El llanto de Espert no despeja las sospechas por sus vínculos con el narcotraficante Federico Machado

Espert
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El diputado y candidato de La Libertad Avanza rompió en llanto en una entrevista radial al hablar de las denuncias que lo vinculan con el empresario narco Federico “Fred” Machado. Entre insultos y contradicciones, intentó culpar a Juan Grabois mientras Milei lo sostiene en silencio.

La imagen de José Luis Espert llorando al aire mientras intenta justificar los pagos que recibió de un empresario acusado por narcotráfico exhibe la crisis moral y política del oficialismo libertario. Detrás del dramatismo mediático, se esconde una trama de poder, dinero y cinismo que compromete a todo el gobierno de Javier Milei.

El colapso emocional de José Luis Espert no conmovió: indignó. En lugar de asumir responsabilidades ante las graves denuncias que lo vinculan con el empresario narco Federico “Fred” Machado, el diputado de La Libertad Avanza eligió el camino más fácil: victimizarse, insultar y culpar a otros. Su llanto en Radio Mitre no fue un gesto de humanidad, sino un acto desesperado para lavar su imagen en medio de un escándalo que amenaza con arrastrarlo a él y a buena parte del oficialismo.

En una entrevista con Gabriel Anello, Espert rompió en llanto mientras decía estar “roto por dentro” por “el estrago” que, según él, habría hecho Juan Grabois con su familia. “Este hijo de puta de Grabois ha hecho un desastre con mi nombre”, dijo con la voz quebrada. Pero el problema no es Grabois, ni los medios, ni el “linchamiento mediático” del que se queja la dirigencia libertaria cada vez que queda en evidencia. El problema es Espert y el dinero. Los 200 mil dólares que recibió de un empresario acusado por narcotráfico son un hecho, no una operación.

El diputado reconoció que el dinero existió, aunque intentó justificarlo como parte de un “contrato de consultoría privada”. Según él, el dinero fue transferido a una cuenta suya en Estados Unidos, “por sus normas antilavado”. La explicación suena más a excusa que a argumento. Porque lo cierto es que Machado, el supuesto cliente, no era un empresario cualquiera: está preso por causas de narcotráfico internacional, lavado de activos y evasión. Un personaje de ese perfil no busca consultoría económica; busca legitimidad política. Y Espert, en 2019, era un candidato dispuesto a venderle su imagen al mejor postor.

Lo más inquietante es que el vínculo entre ambos no fue meramente financiero. En las últimas semanas se difundieron imágenes que muestran a Espert tomando sol en la casa de Machado en Viedma, donde el empresario hoy cumple prisión domiciliaria. En el video —grabado por el propio Machado— se lo ve relajado, haciendo bromas políticas. Nada de eso encaja con la versión de un economista que apenas habría brindado un servicio profesional. El video destruye la coartada y deja al descubierto una relación personal más cercana de lo que el diputado quiere admitir.

Acorralado por las pruebas, Espert eligió la ruta de la lágrima. “Estoy roto, tengo hijos, hermanos, una esposa”, repitió una y otra vez. Pero en política, el llanto no borra los hechos. Llorar frente a los micrófonos no transforma un contrato sospechoso en una injusticia mediática. Si algo mostró su reacción fue la fragilidad de un discurso que se desmorona cuando se enfrenta a la verdad.

Durante años, Espert se presentó como el paladín de la transparencia, el enemigo de “la casta”, el economista que venía a barrer con los privilegios y las trampas del sistema. Hoy, es él quien encarna la doble moral que tanto criticó. Habla de meritocracia, pero cobró dinero de un empresario narco. Denuncia a los políticos corruptos, pero se refugia en el poder para que lo protejan. Se queja de la “persecución mediática”, pero fue él mismo quien construyó su carrera sobre la agresión mediática contra otros.

