La Academia Nacional de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales difundió un documento contundente en respaldo al radiotelescopio chino-argentino CART, cuya construcción está próxima a finalizar en San Juan. El texto refuta versiones sin sustento, explica su relevancia científica y pide no paralizar un proyecto estratégico para el país.
En respuesta al avance de rumores, sospechas y lecturas conspirativas sobre la instalación del radiotelescopio CART, la Academia Nacional de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales publicó una declaración donde detalla los fundamentos técnicos del proyecto, su importancia internacional y rechaza categóricamente que implique cualquier riesgo militar o de soberanía. El comunicado también recuerda que la Argentina tiene prioridad de acceso a la instrumentación y que la obra es fruto de más de una década de cooperación científica. “Es un instrumento destinado a la investigación científica”, afirma la institución, que reclama que la construcción no se detenga.
La publicación de la periodista científica Nora Bär expuso un debate que, a fuerza de comentarios irresponsables y discursos políticos sin respaldo técnico, había desviado la conversación pública hacia la desconfianza y la sospecha. “Pone blanco sobre negro todo lo que se ve y escucha circular sin fundamento alguno”, escribió al difundir la declaración de la Academia Nacional de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. No exageraba. El comunicado de la institución es un cachetazo directo a la desinformación.
La Academia, una entidad con más de 150 años de trayectoria, eligió intervenir porque el clima público alrededor del radiotelescopio chino-argentino CART se había vuelto tóxico. Versiones infundadas que iban desde supuestos riesgos de espionaje hasta fantasías de control satelital militar empezaron a circular sin ninguna base real. En un país donde la ciencia suele ser usada como campo de batalla ideológico, la claridad técnica es casi un acto de defensa propia. Y eso es lo que el documento ofrece: una explicación precisa, fundada y urgente.
Primero, el aspecto más básico: ¿qué es el CART? El comunicado detalla que se trata de una antena de 40 metros de diámetro diseñada para operar entre 1 y 45 GHz. Es el mayor radiotelescopio de disco simple del hemisferio sur y está destinado a dos grandes aplicaciones científicas: geodesia y georreferenciación, por un lado, e investigación en astronomía, por otro. Su sensibilidad permitirá estudiar regiones donde se forman estrellas, detectar señales interestelares extremadamente débiles y participar de redes globales que mejoran los parámetros fundamentales utilizados, por ejemplo, para la navegación satelital. Ninguno de estos usos se vincula con actividades militares. Ninguno.
La Academia subraya que el CART funcionará en red con otros radiotelescopios ubicados en distintos países, porque así opera la ciencia moderna: de manera colaborativa, abierta y con intercambio de datos. En astronomía no existe la noción de “uso secreto”, porque cualquier hallazgo debe replicarse, verificarse y publicarse en revistas arbitradas. El instrumento sanjuanino se integrará además con LLAMA, el radiotelescopio que se instalará en el norte del país. Ambos conformarán un polo de observación sin precedentes para la región, capaz de ofrecer definiciones espaciales inéditas hasta hoy.
Otra sospecha habitual es desarmada con la misma prolijidad. Algunos sectores afirmaron que la antena podría servir para “seguir satélites”, insinuando una funcionalidad militar. La institución lo descarta con datos duros: un instrumento astronómico se mueve extremadamente lento, apenas entre 0.003 y 0.3 grados por segundo. Un radar para rastrear satélites en órbita baja necesita desplazarse mil veces más rápido. “El telescopio ha sido diseñado para observar las fuentes más distantes del universo”, insiste la Academia. Nadie que lea esa frase necesita estar doctorado en física para comprender la diferencia técnica abismal.
La elección del sitio también ha sido blanco de comentarios malintencionados. El comunicado recuerda que San Juan tiene una historia de treinta años en geodesia y georreferenciación, que existe una cooperación estable con la Universidad de San Juan y el Observatorio Astronómico Félix Aguilar, y que desde 2012 hay acuerdos formales con el Observatorio Astronómico Nacional de China. No fue un capricho ni una operación improvisada: fue un proyecto construido con paciencia, protocolos, avances institucionales y control de organismos argentinos. La Academia repasa una cronología que incluye aprobaciones ministeriales, decisiones del Senado y participaciones de organismos nacionales como CONICET. Si la idea era mostrar solidez institucional, lo lograron con creces.
Uno de los señalamientos más delicados se refiere al acceso al tiempo de uso del radiotelescopio. Circuló la versión de que China tendría la exclusividad o una ventaja desproporcionada. La Academia desmonta ese rumor con una explicación que cualquier investigador del mundo puede reconocer: en proyectos bilaterales, cada país recibe tiempo de acceso proporcional a su aporte de capital. Es una regla estándar de la astronomía global. La Argentina negoció un esquema donde conserva una proporción de uso más conveniente que en muchas colaboraciones multinacionales, y existe la posibilidad de ampliarla en el futuro si el país incrementa su participación. Nada más transparente ni razonable.
En el cierre, el comunicado eleva el tono. La institución sostiene que el CART es un instrumento abierto a la comunidad científica, con beneficios directos para la Argentina y el mundo. Y que su construcción no debe detenerse. Detrás de ese pedido hay una advertencia implícita: las dudas artificiales y el clima de sospecha pueden frenar un proyecto estratégico que ya está cerca de completarse. La ciencia argentina —una de las pocas áreas donde el país se mantiene competitivo a escala internacional— no puede permitirse perder una infraestructura de esta magnitud por rumores de redes sociales o por operaciones políticas sin evidencia.
La intervención de la Academia aparece, entonces, como un intento de recuperar el sentido común en una discusión contaminada por prejuicios. Hay un llamado a la responsabilidad pública, a la necesidad de basar opiniones en datos y no en conjeturas, y a defender la infraestructura científica en un momento de enorme fragilidad institucional. El comunicado no es solamente una pieza informativa: es una defensa explícita del conocimiento, del trabajo colaborativo y del rol estratégico de la ciencia en la Argentina del siglo XXI.
Nora Bär, al compartirlo, no hizo más que amplificar lo que la comunidad científica viene intentando explicar desde hace meses: el CART es una oportunidad extraordinaria para el país. Cuestionarlo sin evidencia es, además de irresponsable, una forma de sabotear el futuro.



















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