La hermana presidencial despojó a la ministra de Seguridad de su armado político, la corrió del gabinete y la humilló en el cierre de listas. Una jugada que revela, más que fuerza, el temor creciente de Javier Milei a perder el control de su propio espacio.
En un gobierno que se ufana de la transparencia pero que en los hechos se mueve al compás de la rosca más oscura, Karina Milei asestó un golpe quirúrgico contra Patricia Bullrich. La ministra de Seguridad, figura estelar de la coalición oficialista y una de las pocas que conserva imagen competitiva frente al desgaste acelerado de Javier Milei, fue literalmente triturada en el cierre de listas legislativas. Lo que debía ser una instancia de consolidación para el oficialismo terminó convertido en un espectáculo de castigo interno, ejecutado con precisión y frialdad por la hermana del Presidente.
Bullrich, que hasta ayer era mostrada como la cara electoral del gobierno, apenas consiguió colar dos nombres testimoniales: un diputado en la Provincia y otro en la Capital. Su armado político fue desmantelado sin anestesia. Pablo Walter, su principal operador, quedó afuera. Gerardo Milman, quien arrastra la sombra de la causa por el atentado contra Cristina Kirchner, tampoco pasó el filtro. Daniela Reich y Felicitas Beccar Varela, dos piezas claves de su estructura, fueron vetadas con excusas tan débiles como absurdas. En paralelo, Karina le comunicó que tanto ella como Luis Petri debían dejar los ministerios de Seguridad y Defensa, aunque ninguno estaba dispuesto a dar ese paso.
La brutalidad del operativo no dejó lugar a interpretaciones benévolas: Karina Milei no solo la corrió del gobierno, también se encargó de dinamitar cualquier atisbo de construcción propia. La maniobra, presentada como un “premio” a Bullrich para sostener la ficción de unidad, en realidad fue un mensaje disciplinador hacia dentro del espacio libertario. Quien ose acumular capital político al margen de la familia presidencial, será pulverizado.
El caso de Pablo Walter desnuda el trasfondo. Bullrich pretendía instalarlo como candidato en Provincia, pero Karina se lo impidió con la excusa de su cercanía con Victoria Villarruel, otra dirigente bajo sospecha. La explicación raya en lo grotesco: se lo castigó por haber mediado en un encuentro cuando Villarruel fue corrida de Defensa y Seguridad. Desde entonces, el vínculo quedó roto y Karina aprovechó la ocasión para bloquearlo.
No menos arbitrario fue el argumento utilizado contra Daniela Reich. Se le cerraron las puertas por ser esposa de Diego Valenzuela, intendente de Tres de Febrero y aliado directo de Milei. En el mismo sentido, a Milman lo dejaron afuera por la candidatura de su mujer, Florencia Retamoso, aunque el verdadero motivo era otro: la decisión tomada mucho antes de borrarlo del mapa político. En el caso de Beccar Varela, la justificación fue tan vaga como humillante: “no tiene buen concepto entre los dirigentes locales”.
La ministra intentó disfrazar el desastre filtrando que Carlos Pirovano había ingresado gracias a su influencia. Nada más alejado de la realidad: el titular del INCAA, con un prontuario que incluye operaciones turbias con los terrenos del Vilas Raquet, llegó a la boleta a través de Santiago Caputo, no de Bullrich. Lo que para la ministra fue presentado como un triunfo personal, en verdad fue otro movimiento del ajedrez controlado por Karina, los Menem y Sebastián Pareja.
La operación Milei no se limita a correr a Bullrich de las listas. Implica también vaciarla del Ministerio de Seguridad, aunque se le haya prometido que podrá elegir a su sucesor, una promesa que suena más a burla que a garantía, en un gobierno que ya demostró ser especialista en incumplir acuerdos. Lo que se lee detrás es un mensaje de fuego: Patricia no tendrá margen para convertirse en una alternativa presidencial en 2027, al menos no desde dentro del oficialismo.
Y aquí aparece la verdadera razón de fondo. Bullrich es, según las encuestas, la dirigente libertaria mejor posicionada después del propio Milei, apenas un par de puntos por debajo. Su candidatura derrama incluso en Provincia, donde José Luis Espert jamás logró enamorar al electorado. En otras palabras, Patricia representa un riesgo real para el monopolio político de los Milei. Karina lo entiende y, fiel a su estilo, actúa sin contemplaciones.
La paradoja es brutal: mientras el Presidente necesita candidatos competitivos para resistir el desgaste social y económico de su gestión, su hermana dinamita a la única dirigente que todavía tiene capacidad de sumar votos. Lo que a simple vista parece un movimiento de fuerza, en el fondo desnuda debilidad. El miedo a perder poder interno supera la urgencia de fortalecer el frente externo.
El castigo a Bullrich, lejos de consolidar al gobierno, expone sus fracturas más íntimas. Un oficialismo que se presenta como la encarnación de la libertad actúa en la práctica como una dinastía cerrada, donde la rosca familiar pesa más que la construcción política colectiva. El relato de la “casta” se derrumba frente a la evidencia de que la verdadera casta libertaria son los Milei y su círculo íntimo, que deciden sin transparencia y sin lógica electoral aparente.
La operación también desnuda la falta de profesionalismo en la negociación política. Bullrich “negoció muy mal”, reconocen incluso en su entorno. Perdió bancas en la Ciudad, resignó figuras en Provincia y terminó mendigando migajas mientras intentaba disimular la derrota. La ministra que se presenta como estratega dura quedó atrapada en la telaraña de una hermana presidencial que maneja los hilos con mano de hierro y sin dar explicaciones.
En el camino quedaron figuras menores pero simbólicas, como Fernando Iglesias, ahora mendigando un premio consuelo en la embajada en Italia. La purga fue total: se barrió a operadores, aliados y hasta a los tuiteros más fieles. La ministra, que llegó a Seguridad con el aura de ser “la cara de la mano dura”, ahora aparece despojada, humillada y reducida a un papel secundario.
El desenlace todavía no está escrito. Bullrich difícilmente se quede cruzada de brazos. Su armado político excede al oficialismo y su nombre aún resuena con fuerza en sectores del electorado. Pero lo que queda claro es que el gobierno de Milei, en lugar de sumar, se dedica a restar; en vez de construir poder, lo devora desde adentro. Y cada vez que Karina “tritura” a un dirigente, el mensaje que queda es el mismo: este no es un proyecto político, es un feudo personal.
La pregunta inevitable es si este tipo de maniobras alcanzará para sostener la gobernabilidad en un país en crisis. Porque mientras los libertarios se devoran entre ellos, la sociedad enfrenta inflación, ajuste y un deterioro que no da tregua. La política se reduce a intrigas palaciegas mientras la vida cotidiana de millones se desmorona. Y en ese contraste feroz se revela la esencia de este gobierno: un poder que prefiere blindar el trono antes que gobernar.
Fuente: https://www.lapoliticaonline.com/politica/duro-castigo-de-karina-a-bullrich-que-sera-la-cara-del-gobierno-para-las-elecciones/
Karina Milei la expulsa del gabinete y desmantela el armado político de Patricia Bullrich



















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