielo” que responde a Caputo quedó marginado y relegado. En el salón se respiraba tensión: caras largas, aplausos tibios y un clima de incertidumbre que dejó en evidencia la fragilidad del armado libertario.
Incluso figuras como Lilia Lemoine intentaron relativizar la magnitud de la derrota, aunque el resultado fue contundente y dejó a los libertarios sin control de las secciones clave del mapa bonaerense. Mientras tanto, dirigentes del PRO como Cristian Ritondo, Diego Santilli y Alejandro Finocchiaro se mostraban cautelosos y a la defensiva, sabiendo que la alianza con Milei empieza a mostrar grietas.
El discurso presidencial, lejos de ser un gesto de madurez política, fue la reafirmación de un dogmatismo que no logra reconocer el mensaje de las urnas. Milei eligió victimizarse, acusar al “aparato peronista” y cerrarse sobre un círculo cada vez más chico de poder. La imagen del Presidente, trastabillando con las palabras y refugiado en un salón blindado por Gendarmería y la PSA, sintetiza el contraste entre la retórica libertaria y la realidad política: un gobierno que pierde respaldo en las urnas, pero que promete redoblar el ajuste sin escuchar el grito de la sociedad.
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