¿Y Ahora? El gobierno de Milei enfrenta vencimientos de deuda por casi $10 billones antes de fin de mes

Mientras el Gobierno festeja una desaceleración inflacionaria con aires de épica, el Ministerio de Economía enfrenta vencimientos de deuda por casi $10 billones antes de fin de mes. ¿Qué esconde la calma cambiaria y el entusiasmo por los bonos?

El relato libertario sobre la supuesta estabilidad financiera encuentra en los mercados una adhesión selectiva, pero volátil. Con el país aún clasificado como “standalone” y sin acceso real a financiamiento internacional, los bonos en pesos se convierten en una adicción que, si no se controla, puede detonar más temprano que tarde. La desinflación es, por ahora, una burbuja sostenida por tasas irreales y una peligrosa bola de nieve de deuda indexada.

El Ministerio de Economía se enfrenta a una cuenta regresiva que, aunque disfrazada de tecnicismos y declaraciones entusiastas, tiene la forma brutal de casi $10 billones en vencimientos de deuda en pesos. Esta cifra, colosal en sí misma, resume a la perfección el modelo financiero de Javier Milei: un castillo de naipes sostenido con letras, bonos, promesas de desinflación y, sobre todo, la esperanza ciega de que el mercado siga comprando lo que el Estado le vende, aún sin un plan productivo que respalde semejante estructura.

El próximo miércoles será una prueba clave. La Secretaría de Finanzas saldrá a seducir a los inversores con un nuevo menú de títulos. En la carta, habrá nuevamente Bonte 2030, esta vez por 500 millones de dólares, y opciones de corto plazo pensadas a medida de los fondos comunes de inversión. El objetivo, como siempre, es evitar el default doméstico a toda costa, aun cuando eso implique seguir refinanciando deuda con más deuda.

En la primera licitación del mes, con vencimientos por $3,8 billones, el secretario Pablo Quirno logró una renovación del 168%. Un número que a simple vista parece sólido, pero que oculta un fenómeno preocupante: el mercado sigue prestando porque espera tasas por encima de la inflación proyectada, no porque crea en un futuro económico sostenible.

El detalle no es menor. Las tasas de los bonos colocados en la última semana oscilaron entre el 30% y el 35%, lo cual implica un costo financiero creciente que algún día habrá que pagar. El Gobierno, mientras tanto, se embriaga con el relato de la desinflación, apostando a una tendencia descendente en los precios que no está ni consolidada ni garantizada.

La mayor parte del vencimiento de fin de mes se concentra en tres instrumentos: una Lecap por $6 billones, un Bonte por $2,3 billones y un Boncer por $1,7 billones. Es decir, una combinación explosiva de títulos a tasa fija, bonos atados a la inflación y compromisos en dólares. Todo esto en un contexto en el que Argentina sigue siendo considerada, por el índice MSCI, como “standalone”, una categoría que en lenguaje de mercado significa básicamente “país excluido”.

A pesar de ese dato estructural –que ningún funcionario del gobierno libertario menciona–, los inversores parecen dispuestos a seguir entrando en la rueda. ¿Por qué? Porque el carry trade es tentador, porque los retornos prometidos superan la inflación medida, y porque el tipo de cambio, al menos por ahora, se mantiene en una calma artificial, producto del cepo, la represión financiera y una pax cambiaria que no se condice con las reservas reales del Banco Central.

Desde GMA Capital lo expresan sin eufemismos: el mercado “se está acostumbrando a una rareza en Argentina: que el premio de los pesos sea más alto que el avance de precios”. ¿Qué significa esto? Que los ahorristas y especuladores están recibiendo rendimientos positivos en términos reales por sus depósitos y bonos, una anomalía que sólo se puede mantener a costa de más deuda.

El entusiasmo llega al punto de proyectar una inflación del 1,5% mensual hasta octubre, una cifra optimista si se la compara con el 1,8% que espera el REM. Pero incluso en ese escenario ideal, la estructura de tasas y vencimientos no cierra. El propio análisis de GMA revela que los retornos esperados para los bonos CER, Dollar Linked y TAMAR superan en todos los casos el 30% anual. Es decir, el Gobierno necesita seguir pagando intereses altísimos para que el juego no se caiga.

Este modelo recuerda peligrosamente al esquema de las Leliq, aunque con una máscara nueva. La lógica es la misma: sostener la ilusión de estabilidad a través del endeudamiento en moneda local, mientras se relega cualquier intento de reactivación económica real. No hay inversión en obra pública, no hay impulso a la industria nacional, no hay política de desarrollo. Sólo deuda.

El plan Milei, que se autodefine como “motosierra y licuadora”, está dejando una estela de tierra arrasada en el tejido productivo y social. Sin embargo, sigue contando con el respaldo de un sector financiero que se beneficia, al menos en el corto plazo, del festival de bonos. Pero este enamoramiento no es eterno. Basta que se altere alguna variable –una corrida cambiaria, un revés judicial, una crisis política– para que el mercado huya hacia activos más seguros.

Además, está el gran elefante en la sala: la sostenibilidad de la deuda en pesos. Si bien los vencimientos de este mes son inmensos, lo más preocupante es lo que vendrá en 2026. Algunos analistas ya advierten que la estrategia del Gobierno podría estar comprometiendo la capacidad de refinanciar esa deuda en el futuro. Y lo que hoy parece gobernabilidad basada en bonos, mañana podría convertirse en ingobernabilidad a secas.

El supuesto “milagro desinflacionario” que exhibe el oficialismo tiene más de arte prestidigitador que de política económica seria. La caída del consumo, el ajuste salvaje y la represión del gasto público explican la baja de precios más que cualquier mérito técnico. Mientras tanto, la bola de nieve de la deuda en pesos sigue creciendo. Y lo hace en silencio, con el aval de bancos, fondos comunes y operadores que juegan al límite, sabiendo que si todo estalla, no serán ellos quienes paguen el precio.

En este juego de apariencias, el Gobierno puede seguir afirmando que la inflación baja y que los mercados confían. Pero la realidad es mucho más frágil de lo que parece. La estabilidad es un espejismo sostenido por letras y bonos. Y como toda burbuja financiera, tarde o temprano revienta.

Fuente:

https://www.ambito.com/economia/el-ministerio-economia-enfrenta-fuertes-vencimientos-el-cierre-junio-n5972606

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