Espionaje, Opus Dei y ambiciones políticas: los oscuros vínculos del diputado Santurio

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La figura del diputado libertario Santiago Santurio, señalado por su cercanía con el espionaje ilegal en San Miguel y por tejer redes de poder dentro del Congreso, expone otra cara del proyecto político de Javier Milei: el avance de un autoritarismo que se disfraza de moralismo y “defensa de la familia”, mientras se vale de prácticas propias de regímenes oscuros.

El escándalo que estalló en el Ministerio de Capital Humano con los sobresueldos y la crisis política que dejó a Sandra Pettovello tambaleando no solo se convirtió en un dolor de cabeza para Javier Milei. La tormenta también golpea a los cimientos de La Libertad Avanza y deja en el centro de la escena a Santiago Santurio, un diputado hasta hace poco desconocido que hoy emerge con ambiciones desmedidas, respaldado por los sectores más ultras del espacio y por la propia Karina Milei. Su ascenso meteórico, vinculado a la caída de Oscar Zago en la presidencia del bloque, no puede entenderse sin revisar las relaciones que lo rodean: desde su militancia contra el aborto y su alineamiento con el Opus Dei hasta los supuestos vínculos con tareas de inteligencia ilegal en San Miguel.

La trama es densa y peligrosa. Santurio, presidente de la agrupación Ciudadanos, se presenta como paladín de los “derechos del niño por nacer” bajo el lema “Primero la familia”, una bandera que Javier Milei ya agitó en el congreso ultraderechista de Vox en Madrid. Pero detrás de ese discurso moralizador se esconden relaciones turbias que lo conectan con Federico Salvatierra, director de Apoyo Judicial de la Policía Municipal de San Miguel. No se trata de una relación meramente institucional: en la fuerza local señalan que Santurio lo “apadrina” y que incluso sería el verdadero cerebro detrás de la dirección desde la cual, según denuncias internas, se realizan seguimientos e inteligencia sobre vecinos del distrito.

El prontuario de Salvatierra no es precisamente el de un especialista en seguridad. Los propios agentes lo describen con sorna como un “zapatero en la caballería del Ejército”, alguien sin formación adecuada que, sin embargo, ejercía un poder desmedido gracias a su vínculo con Santurio. Los testimonios son contundentes: “Lo llamaba a Santurio y salía un allanamiento”. Ese circuito, que convierte a un diputado en operador directo de procedimientos policiales, desnuda una matriz autoritaria que debería escandalizar a cualquier república que se precie de democrática.

Las escenas relatadas por los uniformados son propias de un manual de inteligencia ilegal. En una ocasión, un patrullero fue enviado a las cinco de la mañana a hostigar a un trabajador que resultó ser un simple empleado de frigorífico. Días después, lo mismo sucedió con un militante de Unión por la Patria que repartía volantes en la calle. Se trataba de persecuciones políticas en estado puro, disfrazadas de operativos de seguridad. Y no es casual que quienes integran la fuerza hablen sin rodeos: califican a la policía municipal como “nazi”, un término que sintetiza la lógica persecutoria que se esconde detrás de estas maniobras.

No se trata de hechos aislados. El ascenso de Santurio dentro de La Libertad Avanza está íntimamente ligado a su capacidad de armar estructuras paralelas, aprovechar la crisis ajena y presentarse como solución a los problemas que el propio oficialismo genera. Mientras Pettovello naufraga en medio de denuncias por contratos millonarios con la OEI, Santurio maniobra con la ambición de quedarse con la cartera de Educación, con el aval de Martín Menem y la protección de la hermana del presidente. El “hombre nuevo” de Milei en el Congreso no oculta sus intenciones: construir poder propio a cualquier costo.

Los vínculos con el Opus Dei no son un detalle menor. Santurio aterrizó en el corazón libertario de la mano de Nahuel Sotelo, el diputado bonaerense que gusta presentarse como representante de esa organización católica ultraconservadora, en abierta enemistad con el Papa Francisco. Esa alianza ideológica explica el maridaje entre los discursos antiaborto, la exaltación de la familia “tradicional” y la avanzada de políticas de control social que recuerdan a los métodos de los servicios de inteligencia de la dictadura. Es el regreso de viejas sombras bajo nuevos ropajes.

En el Congreso, la figura de Santurio genera incomodidad, incluso puertas adentro del oficialismo. Aunque nadie se atreve a dar respuestas concretas, la sospecha es compartida: su influencia creció tras la caída de Zago y, según un legislador de un bloque aliado, no fue casualidad. El desplazamiento de Zago tuvo dos capítulos y en ambos se señala a Santurio como uno de los responsables intelectuales. El resultado fue el ascenso de Gabriel Bornoroni como jefe de bloque por unanimidad, una jugada que terminó consolidando el lugar del propio Santurio.

El problema para Milei es evidente. Cada vez que un escándalo estalla en el oficialismo, los hilos terminan conduciendo a personajes como Santurio, dispuestos a jugar en la oscuridad, a usar la fe como fachada y la inteligencia ilegal como herramienta. La contradicción es brutal: un gobierno que se presenta como paladín de la libertad se apoya en dirigentes vinculados a prácticas de persecución política y manipulación policial. El cinismo se desnuda en toda su magnitud.

En San Miguel, los vecinos saben lo que significa tener una policía bajo control de punteros con ínfulas de espías. El relato de los agentes es una radiografía de un poder paralelo que opera por encima de la ley y que responde más a intereses políticos que a la seguridad ciudadana. Allí, Santurio no aparece como un simple legislador: es el jefe en las sombras, el que baja línea, el que “resuelve todo”. Una proyección peligrosa de lo que podría significar su desembarco en el Ministerio de Educación o en cualquier otro espacio de gestión nacional.

El oficialismo de Milei parece convivir con esta tensión: mientras intenta mostrarse como un gobierno de renovación y austeridad, se multiplica la evidencia de que sus cuadros se vinculan con lo peor de la vieja política. Espionaje ilegal, persecuciones políticas, ambiciones personales desmedidas y un desprecio absoluto por las instituciones democráticas. Lo que se juega no es solo el futuro de un ministro o de un bloque legislativo, sino la dirección de un proyecto que, bajo la máscara de la libertad, esconde prácticas propias del autoritarismo más rancio.

La pregunta que queda flotando es inevitable: ¿cuánto más puede sostener Milei a dirigentes como Santurio sin que la máscara se caiga definitivamente? Porque si la defensa de la libertad y la familia implica espiar a militantes, perseguir trabajadores y manejar la policía como una guardia pretoriana al servicio de intereses políticos, entonces lo que el gobierno propone no es libertad, sino una democracia cada vez más sitiada.

Fuente: https://www.lapoliticaonline.com/congreso/los-vinculos-de-santurio-con-el-espionaje-ilegal-en-san-miguel/

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