Crisis total: el plan Milei se desmorona entre fuga de dólares, inflación y corrupción

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El oficialismo asegura que la “estabilidad” continúa, pero los datos, las contradicciones internas y la dependencia absoluta del financiamiento externo exponen una fragilidad estructural que ni el apoyo de Donald Trump ni la reciente victoria electoral alcanzan para disimular. A la vez, el peronismo tampoco logra resolver debates centrales sobre deuda, modelo de país y agenda social.

A casi un mes de la victoria electoral del oficialismo, la escena política vuelve a mostrar un espejo incómodo para Javier Milei. Lejos de tener el terreno despejado que prometía la “nueva etapa”, el gobierno sigue atrapado en los mismos problemas estructurales que lo llevaron al borde del colapso antes del 26 de octubre. Las señales de alerta provienen de todos los frentes: la economía no da tregua, el endeudamiento se vuelve más riesgoso, las inversiones siguen sin llegar, la inflación se recalienta y los escándalos de corrupción salpican al Ministerio de Economía. Mientras tanto, las internas entre Karina Milei y Santiago Caputo ya alcanzan niveles de película.

El gobierno vende una narrativa de “estabilidad”, pero incluso quienes acompañan al oficialismo se preguntan de qué estabilidad se habla. Milei ostenta una ventaja política real: después del triunfo electoral le resulta más sencillo construir mayorías en el Congreso. Pero esa fortaleza institucional contrasta con una debilidad macroeconómica inocultable. Los números mandan, y los números no acompañan.

El riesgo país —ese indicador que al oficialismo le resulta vital para acceder a los mercados internacionales— volvió a dispararse. Hace pocos días había perforado los 600 puntos, pero rápidamente escaló a 650. Para cualquier ciudadano esto puede parecer un dato lejano, casi insignificante. Sin embargo, para la hoja de ruta del gobierno es central: Milei y su equipo ya reconocieron que para enfrentar los vencimientos de deuda del año que viene —unos 9.000 millones de dólares— no piensan acumular reservas, sino pagar tomando nueva deuda externa. Para lograrlo, necesitan un riesgo país por debajo de los 500 puntos. No lo consiguieron antes y tampoco ahora, ni siquiera con el aval explícito de Donald Trump ni con la euforia poselectoral del oficialismo.

La preocupación se profundizó después de que bancos internacionales filtraran que no desembolsarán los 20.000 millones de dólares que el gobierno daba por asegurados. Apenas ofrecerían 4.000 millones para cubrir vencimientos inmediatos, como el de enero. El ministro Luis Caputo intentó negar que la operación hubiera estado en marcha, pero los registros públicos lo desmienten. Los videos están, los archivos también. La realidad es que los bancos dudan de que Argentina pueda devolver lo que pide. Y dudan, entre otras razones, porque Milei insiste en que no acumulará reservas, condición imprescindible para cualquier prestamista.

Si esa tensión en los mercados sacude al gobierno, la inflación hace lo propio puertas adentro. En octubre fue del 2,3%, por encima del 2,2% registrado en enero, lo que significa que en todo el año 2025 la gestión Milei no logró reducirla. Y lo más grave es que lleva seis meses consecutivos en ascenso, con noviembre proyectado incluso más alto. La promesa fundacional de bajar la inflación —que fue su motor político y simbólico— está hoy completamente desdibujada.

Mientras tanto, la inversión extranjera directa —el supuesto salvavidas que iba a llegar con la “confianza” internacional en Milei— se volvió negativa. No solo no entran dólares: salen más de los que llegan. Empresas que se van, que cierran, que remiten utilidades al exterior, que dejan planteados retiros progresivos. Lo que sí crece es el endeudamiento de provincias y compañías locales, que aprovechan cualquier rendija para financiarse afuera. Pero ese aumento de deuda privada no reemplaza el ingreso de capital productivo, que sigue sin aparecer.

A esta situación se suma un problema más cotidiano, tangible para cualquier trabajador o familia: el endeudamiento masivo vía crédito. Los salarios están pulverizados, las tarifas se disparan, la canasta alimentaria sube sin freno y buena parte del mes se sostiene con la tarjeta de crédito. No es casual que la mora en créditos personales ya alcance el 9,1% y en tarjetas el 6,7%. Son los peores valores desde que existen registros, es decir, desde 2010. La “recuperación” que Milei promete se topa con una sociedad exhausta, que vive con ingresos congelados y tasas de financiamiento que devoran la mitad del sueldo antes de empezar el mes.

