Detenido como uno de los narcotraficantes más buscados del país, Gustavo Bruzzone no era un desconocido para el entorno político de Patricia Bullrich. Militó en su campaña, publicó mensajes de apoyo y hasta le agradeció personalmente en redes. La ministra celebró su captura, pero evitó mencionar su cercanía política.
La historia de Bruzzone expone una contradicción que atraviesa al oficialismo: mientras el discurso se jacta de “ir contra el narcotráfico”, algunos de sus militantes más activos en redes sociales estaban prófugos por causas de tráfico internacional de cocaína. Entre la propaganda moralista y la realidad judicial, se abre un escándalo que la ministra prefiere silenciar.
Gustavo Alejandro Bruzzone no era un nombre cualquiera. Martillero público de más de sesenta años, habituado a los remates y a las apariciones en redes sociales, se convirtió en uno de los diez prófugos más buscados del país. La causa que lo persigue es tan concreta como incómoda: su presunta participación en una red de tráfico internacional de cocaína que intentó enviar más de 1.650 kilos del estupefaciente desde Rosario hacia Europa.
Pero mientras la Justicia lo buscaba, Bruzzone no se escondía en las sombras. Todo lo contrario: tuiteaba, opinaba, militaba. En sus redes sociales se mostraba como un ferviente seguidor del PRO y, en particular, de Patricia Bullrich, la actual ministra de Seguridad. Publicaba mensajes de apoyo, participaba de actos, compartía consignas libertarias y hasta se fotografiaba junto a dirigentes del espacio. Su militancia no era un secreto: diversos medios confirmaron su participación activa durante la campaña de 2023, cuando Bullrich intentó llegar a la presidencia bajo el lema de “orden y coraje”.
En enero de 2024, cuando ya pesaba sobre él una orden de captura internacional, Bruzzone escribió en X (ex Twitter) un mensaje directo a la ministra: “Gracias Patricia Bullrich por tu gestión. Mi vieja está mejor y se está reponiendo del susto”. A simple vista, parecía un agradecimiento más de un seguidor. Pero con el tiempo, la historia cobró otro significado.
La caída de Bruzzone se produjo en julio de 2025, después de casi tres años de fuga. Su detención fue presentada como un “éxito” por la ministra Bullrich, que lo calificó públicamente como “uno de los diez narcos más buscados del país”. Lo curioso fue que, apenas horas después del anuncio oficial, las redes se llenaron de capturas que mostraban a Bruzzone militando para ella. Fotos, posteos y retuits de apoyo al PRO empezaron a circular con una velocidad que el equipo de comunicación del ministerio no pudo contener.
En cuestión de horas, lo que había sido anunciado como un “golpe al narcotráfico” se transformó en un boomerang político. La ministra, que se vanagloria de no tener “ninguna relación con el delito”, había festejado la detención de alguien que no sólo la apoyaba, sino que —según distintas publicaciones— había trabajado en su entorno político inmediato.
Antes de convertirse en fugitivo, Bruzzone llevaba una vida aparentemente normal. Se lo conocía como martillero público, empresario de bienes raíces y asiduo a los remates en el conurbano bonaerense. Sin embargo, las investigaciones federales lo vinculan con una operación transnacional que involucró cargamentos de cocaína en contenedores marítimos con destino a Europa. El expediente, iniciado en Rosario, lo señala como “colaborador logístico” del intento de envío de 1.658 kilos de cocaína, frustrado por las autoridades en 2022.
Durante su tiempo como prófugo, Bruzzone mantuvo una actividad digital inusitada para alguien en su situación. Tuiteaba a diario, compartía consignas contra el kirchnerismo y defendía el discurso de la “seguridad sin grietas”. En sus publicaciones, el tono era casi calcado al de Bullrich: “mano dura”, “orden”, “el que las hace las paga”. Esa exposición fue precisamente la pista que permitió su localización. Según la investigación, su constante presencia online y su red de contactos en el ámbito político fueron claves para que las fuerzas federales lo identificaran.
Tras la detención, el entorno de Bullrich optó por el silencio. No hubo aclaraciones sobre el vínculo personal, ni sobre las fotos ni sobre los mensajes públicos. Fuentes cercanas al ministerio intentaron despegarla del caso asegurando que “no hay relación formal”, aunque jamás negaron la militancia. En paralelo, desde la oposición denunciaron que el gobierno utiliza la bandera de la lucha contra el narcotráfico de forma selectiva, mientras tolera o ignora los vínculos incómodos dentro de sus propias filas.
El episodio se suma a una serie de contradicciones dentro del oficialismo. Mientras Bullrich endurece su discurso contra la droga y promueve políticas de represión interna, la realidad muestra grietas en su propio espacio político. No es la primera vez que un militante o allegado al PRO termina involucrado en causas judiciales vinculadas al narcotráfico o el lavado de dinero. La diferencia en este caso es la magnitud del hecho: un prófugo internacional, públicamente vinculado a la ministra, capturado tras años de exposición mediática.
El caso Bruzzone evidencia la distancia entre el relato y los hechos. Bullrich ha construido su imagen sobre una narrativa de “orden, transparencia y valores”. Sin embargo, cada nueva revelación sobre su entorno parece desmentirla. Mientras el gobierno celebra detenciones, el país asiste a un escenario en el que la connivencia entre poder político, negocios y narcotráfico deja de ser una hipótesis para convertirse en un patrón.
El propio Bruzzone es un símbolo de esa contradicción. Encarna a la perfección el doble discurso: un hombre que se presentaba como “ciudadano ejemplar”, defensor del orden y enemigo de la corrupción, mientras enfrentaba una causa por tráfico internacional de cocaína. Y es también un retrato del presente político argentino: donde el marketing reemplaza a la coherencia, y la impunidad se disfraza de moral.
“Gracias Patricia Bullrich por tu gestión. Mi vieja está mejor y se está reponiendo del susto”, escribió Bruzzone en enero de 2024. “Detuvimos a uno de los diez narcos más buscados del país”, celebró Bullrich en julio de 2025. Dos frases que condensan toda la paradoja del poder: la ministra de Seguridad agradecida por la detención de su propio militante.





















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