Lo más llamativo es que, pese a la magnitud del escándalo, Javier Milei decidió blindarlo. Lejos de pedir explicaciones o suspender su candidatura, el presidente le ofreció su respaldo y lo definió como “una víctima de la política”. La escena es grotesca: el líder del autoproclamado gobierno anticasta defiende a un diputado acusado de recibir fondos del narcotráfico. Milei, que prometió cortar privilegios y limpiar la política, se convierte en cómplice del silencio y la impunidad.

Esta protección no es gratuita. Espert representa una pieza útil dentro de la estructura libertaria. Su discurso agresivo, su historial mediático y su perfil económico lo convierten en un vocero perfecto para el relato del ajuste. Milei necesita a Espert para sostener el relato de “la guerra contra los orcos”, esa categoría deshumanizadora con la que el oficialismo designa a todo el que piensa distinto. Por eso, en lugar de exigirle explicaciones, lo abraza. El mensaje es claro: la moral libertaria tiene precio.

Mientras tanto, dentro de La Libertad Avanza crecen las tensiones. Algunos referentes piden que Espert se aparte para no seguir hundiendo la imagen del espacio. Otros optan por callar. Pero el daño está hecho. El escándalo trasciende al diputado y golpea de lleno al corazón del oficialismo, que ya acumula denuncias por contratos irregulares, negocios con empresarios amigos y manejos poco claros en distintos ministerios. El caso Espert es apenas la punta de un iceberg de corrupción y cinismo.

Su intento de culpar a Grabois es tan patético como previsible. En el manual libertario, todo escándalo debe transformarse en una “operación kirchnerista”, aunque no haya pruebas, aunque los hechos sean públicos y verificables. Es la misma estrategia que usa Milei cada vez que se cuestionan sus políticas de ajuste o sus vínculos con sectores concentrados del poder económico. Convertir la corrupción en épica de resistencia es una forma de anestesiar a sus seguidores y diluir responsabilidades.

Pero hay algo que ni el llanto ni la propaganda pueden borrar: la imagen de un diputado libertario tomando sol en la casa de un empresario narco mientras se financiaba una campaña electoral. No hay relato que resista esa postal. En un país que sufre la pobreza, la inflación y el hambre, escuchar a un político multimillonario llorar por televisión porque “lo difaman” es una burla. Espert no está roto: está expuesto.

El contraste entre su discurso moralista y su conducta privada es el verdadero escándalo. Mientras exige sacrificios al pueblo, predica austeridad y justifica el ajuste brutal del gobierno, él mismo fue beneficiario de fondos ilegales. Su drama no es emocional, es ético. Y el silencio del presidente solo confirma que el libertarismo se convirtió en aquello que juró destruir: una casta blindada por el poder.

Espert dijo entre lágrimas que “no puede creer lo que te puede hacer la política”. Tal vez debería preguntarse qué le hizo él a la política. Qué significa usar un discurso de pureza moral para esconder negocios turbios. Qué implica ser parte de un gobierno que predica transparencia pero protege a los suyos con el mismo cinismo que criticaba en otros. Su caída no es producto de una conspiración, sino del espejo que le devuelve su propia hipocresía.

En definitiva, el escándalo Espert no solo compromete a un diputado. Desnuda la verdadera naturaleza del proyecto de Milei: un poder construido sobre la mentira, el doble estándar y la manipulación emocional. El llanto no alcanza para tapar la corrupción. Y cuando la moral del gobierno se mide en lágrimas televisadas, la crisis ya no es mediática: es política y moral.

Fuentes:

.https://noticiasargentinas.com/politica/video—espert-se-quebro–lloro-y-le-echo-la-culpa-de-todo-a-grabois—estoy-roto-_a68e1873169dedc471af68c7a

.https://www.perfil.com/noticias/politica/me-siento-muy-mal-espert-lloro-en-una-entrevista-donde-volvio-a-defenderse.phtml

.https://www.0221.com.ar/nacional/video-el-llanto-jose-luis-espert-una-entrevista-medio-del-escandalo-narco-que-lo-compromete-n117037

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