Así lo esperan a Milei en la ciudad de Junín

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La llegada de Javier Milei a Junín expone la herida abierta de una ciudad fracturada por la paralización de la obra pública. Un paso bajo nivel abandonado desde diciembre de 2023 dejó a la localidad partida en dos, afectó la vida cotidiana de miles de personas y condenó a la ruina a decenas de comerciantes. Mientras tanto, el Presidente elige el silencio o la evasión, refugiándose en actos partidarios mientras las calles hablan por sí solas.

Junín, al igual que tantas ciudades del interior, es hoy la prueba palpable de lo que significa gobernar con la motosierra en mano. Lo que en junio de 2023 se presentó como una obra estratégica para la conectividad urbana y el desarrollo comercial se convirtió, en apenas unos meses, en un símbolo de abandono. El paso bajo nivel sobre la avenida Rivadavia, arteria vital de la ciudad, se detuvo con apenas un 15% de avance y jamás volvió a retomarse. Desde entonces, la localidad vive con una división absurda que obliga a los vecinos a recorrer largas cuadras para cruzar de un lado al otro, soportando embotellamientos en horas pico y pérdidas económicas incalculables.

No se trata solo de una cuestión de tránsito. La vida diaria quedó trastocada hasta lo ridículo: los bomberos quedaron de un lado, la Policía del otro; el hospital de un lado y las clínicas en el opuesto. Para cualquier emergencia, esos metros de distancia se transforman en una pesadilla que puede costar caro. Y en el medio, los comercios de la zona, golpeados hasta la asfixia. “Acá en la zona ya cerraron 14 locales y uno de esos comercios fue mío y tengo otro tambaleando, producto de la parálisis de la obra que derivó en la falta de movimiento de gente”, relató un vecino que decidió ponerle voz a lo que muchos sienten. El lamento no es solo económico: es también la sensación de haber sido arrojados al olvido por un gobierno que prometió dinamitar el statu quo pero que en los hechos lo que hizo fue dinamitar comunidades enteras.

La indignación quedó plasmada en los pasacalles que recibieron a Milei en su visita de campaña. Vecinos y comerciantes se organizaron para que su reclamo no pudiera ser invisibilizado. En paralelo, convocaron a una marcha en la plaza 25 de Mayo, reclamando lo que debería ser obvio: la reanudación inmediata de la obra que mantiene secuestrada a toda la ciudad. El contraste entre el acto partidario en el Teatro San Carlos, con capacidad para apenas 2000 personas, y la multitud en las calles gritando por su derecho a vivir dignamente, es la postal más nítida del divorcio entre un gobierno que solo piensa en votos y un pueblo que exige soluciones.

Desde el Partido Justicialista local, el repudio fue tajante: “Junín fue abandonada por su gobierno y hoy seguimos padeciendo las consecuencias. El paso bajo nivel de calle Rivadavia, una obra fundamental para el desarrollo urbano y para la vida cotidiana de vecinos y comerciantes, permanece inconcluso, generando pérdidas económicas incalculables y una enorme dificultad en la circulación”. El comunicado también apuntó contra el desfinanciamiento universitario, que golpea a la Universidad Nacional del Noroeste Bonaerense, con sede central en la ciudad. Otra muestra del desprecio de la administración Milei por la educación pública y la integración territorial.

Pero la responsabilidad no recae únicamente en la Casa Rosada. El intendente Pablo Petracca, alineado con Jorge Macri y en funciones desde 2015, aparece como un actor silencioso en esta trama. Aunque supo distanciarse de la alianza entre el PRO y La Libertad Avanza, los vecinos denuncian que jamás se animó a plantarse frente al gobierno nacional. Tal es la desidia que fueron los propios comerciantes quienes, cansados de esperar, presentaron un recurso de amparo para exigir definiciones. La Justicia llegó a ordenar a ADIFSE que resolviera en 30 días si continuaba con el proyecto o reabría el paso, pero la decisión fue apelada y quedó ahora en manos de la Cámara Federal. La política, una vez más, pateando la pelota para adelante mientras la ciudad se hunde en el pantano de la parálisis.

La postal de Junín es, en realidad, la radiografía de lo que ocurre a lo largo y ancho del país. Miles de obras frenadas por decisión del Gobierno nacional, miles de comunidades que vieron cómo la promesa del progreso se convertía en escombros. Y en el medio, un presidente que no admite errores, que se victimiza ante cada crítica y que prefiere responsabilizar al Congreso o a supuestas conspiraciones antes que reconocer la brutalidad de sus políticas de ajuste. El caso del paso bajo nivel en Junín es apenas uno de los tantos capítulos de una novela de abandono que se escribe a diario en cada rincón de la Argentina.

Lo más perverso es que mientras Milei se pasea por los escenarios con discursos incendiarios contra la “casta”, en ciudades como Junín la casta del poder se muestra intacta: funcionarios que se desentienden de sus responsabilidades, un intendente que mira para otro lado y un gobierno nacional que castiga a las provincias y municipios con la excusa de la austeridad fiscal. La austeridad, claro, nunca se aplica a los privilegios de la élite que lo rodea, pero sí se descarga con saña sobre comerciantes, trabajadores y estudiantes.

Junín votó mayoritariamente a Milei en el balotaje de 2023. Hoy, esa misma ciudad lo recibe con pasacalles que son, en realidad, gritos de desesperación. Una comunidad partida en dos, literal y simbólicamente, que ya no cree en las promesas y que entiende que la motosierra del Presidente no corta privilegios sino vidas. El abandono de la obra pública es, quizás, la metáfora más clara de un proyecto de gobierno que se alimenta del despojo y que considera prescindibles a los que, con esfuerzo, sostienen la vida cotidiana del país real.

La pregunta es cuánto más se puede resistir. Cuánto tiempo más puede una ciudad soportar la incertidumbre, el ahogo económico y el desgarramiento de su tejido social sin respuestas concretas. Milei llega a Junín para pedir votos, pero lo que la ciudad le pide a él es algo mucho más elemental: que cumpla con lo básico, que garantice condiciones mínimas para que las personas puedan vivir y trabajar. Si ni siquiera eso está dispuesto a conceder, entonces no se trata solo de un gobierno de ajuste, sino de un experimento cruel que convierte a los ciudadanos en rehenes de la indiferencia estatal.

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