El episodio ocurrió en cuestión de segundos, pero condensó de manera brutal el clima social que atraviesa la Argentina del ajuste permanente. Manuel Adorni —el ex vocero presidencial devenido jefe de Gabinete del gobierno de Javier Milei— ingresó al colegio Juan XXIII, en Flores, rodeado por su habitual comitiva de asesores y custodios, en una recorrida que pretendía mostrarse como un gesto de cercanía con la comunidad educativa. Lo que no esperaba era encontrarse cara a cara con un vecino que, harto, decidió decirle en la cara lo que miles expresan todos los días en redes sociales, en la calle y en los pasillos de escuelas que sobreviven entre recortes.
El video, que ya circula como pólvora, muestra al hombre acercándose sin titubeos, con una indignación cruda y sin efectos especiales. Lo encara a centímetros y le escupe: “Adorni, sos una basura. Vos y tu séquito de cipayos. No sos bienvenido acá.” La reacción inmediata del funcionario es reveladora: una sonrisa nerviosa, la incomodidad corporal de quien quisiera evaporarse y el retroceso casi instintivo mientras la seguridad intenta contener la escena, que lejos de aplacarse, escala.
Es entonces cuando el vecino saca una correa de perro y se la ofrece. No es un gesto casual ni una provocación improvisada. Es una referencia directa al universo simbólico del propio Milei, a los memes y rumores sobre sus supuestas comunicaciones espirituales con Conan, su perro fallecido, una historia que el presidente alimentó con declaraciones ambiguas, mitad show, mitad misticismo. “Tomá, para que pasees a Conan, que es más fantasma que vos”, remata el vecino. El golpe es quirúrgico: combina burla, deslegitimación y un nivel de ironía política inoxidable para la cultura digital.
Adorni intenta sostener la escena, pero solo consigue acelerar su retirada. “Se tuvo que ir corriendo”, sintetizan las redes. Y no exageran: es exactamente lo que se ve en los 45 segundos de un video donde el poder retrocede ante un vecino que simplemente no quiso callarse más.
El escrache no es un hecho aislado. De hecho, se inscribe en un patrón que viene creciendo desde principios de año. En octubre, durante la jornada electoral, Adorni fue increpado de forma casi calcada al salir de votar en Parque Chacabuco: “sos una basura”, “cipayo”, “vende patria”. Los insultos fueron idénticos porque la bronca es la misma: un gobierno que avanza sobre educación, salud y salarios mientras exige paciencia infinita a los sectores que menos tienen.
El rechazo hacia Adorni también arrastra episodios propios. En marzo de 2024, cuando aún era vocero, protagonizó una polémica nacional tras burlarse de un estudiante que se desmayó en un acto con Milei. Aquella vez, la indignación fue masiva. Y la memoria social recupera rápido lo que nunca debió haber sido aceptable.
Lo ocurrido en Flores no es “un vecino exaltado” ni un exabrupto. Es la expresión de un hartazgo que atraviesa especialmente a las comunidades educativas, golpeadas por recortes que achican programas, deterioran condiciones de trabajo y desfinancian escuelas. Adorni llegó al Juan XXIII para la típica postal institucional; se fue con una escena que sintetiza mejor que cualquier informe lo que sienten hoy docentes, familias y estudiantes frente a un gobierno que habla de libertad mientras ajusta derechos básicos.
El elemento de la correa, lejos de ser un chiste aislado, funciona como símbolo perfecto de la desconexión entre el discurso místico-marketinero de la Rosada y la realidad concreta de los barrios. El “perro fantasma” es parte del folklore digital que se volvió arma discursiva: una forma de contestar el relato presidencial con el mismo lenguaje que el poder instaló sin medir consecuencias.
El escrache en Flores muestra algo más profundo: el deterioro de legitimidad de una gestión que ya no logra caminar tranquila ni en una escuela. La distancia entre el “éxito” autoproclamado por el gobierno y la vida real de la gente se achica cada vez que un vecino toma la palabra sin permiso. Y en esos momentos, aunque duren 45 segundos, queda expuesto lo que ningún informe oficial puede ocultar.








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