Horacio Zdero chocó y mató a un hombre de madrugada. Seguidores locales relatan que estuvo tomando en una bailanta hasta minutos antes del impacto. El test de alcoholemia dio “cero” y la víctima ni siquiera fue identificada. La fiscalía, vinculada al radicalismo, profundiza la sospecha de encubrimiento en un contexto donde el gobierno de Javier Milei promete transparencia, pero tolera silencios que huelen a impunidad.
La madrugada en Quitilipi suele ser un espacio tranquilo, pero hoy amaneció bajo una nube espesa de sospechas. A las 5 de la mañana, Horacio Zdero —hermano del gobernador chaqueño Leandro Zdero— chocó y mató a un hombre de aproximadamente 40 años. La víctima, llamativamente, no fue identificada. La noticia explotó como un trueno, pero el eco que dejó es todavía más inquietante: silencio oficial, contradicciones y un test de alcoholemia que huele más a operación política que a verdad científica.
Los primeros relatos llegaron directo desde la propia ciudad. Distintos vecinos afirman que Horacio Zdero estuvo en una bailanta local llamada “La Roca”, ubicada a unos 500 metros del lugar del accidente. No solo habría estado allí: múltiples testimonios aseguran que estaba tomando, incluso que iba “empeduchi”, como repiten en Quitilipi sin rodeos. Uno de los mensajes recibidos lo sintetiza con crudeza: “A Horacio le gusta más la bebida que respirar”.
A pesar de estos testimonios, el test de alcoholemia habría dado “cero”. Los periodistas alineados al oficialismo local difundieron esa cifra como si fuera un certificado de santidad, ignorando que gran parte de la comunidad vio otra cosa en esa madrugada. ¿Cómo se explica que un hombre que, según varios vecinos, bebió durante horas en un boliche, dé un resultado perfecto? La respuesta más inquietante es la más repetida: “lo están tapando”.
La propia hija de Horacio, Maia Zdero, salió en defensa de su padre en redes sociales. Lo hizo de manera directa pero insuficiente para disipar las dudas: “Fue un accidente, y mi papá no iba borracho”. Una frase que pretende cerrar el debate pero que no responde a la pregunta que atraviesa cada comentario, cada mensaje de quienes estuvieron esa noche en Quitilipi. Porque la política puede intentar blindarse, pero la calle no miente.
Las versiones más duras provienen justamente de allí. “Acá en Quitilipi todos sabemos que el señor Horacio Zdero sale a tomar todas las noches. Vive más borracho que sobrio”, relata un vecino que pidió reserva. Otro testigo asegura haberlo saludado mientras bebía en el baile horas antes del choque mortal. Y no es todo: varios vecinos afirman que existen videos en los que se lo ve en la bailanta en un estado que dista mucho de la sobriedad. El problema es otro: esas imágenes no habrían sido difundidas y algunos aseguran que se está haciendo todo lo posible para mantenerlas ocultas.
Las cámaras de la zona podrían aportar claridad. Son varias, tanto en la calle como en la parte exterior del boliche. Sin embargo, hasta ahora no existen informes oficiales que mencionen su contenido. El silencio también opera allí, alimentando la idea de una intervención destinada a borrar huellas. En una provincia atravesada por redes políticas históricas, donde la justicia está lejos de ser independiente, la posibilidad de encubrimiento no es un delirio sino una sospecha razonable.
El fiscal que interviene en la causa es Marcelo Soto, cuñado del diputado radical Carím Peche. La relación familiar no es un dato menor. En un contexto donde el radicalismo chaqueño acompaña buena parte del proyecto político de Javier Milei, la pregunta cae de maduro: ¿irá a fondo Soto o el caso se archivará en un cajón como tantos otros que incomodan al poder? La ciudadanía lo duda. Y con razón.
La muerte de un hombre —un hombre que ni siquiera fue identificado públicamente— se transforma en un espejo incómodo de cómo funciona una parte del país cuando el poder se siente impune. La escena no solo es trágica: es reveladora de un sistema dispuesto a proteger a los propios mientras la justicia tarda, se diluye o simplemente no aparece. Lo que ocurre en Quitilipi no es un accidente aislado: es un síntoma.
El silencio también es responsabilidad política. El gobierno de Javier Milei, que construye su discurso sobre la transparencia y la lucha contra la corrupción, observa el caso con una pasividad fría, casi quirúrgica. No hay condenas públicas, no hay pedidos de esclarecimiento, no hay preocupación por la víctima. Mientras Milei denuncia complots imaginarios en redes sociales, en el interior profundo del país un hombre muere y las instituciones tiemblan para no manchar al oficialismo chaqueño que lo sostiene.
En este caso, no solo se discute qué pasó. Se discute qué están dispuestos a hacer para que no se sepa.
Y ese es el verdadero escándalo.
Fuente:
.https://www.chacoahora.com/nota.asp?id=129372&t=Silencio-dudas-y-sospechas-el-hermano-del-gobernador-es-el-que-atropello-y-mato-a-un-hombre-en-Quitilipi



















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