Estados Unidos confirmó que ganó dinero con el apoyo a la campaña de Milei

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El Secretario del Tesoro norteamericano, Scott Bessent, reveló que la operación financiera para sostener al gobierno argentino no fue un rescate altruista, sino una jugada que le dejó ganancias a Estados Unidos.

Las declaraciones de Bessent confirman lo que el propio oficialismo intenta ocultar: que el apoyo externo que recibió Javier Milei durante su campaña y en los primeros meses de gestión tuvo un sentido estrictamente financiero. “Ganamos dinero”, admitió el funcionario, dejando en evidencia que la supuesta ayuda internacional fue, en realidad, un negocio redondo para Washington.

Cuando la política local aún discute si fue respaldo, injerencia o simple oportunismo, Estados Unidos decidió directamente blanquearlo: ganó plata con Javier Milei. Así, sin rodeos. El encargado de ponerlo en palabras fue Scott Bessent, Secretario del Tesoro estadounidense, quien explicó que el supuesto “rescate” de 20 millones de dólares destinado a estabilizar al gobierno argentino estuvo lejos de ser un gesto desinteresado. Para Washington, la operación fue rentable y estratégica.



“Ganamos dinero. Usamos nuestro balance financiero para estabilizar el gobierno”, expresó Bessent, dejando flotando una frase que incomoda incluso a quienes intentan construir el relato de un vínculo “natural” entre Milei y los Estados Unidos. No se trata de geopolítica ni de afinidades ideológicas, sino de negocios. Y si algo se sabe en la diplomacia norteamericana es que nada se mueve sin un cálculo de ganancia detrás.

La admisión funciona como un baldazo de realidad en un país donde el gobierno libertario insiste en que su alianza con Washington es un pacto de “valores”, “libertad” y “mercados abiertos”. Sin embargo, la propia voz del Tesoro deja al descubierto otra dinámica mucho menos romántica: respaldaron al gobierno porque era rentable hacerlo.

El dato no es menor si se tiene en cuenta que Milei construyó buena parte de su campaña en torno a la idea de romper con “la casta” y liberarse de los condicionamientos de organismos internacionales. En los hechos, terminó dependiendo de un swap financiero que ahora se revela como un negocio para la potencia más influyente del planeta. Todo un símbolo de época: soberanía condicionada por un préstamo que, lejos de aliviar la situación del país, profundiza su dependencia.

La explicación de Bessent también siembra interrogantes que nadie en el oficialismo parece dispuesto a responder. ¿Qué implica para la política económica local que el Tesoro norteamericano haya ganado dinero a costa de la inestabilidad argentina? ¿Qué compromisos se asumieron a cambio de esa “estabilización” financiera? ¿Cuántas decisiones del actual gobierno pueden leerse hoy bajo la sombra de ese apoyo externo convertido en negocio?

La incomodidad es evidente porque estas declaraciones confirman algo incómodo: el “rescate” no fue un rescate. Fue una apuesta. Y como toda apuesta, alguien ganó y alguien perdió. Estados Unidos ganó. Argentina, otra vez, quedó atrapada en una operatoria que expone sus fragilidades estructurales.

En este contexto, llamarlo “swap” suena casi elegante. Más bien fue una intervención que permitió que Milei sobreviviera en un momento crítico, mientras el Tesoro norteamericano se aseguraba un retorno financiero sin riesgos. En criollo: pusieron plata para sostener al presidente libertario, pero cobraron por hacerlo.

Mientras el gobierno celebra cada guiño de Washington como si se tratara de un certificado de buena conducta internacional, la realidad es mucho más cruda. Si Estados Unidos ganó dinero estabilizando la economía argentina, es porque la economía argentina estaba lo suficientemente mal como para que un movimiento externo generara una renta inmediata. Y si ese movimiento se aplicó justo cuando Milei más lo necesitaba, la lectura política cae por su propio peso.

El profesor Romero lo sintetizó en su programa, con la claridad que ya es marca registrada: Estados Unidos no pierde nunca. Acompaña cuando le conviene, retira el apoyo cuando deja de ser negocio y administra su poder financiero con la frialdad de quien entiende que la política exterior también es un mercado.

En este caso, el mercado pagó. Pagó para sostener a un gobierno frágil, dependiente y alineado. Y lo hizo, como reconoció Bessent, con ganancia. La pregunta que queda flotando es cuánto le costará a la Argentina esa rentabilidad ajena, y cuánto más está dispuesto Milei a entregar para seguir siendo considerado “una buena inversión”.

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