Javier Milei inauguró su campaña en Córdoba con un acto deslucido, cargado de ataques contra opositores y periodistas, pero sin dar respuestas a la crisis económica que golpea al país.
En Córdoba, tierra de viejas disputas políticas y clave electoral, el presidente Javier Milei eligió dar el puntapié inicial a su campaña de cara a las elecciones de 2025. El escenario fue el Parque Sarmiento, el mismo sitio donde en 2023 había cerrado su campaña presidencial con una multitud. Sin embargo, la postal de este 2025 no pudo ser más contrastante: apenas un puñado de militantes, diez veces menos que dos años atrás, se concentró en torno a las escalinatas, mientras los runners habituales de la zona seguían con su rutina deportiva, casi ignorando al jefe de Estado. La imagen fue brutal: de la épica libertaria se pasó a la frialdad de un acto que nunca despegó.
Milei, consciente de la pobre convocatoria, apeló al discurso del esfuerzo. “Estamos a mitad de camino, por eso les pido que no aflojen”, lanzó desde el escenario, intentando inyectar mística donde solo había desencanto. Pero más allá de ese pedido, su intervención estuvo marcada por la descalificación y la victimización, con escasas o nulas propuestas para un país que atraviesa una crisis económica evidente.
El mandatario dedicó buena parte de su discurso a desestimar las denuncias sobre supuestas coimas en la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS). Los audios difundidos en las últimas semanas, que lo involucran indirectamente a través de funcionarios de su espacio, fueron reducidos por Milei a “operetas armadas con inteligencia artificial” y “chismes de peluquería”. Sin dar explicaciones ni anunciar investigaciones, eligió burlarse de la situación. Incluso cargó contra el periodista Jorge Rial, a quien descalificó como “chimentero berreta”, en un claro gesto de desprecio hacia la prensa crítica.
El tono se endureció cuando recurrió a la vieja estrategia de confrontar con el kirchnerismo. Se mofó de Cristina Fernández de Kirchner, llamando a sus seguidores a corear “tobillera” y sumándose él mismo al cántico “saquen al pingüino del cajón”. El recurso mostró hasta qué punto Milei apuesta a reeditar la polarización del pasado, aun cuando esa estrategia ya no le garantizó resultados en distritos clave como la provincia de Buenos Aires. El espectáculo de un presidente cantando consignas de tribuna reveló más desesperación que fortaleza.
La escenografía del acto, cuidadosamente planificada, tampoco logró ocultar la debilidad política. Militantes con remeras violetas rodearon al mandatario para la puesta en escena de un abrazo emotivo, replicando el flyer de convocatoria que circuló en redes. La referencia a su perro Conan, a quien definió nuevamente como “cordobés”, fue la única frase que desató un vitoreo unánime. Ni Patricia Bullrich, ni Martín Menem, ni Karina Milei consiguieron despertar entusiasmo. El contraste entre la solemnidad del escenario y la indiferencia del parque fue un golpe simbólico que ni las Fuerzas del Cielo, con sus estandartes medievales y su organización férrea, lograron revertir.
La disputa con Juan Schiaretti también ocupó un lugar central. Milei lo acusó de querer aumentar el gasto público de manera irresponsable y lo acusó de “querer cagarnos de hambre”. El exgobernador respondió con dureza, acusando al presidente de mentir descaradamente y reivindicando la gestión cordobesa como ejemplo de prosperidad fiscal y obra pública. El contraste fue inevitable: mientras Schiaretti exhibe resultados concretos en la provincia, Milei evitó hablar del dólar, de las reservas que se derrumban y del riesgo país que se dispara. La economía real brilló por su ausencia en el discurso presidencial.
Consciente de la fragilidad de su base social, Milei insistió en que “para la mitad del año que viene la inflación será solo un mal recuerdo”. Una promesa que ya había repetido en 2023 y que hoy suena vacía frente a índices que no ceden. El argumento de que “los ricos se van si se les cobra impuestos” fue presentado como verdad absoluta, reduciendo un debate complejo a consignas simplistas. La falta de propuestas para frenar la fuga de capitales o garantizar estabilidad macroeconómica dejó al descubierto que el gobierno prefiere la retórica antes que las soluciones.
El cierre del acto fue casi un ruego: “Les pido que no flaqueen, sigan peleando. A no aflojar, a no aflojar, a no aflojar”. Una repetición que transmitió más debilidad que convicción. La apelación al miedo del “modelo Ezeiza”, en el que los jóvenes se van del país, buscó conectar con la angustia social, pero se volvió un búmeran: son justamente las políticas de ajuste del propio Milei las que están empujando a miles a emigrar.
En paralelo, Milei se presentó en la Bolsa de Comercio de Córdoba, donde recibió un apoyo explícito del empresariado. Manuel Tagle, su presidente, lo elogió como “autoritaro con excesiva capacidad de imponer sus ideas” y pidió abiertamente que tenga más de un mandato. Definió su gestión como “histórica” y llegó a compararla con un supuesto “milagro económico” de la primera mitad del siglo XX. La desconexión con la realidad fue evidente: mientras las pymes cierran y los trabajadores sufren el ajuste, el poder económico mediterráneo se entusiasma con un modelo que profundiza la desigualdad.
En definitiva, el lanzamiento de campaña en Córdoba dejó más sombras que luces. Milei buscó relanzar su figura con un discurso agresivo, pero se encontró con una convocatoria pobre, un electorado indiferente y una oposición que le disputa el terreno económico con más credibilidad. La negación de la crisis, el desprecio hacia las denuncias de corrupción y la ausencia de propuestas reales mostraron a un presidente encerrado en su propio relato, cada vez más alejado de las urgencias de la gente. Córdoba, que alguna vez lo impulsó hacia la Casa Rosada, hoy le devolvió un reflejo incómodo: el del desgaste político y el desencanto social.
Fuente:
.https://www.pagina12.com.ar/859393-son-audios-de-peluqueria-e-inteligencia-artificial
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