El periodismo de peluquería de Gasulla para no hablar de las offshores libertarias

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Mientras el país enfrenta una crisis económica y política profunda, el periodista Luis Gasulla decidió apuntar su “investigación” contra el referente social Pitu Salvatierra por alquilar una casa. Las redes reaccionaron con ironía y repudio frente a un informe que muchos calificaron como una “payasada mediática”.

Un informe de Luis Gasulla desató una ola de críticas en redes sociales al exponer que el Pitu Salvatierra “vive en una casa con cochera”. Usuarios, periodistas y organizaciones respondieron con sarcasmo, recordándole que hay ministros y diputados con empresas offshore, funcionarios con múltiples propiedades y casos graves de corrupción ignorados. El debate volvió a poner sobre la mesa la selectividad del periodismo alineado al gobierno de Javier Milei.

El periodista Luis Gasulla volvió al centro de la polémica tras publicar un informe sobre el militante social Pitu Salvatierra, en el que insinuó irregularidades simplemente porque el dirigente alquila una vivienda en Villa Celina. El tono del informe, más cercano al chisme de farándula que a una investigación periodística, provocó una avalancha de respuestas en redes sociales que evidencian el hartazgo ante un tipo de periodismo cada vez más complaciente con el poder y obsesionado con figuras marginales o críticas al gobierno.

“Qué pelotudez el informe… tenés ministros y diputados con offshores y vas a buscar a uno que se mudó y que viene laburando hace bocha en la tele. Una payasada”, escribió el usuario @Lautafym, sintetizando el sentir general. La indignación no se limitó al tono del informe, sino al doble estándar con el que se mide a los protagonistas según su alineamiento político o su origen social.

El periodista Diego Schejtman también ironizó: “Este salame ‘descubrió’ que el Pitu alquila una casa linda, y cree que es un escándalo. Cuando encuentre las 70 casas de Ritondo se cae de ojete.” La comparación no fue casual: mientras se amplifican detalles menores sobre un referente social, se ignoran escándalos inmobiliarios y patrimoniales vinculados a funcionarios de alto rango.

Incluso la cuenta Inquilinos Agrupados se sumó al debate con una dosis de ironía y denuncia estructural: “Luis, tenemos info de los 300 deptos de Ritondo, del edificio vacío de los padres de Milei en Lanús, y del edificio de Jorge Macri para alquiler turístico no declarado. Esperamos una buena nota de esos casos.” El mensaje fue claro: el periodismo oficialista mira hacia donde le conviene.

Entre los comentarios más resonantes estuvo el de Mila Zurbriggen, quien sintetizó el sentimiento de fastidio con la frivolidad del informe: “Dejá de llorar, Luis, el hate que te estás comiendo es porque hiciste un informe con chismes de peluquería. A nadie le interesa ver el patio de un político con un dron. Sé más serio la próxima y no tengas doble vara.”

Otra usuaria, Stella Paligap, lo dijo sin vueltas: “¿La investigación es que el Pitu se divorció y vive en una casa con cochera en Villa Celina? ¿Cuál sería el delito? ¿Cómo es tu casa y cuánto ganás, Gasulla?”

El propio Gasulla intentó defenderse con un tuit cargado de victimismo:

> “El nivel de ataque K demuestra que lo del Pitu les dolió. Mienten en todo. Qué manera de hacer negocios en nombre de los pobres.”
Pero su argumento se desmoronó frente a la evidencia de que el supuesto “negocio” era simplemente alquilar una vivienda, algo tan normal que roza lo absurdo considerarlo un hecho noticioso.



Lo que se observa detrás de este episodio es una estrategia mediática de distracción. Mientras los grandes grupos económicos acumulan ganancias y el ajuste destruye salarios, ciertos comunicadores concentran su fuego en figuras simbólicas del campo popular. La lógica es clara: criminalizar la militancia social y desviar la atención de los verdaderos responsables de la desigualdad.

El caso Gasulla revela también una degradación del oficio periodístico, reducido muchas veces a operaciones mediáticas al servicio del poder político. En lugar de investigar los entramados financieros que sostienen al gobierno, se elige apuntar contra quienes representan a los sectores postergados, con informes que bordean la persecución personal.

Resulta paradójico que, en un país donde proliferan las denuncias por evasión fiscal, empresas offshore, sobreprecios y conflictos de interés, el escándalo mediático de la semana sea que un exreferente de villa alquila una casa. En este contexto, la reacción popular no es sólo defensa de una persona, sino un reclamo de sentido común y honestidad intelectual en el ejercicio periodístico.

La ironía final podría resumirse en la frase de un usuario:

> “Cuando Gasulla encuentre las 70 casas de Ritondo, ahí hablamos de investigación. Mientras tanto, esto es puro show.”



El problema no es el Pitu, ni su casa, ni su vida privada. El problema es una doble vara moral y mediática que transforma a quienes defienden a los pobres en sospechosos, mientras quienes los empobrecen siguen blindados.




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