También en el terreno político y judicial la escena es explosiva. El escándalo de la ANDIS sigue creciendo y ya forzó la renuncia de la hija de Miguel Calvete y de su hermana, ambas funcionarias del Ministerio de Economía. El yerno de Calvete —Cardini, que además es subsecretario de Economía— continúa en su cargo. En la casa de este entramado encontraron 700.000 dólares sin declarar. Y todavía falta que Caputo responda por qué parte de su equipo estuvo involucrado en un esquema que involucra desvío de fondos destinados a personas con discapacidad.

El silencio oficial es ensordecedor. El vocero Manuel Adorni evita el tema y no hay conferencias de prensa donde se permita preguntar. ¿Quién los puso? ¿Quién los sostuvo? ¿Qué responsabilidad le cabe al ministro? Nada se explica. Nada se aclara.

A este cuadro se le suma otro ingrediente tóxico: las internas dentro del gobierno. La pelea entre Karina Milei y Santiago Caputo escaló a tal punto que un enviado de Caputo llegó a la casa del director de la SIDE para exigirle la renuncia, en un operativo nocturno con autos oficiales que parecía sacado de una serie de espionaje barata. El funcionario, sorprendido en ropa interior, se negó a firmar. La versión, tan grotesca como real, muestra un gobierno dividido, sin conducción clara y con operaciones cruzadas que se multiplican sin control.

Pero el espejo no solo incomoda a Milei: también refleja las contradicciones del peronismo. La reunión de Cristina Kirchner con nueve economistas desató un terremoto político y judicial, pero sobre todo expuso que el peronismo todavía no tiene una posición unificada sobre el tema más determinante de la economía argentina: la deuda externa. El documento que le entregaron a la expresidenta propone decirle al FMI que solo se pagarán 19.000 millones de dólares, correspondientes a lo que permite el estatuto, y no los 59.000 millones que hoy reclama el organismo. Eso implicaría desconocer 40.000 millones, un virtual default que podría redefinir la relación con el Fondo, pero también abrir una crisis internacional impredecible.

La discusión no es menor: ¿cómo se sale del laberinto del endeudamiento sin capacidad de pago real? ¿Se acumulan reservas? ¿Se negocia una quita profunda? ¿Se rompe con el Fondo? ¿Se acepta una devaluación? ¿Se reimponen controles cambiarios? El documento planteó todas esas posibilidades y más, pero lejos de generar consenso, reavivó viejas heridas dentro del peronismo. El debate económico sigue siendo tan fragmentado como en los últimos años del Frente de Todos.

En este contexto, Milei apuesta a sostenerse “de puente en puente”, confiando en que sus respaldos externos lo alcancen para llegar a 2027. Pero la política internacional tampoco le ofrece certidumbre. Donald Trump —su máximo aliado— se muestra volátil, ambiguo, negociador antes que ideológico. Lo demostró al elogiar al alcalde de Nueva York, alguien a quien Milei y sus seguidores habían demonizado. Si su apoyo es una pieza clave del plan económico argentino, depender de su imprevisibilidad es una señal alarmante.

Mientras tanto, medios internacionales como The Wall Street Journal, Financial Times y Bloomberg describen una realidad económica mucho más frágil de la que se cuenta en Argentina. Y cuando una simple nota periodística puede hacer saltar 70 puntos el riesgo país en un día sin actividad local, queda claro que la estabilidad es una ilusión sostenida por hilos cada vez más delgados.

La economía argentina se encuentra atrapada entre un gobierno sin plan de salida y una oposición que tampoco logra articular una propuesta concreta para hablarle a la sociedad. La gente quiere saber cómo va a vivir mañana, cómo va a pagar el alquiler, cómo va a llegar a fin de mes, cómo se recuperarán los salarios, cómo se reconstruirá la industria, cómo se frenará la pobreza. Y en ninguno de los dos espacios esa agenda aparece en primer plano.

La foto es clara: Milei no resolvió ninguno de los problemas estructurales del país y el peronismo todavía no logra acordar cómo debería hacerlo. Ambos chocan contra su propio espejo, uno por incapacidad y soberbia, el otro por parálisis y dudas internas. Mientras tanto, la sociedad mira, espera y paga las consecuencias.

Fuente:

Futurock – “Milei y el peronismo se chocan contra el espejo | Entre 4 Paredes con Gabriel Sued”
https://futurock.fm

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