Un tuit del presidente Javier Milei es citado como prueba en una demanda millonaria en EE.UU. contra una empresa cripto con la que se lo vincula. ¿Libre mercado o manipulación financiera desde el poder? El elogio público de Javier Milei a la moneda digital LIBRA no fue una mera expresión de simpatía libertaria. En Estados Unidos, inversores lo citan en una demanda por estafa multimillonaria como prueba clave del presunto esquema fraudulento. ¿Puede un tuit presidencial convertirse en una herramienta de manipulación financiera? ¿Hasta dónde llega la responsabilidad del primer mandatario cuando sus palabras son capitalizadas para atraer incautos?
La libertad, entendida como el fin supremo de todo proyecto político, puede tornarse un boomerang cuando se confunde con impunidad. Javier Milei, ferviente defensor del ideario libertario, ha llevado esa confusión a escala internacional. El caso de la criptomoneda LIBRA, hoy envuelta en un escándalo judicial en Estados Unidos, lo demuestra de manera rotunda. En el centro del litigio, un elemento insoslayable: un tuit del propio presidente argentino promocionando la criptomoneda. No como un simple ciudadano entusiasta de la descentralización financiera, sino como el jefe de Estado de una nación, cuya palabra tiene peso diplomático, económico y simbólico.
El 10 de diciembre de 2023, apenas horas después de haber asumido como presidente, Javier Milei citó la cuenta oficial de LIBRA en la red social X (ex Twitter) para agradecerles una imagen suya. El gesto, aparentemente inocuo, adquirió dimensiones insospechadas. El mensaje de Milei, lejos de pasar desapercibido, fue usado como prueba de legitimidad en una demanda judicial presentada por inversores en Nueva York que acusan a LIBRA de estafa y manipulación financiera. Es decir: lo que parecía un guiño del mandatario se convirtió en un argumento central en un pleito legal de proporciones millonarias.
El documento presentado en la corte del Distrito Sur de Nueva York por los demandantes no deja lugar a dudas: el tuit de Milei es considerado parte del andamiaje de promoción fraudulenta de LIBRA. No es la única figura pública implicada. También se señala al exboxeador Mike Tyson, lo que refuerza la sospecha de que detrás del proyecto se construyó un andamiaje de “validación” pública para seducir a inversores con promesas vacías. Pero lo de Milei reviste una gravedad especial: no estamos ante un influencer, ni siquiera ante un político marginal, sino ante un presidente en funciones que utiliza su cargo para avalar, incluso de manera implícita, un activo financiero que hoy es denunciado como estafa.
Los demandantes aseguran que Milei contribuyó a inflar artificialmente el valor de LIBRA con su mención en redes sociales. Su rol en la promoción del token es calificado de “influencia directa en el mercado”. No hay espacio aquí para las ambigüedades. El relato libertario de la «mano invisible» del mercado colapsa cuando el propio Estado —o su máxima autoridad— introduce ruido en la transparencia que se proclama. ¿Puede un presidente recomendar, sugerir o validar una inversión financiera sin asumir ninguna consecuencia política ni legal?
En este caso, el daño no es solamente financiero. También es institucional. El hecho de que un presidente electo mencione positivamente un activo cripto sin ningún tipo de aclaración, advertencia o desmarque posterior, pone en duda su compromiso con las reglas mínimas de ética pública. A esto se suma un elemento alarmante: la falta de reacción posterior del gobierno. No hubo aclaraciones, no se desmintió ninguna vinculación, no se ofreció ningún tipo de deslinde. El silencio cómplice se convirtió en parte del problema.
Según los demandantes, LIBRA fue vendida como una promesa de retorno extraordinario. Muchos cayeron en la trampa. Compraron tokens, invirtieron ahorros, confiaron en las “señales” del mercado. Pero las señales eran humo, y el humo estaba alimentado por nombres rutilantes que actuaron como garantes simbólicos del proyecto. Milei, con su tuit, fue uno de ellos. Su intervención se volvió funcional a un esquema que, de probarse, configura un mecanismo de fraude internacional con consecuencias aún imprevisibles.
Por supuesto, los defensores del presidente apelarán a la libertad de expresión. Argumentarán que el mensaje fue una cortesía, una simple interacción digital. Pero ese argumento se desvanece cuando se analiza el contexto. Milei no es un tuitero más. Es el titular del Poder Ejecutivo de un país que atraviesa una crisis económica feroz, donde miles de ciudadanos buscan refugio en instrumentos financieros alternativos frente a la incertidumbre del peso, la inflación galopante y la falta de regulación. En ese escenario, cada palabra presidencial tiene impacto económico.
Lo más inquietante es que no se trata de un hecho aislado. La afinidad de Milei con el mundo cripto es conocida. Su discurso anti-Estado y su defensa irrestricta del mercado desregulado lo convierten en una figura atractiva para ciertos proyectos financieros de dudosa legitimidad. Pero cuando esa afinidad se traduce en aval público desde el máximo cargo de representación institucional, el problema ya no es ideológico: es legal, ético y político.
Resulta casi irónico que un presidente que se jacta de “no tener amigos en la política” haya terminado asociado a un presunto esquema de estafa cripto que, según las denuncias, repartió tokens entre celebridades para generar confianza artificial. Mientras el gobierno ajusta brutalmente a jubilados, trabajadores y universidades, un simple tuit presidencial puede ser usado como palanca para inflar activos financieros cuya utilidad y transparencia son, como mínimo, discutibles.
El caso LIBRA abre una grieta incómoda en el relato libertario: ¿quién protege a los ciudadanos cuando el propio jefe del Estado alienta, aún sin quererlo, operaciones de alto riesgo? ¿Dónde queda la responsabilidad política cuando la palabra presidencial es utilizada como carnada para estafas? ¿Puede hablarse de libertad de mercado cuando los líderes se convierten en actores activos de la manipulación?
La respuesta, por ahora, no está en la Justicia argentina, que guarda un sospechoso silencio, ni en el gobierno nacional, que mira hacia otro lado. Está en una corte estadounidense, donde el nombre de Javier Milei aparece ya no como economista excéntrico o outsider antisistema, sino como pieza clave en un entramado legal que podría costarle caro —no solo a él, sino a la reputación de todo un país.
Fuente:
https://www.pagina12.com.ar/846115-caso-libra-el-tuit-de-milei-en-el-centro-de-la-demanda-en-es





















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