Una grabación compromete a Mariano Cúneo Libarona, el Ministro de Justicia de Javier Milei, ofreciendo sus servicios al controvertido Tim Ballard, figura ligada al ultraconservadurismo religioso estadounidense.
En un registro audiovisual secreto, el ministro de Justicia de la Nación se muestra solícito ante Tim Ballard, fundador de Operation Underground Railroad, ofreciéndole recursos estatales y apoyo institucional. Lejos de la transparencia republicana prometida por Javier Milei, el video revela un entramado de relaciones oscuras, oportunismo político y servilismo ideológico.
En una escena que parece sacada de una mala película de conspiraciones, pero que lamentablemente es real y documentada, el ministro de Justicia de la Nación, Mariano Cúneo Libarona, aparece en una cámara oculta ofreciéndole sus servicios al activista ultraconservador estadounidense Tim Ballard. El video, filmado en Washington en noviembre del año pasado, muestra al funcionario argentino, designado por Javier Milei, desplegando una retórica servicial, complaciente y, sobre todo, escandalosamente impropia para un representante de un Estado soberano.
Las imágenes no admiten doble interpretación. El ministro no sólo saluda con entusiasmo a Ballard, sino que le expresa, sin rodeos, su intención de colaborar con él. «Estoy para ayudarte», le dice con un inglés esforzado pero suficientemente claro, mientras le señala con vehemencia: «Tú puedes hacer historia aquí». Como si el aparato judicial argentino fuese un terreno disponible para las fantasías mesiánicas de un extranjero. Como si el rol de un ministro de Justicia fuese el de facilitar conexiones internacionales con figuras polémicas, incluso sospechadas en su país de conductas poco éticas.
Ballard, vale aclararlo, no es cualquier figura. Es el fundador de Operation Underground Railroad (O.U.R.), una organización que asegura combatir el tráfico de niños y la explotación sexual, pero que ha sido duramente cuestionada incluso dentro de Estados Unidos por sus métodos, sus vínculos con el fundamentalismo religioso y por exagerar resultados. No sólo eso: Ballard se convirtió en personaje de cine con la película Sound of Freedom, un filme que fue adoptado como emblema por sectores de la extrema derecha global.
Que un ministro de Justicia argentino busque alinearse con este personaje, al punto de ofrecerle “hacer historia” en nuestro país, es mucho más que un desliz diplomático. Es una señal preocupante del rumbo ideológico y político que está tomando el gobierno de Javier Milei. Un rumbo que, bajo la retórica de la libertad y el combate contra las mafias, esconde afinidades con sectores ultraconservadores, antiderechos y profundamente autoritarios.
En el mismo video, Cúneo Libarona se muestra dispuesto a brindar herramientas legales y cooperación institucional. No se refiere, como correspondería, a un protocolo de intercambio entre estados o a la articulación con organismos internacionales reconocidos. No. Se ofrece como si fuera un consultor privado, un operador más de la red de contactos de Ballard. “Podemos hacer mucho juntos”, insiste, borrando de un plumazo los límites entre el rol de un funcionario público y el de un lobbista ideológico.
Este nivel de informalidad no es ingenuo ni espontáneo. Está en sintonía con la lógica libertaria que Milei ha impulsado desde su asunción: desguace del Estado, privatización de las instituciones, destrucción de los marcos legales que regulan la convivencia democrática. La justicia, en este contexto, deja de ser un poder autónomo para convertirse en un terreno de operaciones geopolíticas y afinidades personales.
En lugar de fortalecer los sistemas de cooperación internacional bajo normas claras y transparentes, el ministro argentino opta por arrodillarse ante figuras foráneas con agenda propia. Y lo hace mientras nuestro país atraviesa un momento crítico en materia de derechos humanos, justicia social y políticas públicas. El timing no podría ser peor.
La cámara oculta pone en evidencia algo más profundo que un gesto inoportuno. Deja al desnudo la intención de este gobierno de insertar a la Argentina en redes de poder global que no responden al interés nacional ni al respeto por los derechos humanos. Ballard, con su halo mesiánico y sus vínculos con el evangelismo más rancio, representa una ideología que es diametralmente opuesta a los consensos construidos en nuestro país en torno a la justicia, la memoria y los derechos de las infancias.
¿Quién autorizó este encuentro? ¿Con qué legitimidad un ministro se ofrece, casi como un empleado obediente, a operar para una figura que ni siquiera tiene representación oficial? ¿Dónde queda la soberanía, cuando un funcionario de altísimo rango actúa como facilitador de negocios o agendas privadas?
Aún más preocupante resulta el silencio posterior del gobierno. Ningún comunicado oficial desmintió la autenticidad del video, ni se ofreció una explicación institucional sobre los objetivos de ese viaje a Washington. La falta de transparencia refuerza la hipótesis de que no se trató de un encuentro aislado, sino de una estrategia deliberada.
Este episodio es otro golpe a la ya deteriorada credibilidad institucional del gobierno de Javier Milei. Mientras se recortan partidas para educación, ciencia, salud y programas sociales, mientras se reprime la protesta social y se destruyen organismos públicos clave, los funcionarios viajan al exterior para pactar con operadores de dudosa reputación. El contraste es obsceno.
El relato libertario prometía romper con las viejas estructuras del poder, terminar con los privilegios y devolverle al pueblo la soberanía. Pero lo que estamos viendo es todo lo contrario: subordinación a intereses extranjeros, desprecio por la institucionalidad y una política exterior al servicio de causas ajenas, incluso peligrosas.
Si este gobierno hubiese llegado con banderas de ultraconservadurismo explícito, al menos se podría discutir desde ese lugar. Pero no: se presentaron como libertarios, defensores del individuo frente al Estado. Y lo que hoy tenemos es un ministro de Justicia haciendo lobby para un gurú evangélico, en la penumbra de una cámara oculta.
La escena es tan grotesca como reveladora. El rostro sonriente de Cúneo Libarona, su entusiasmo desbordado, su postura servil, son la imagen viva de una política exterior entreguista y de una justicia al borde del colapso ético. Si esto no es un escándalo, ¿qué lo es?
La pregunta que queda flotando es inquietante: ¿cuántos otros pactos secretos, cuántas otras lealtades oscuras se están tejiendo a espaldas del pueblo argentino? Porque si el ministro de Justicia actúa así frente a las cámaras, uno solo puede imaginar lo que sucede cuando nadie filma.
Fuente:
https://www.laarena.com.ar/el-pais/camara-oculta-el-ministro-cuneo-libarona-le-ofrecio-sus-servicios-a-tim-ballard-202572919160
https://noticiasargentinas.com/politica/el-ministro-de-justicia-de-javier-milei–mariano-cuneo-libarona–le-ofrecio-sus-servicios-a-tim-ballard_a68894235ff6bb3d63ba7ee33























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