La TV pública alemana revela que Milei suspendió proyectos con China por orden de Trump

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La interrupción del proyecto del Radiotelescopio Argentino‑Chino (CART) revela un viraje estratégico en la política exterior de Javier Milei que prioriza la subordinación a Estados Unidos en lugar de la soberanía científica argentina.

Con el convenio vencido y no renovado, la obra en la provincia de San Juan queda paralizada en más del 70 %, mientras se retienen equipos en la aduana. Científicos advierten que se pierde una década de trabajo y se abre una brecha estructural para el desarrollo nacional.

La decisión del gobierno de Javier Milei de suspender el proyecto del Radiotelescopio Argentino-Chino (CART) en San Juan no es un simple traspié administrativo: es un símbolo de la real orientación política que está adquiriendo el país. Bajo el pretexto de “alineamiento estratégico” con Washington y de “evitar cesiones de soberanía”, la gestión de Milei ha decidido dar un paso atrás cuando la ciencia nacional apuntaba hacia el frente internacional.

El CART —una antena de 40 metros de diámetro, con receptores entre 1 y 45 GHz, cuya construcción estaba avanzada entre un 70 y 80 %— se convertía en el radiotelescopio de disco simple más grande de Sudamérica.  Ese proyecto no solo representaba una llave hacia el universo profundo, sino también un trampolín hacia el empoderamiento científico argentino, un mensaje potente para los jóvenes de los pueblos más pequeños.

Sin embargo, la gestión nacional dejó vencer el convenio con China en junio de 2025, y no lo renovó.  Además, los materiales enviados desde China quedaron retenidos en la aduana desde septiembre.  El ministro de Defensa dictó una resolución por la cual cualquier instalación de “radar de observación aeroespacial y sistemas análogos” queda sujeta a su aprobación.



Este cuadro —la falta de renovación del convenio, la retención de materiales, la burocratización del permiso— habla de una estrategia deliberada, y no de un incidente fortuito. Mientras tanto, la universidad de San Juan y el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) muestran su preocupación: advierten que se está dejando de lado un proyecto que simboliza la capacidad argentina para desarrollar ciencia de frontera.

Los argumentos del gobierno giran en torno a la premisa de evitar «cesiones de soberanía» y de alinearse con una política exterior que toma a Estados Unidos como garante. Pero la incógnita persiste: ¿realmente se trata de defender la soberanía o de entregar espacios estratégicos sin debate? Según varios medios y analistas, esta decisión se produce en el marco de presiones geopolíticas para frenar la influencia china en observatorios, puertos, minerales y telecomunicaciones.

Cabe reconocer que el asunto tiene matices: la presencia de infraestructura china en Argentina —como la estación de la Red de Espacio Lejano en Neuquén— ya despertaba inquietudes respecto del control extranjero.  Pero esa preocupación no justifica que se paralice un proyecto que fue aprobado por gobiernos anteriores de distintos signos, que acumuló gestiones, acuerdos de colaboración internacional y que literalmente estaba a punto de concluir.

El saldo no se reduce únicamente a la “pérdida técnica”: se trata de una señal clara al conjunto de la comunidad científica argentina, de los estudiantes, de las provincias que invirtieron tiempo, recursos y expectativas. Muchas voces lo perciben así: “Si efectivamente se paraliza, nos deja mal parados ante la comunidad científica de todo el mundo… ¿Cómo alguien va a venir a invertir en este contexto?” — dijo un responsable del área técnica de la Universidad Nacional de San Juan.

Y es que la construcción del conocimiento no se improvisa, y menos cuando se trata de avanzar con autonomía. Este proyecto, además, generaba empleo directo en San Juan —ingenieros dedicados al posicionamiento, al sistema de procesamiento de datos, científicos que preparaban mediciones astronómicas y colaboraciones internacionales—. Su detención, por lo tanto, no es un simple “repliegue”, sino un abandono.

Ahora bien: el gobierno podría argumentar que continúa el comercio con China (las exportaciones argentinas al país asiático crecieron un 15 % en 2025) y que estamos ante un “ajuste estratégico”. Pero esa posición resulta contradictoria: mientras se vende soja y carne, se bloquea la colaboración científica. Esa dualidad habla de prioridades: se vende lo que se extrae, pero se descarta lo que se piensa.

En definitiva, la paralización del CART es una herida abierta en el sistema científico argentino y un ejemplo palpable de cómo una administración que se presenta como “liberadora” en lo económico resulta esclava de decisiones geopolíticas que terminan hipotecando el futuro del país. Si se permite que el Estado renuncie a su rol de promotor de ciencia, qué queda entonces de esa retórica de “progreso” que tanto proclaman.

La pregunta que queda flotando es: ¿será posible retomar este proyecto, o estamos presenciando el último capítulo de una estrategia que cercena la autonomía científica argentina, para subordinarla a agendas foráneas? La respuesta no es inmediata —y en ese signo de incertidumbre radica la gravedad de lo que está en juego.

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