Señal de alerta: el Gobierno no logró cubrir el total de los vencimientos de deuda en pesos

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Ni con tasas al 70% pudo convencer: los bancos marcan la cancha y el oficialismo muestra señales de debilidad financiera en medio de un ajuste brutal que empieza a crujir por todos lados. Mientras el Gobierno insiste en mostrar una supuesta solidez económica, el mercado lanza una advertencia clara: los bancos no compran el relato. A pesar de las tasas exorbitantes ofrecidas, el Ministerio de Economía no logró renovar el total de los vencimientos en pesos, lo que deja al descubierto los límites de un modelo financiero que comienza a resquebrajarse.

El relato del “superávit” y la “motosierra” no puede maquillar lo evidente: el mercado está perdiendo la confianza en el experimento libertario de Javier Milei. A pesar de ofrecer rendimientos siderales, cercanos al 70% nominal anual, el Gobierno no logró renovar más del 75% de la deuda en pesos que vencía en la última licitación. Los números no mienten. El Ministerio de Economía recibió ofertas por $7,9 billones, pero sólo convalidó $6,5 billones, de un total de vencimientos por $8,7 billones. En criollo: faltaron casi $2,2 billones para cubrir la totalidad de los pagos, un agujero significativo para un Estado que presume estar ajustando sin anestesia.

Pero el dato más inquietante no está solo en la cifra en sí, sino en lo que revela. No estamos ante una cuestión técnica ni un error de cálculo: el mensaje es político y financiero. Los bancos y fondos de inversión están empezando a tomar distancia. Incluso con tasas usurarias, el interés fue menor al esperado. Esto, en un contexto donde el Gobierno no deja de elogiar su propio ajuste, resulta una señal de alarma que desarma el optimismo oficialista.

Las tasas convalidadas en la licitación hablan por sí solas. Se pagó una tasa nominal del 68,7% para la letra que vence el 14 de octubre y del 69,4% para la que vence el 13 de noviembre. Es decir, tasas elevadísimas en un intento desesperado por captar financiamiento sin recurrir a la emisión monetaria, ese demonio que Milei jura combatir a capa y espada. El problema es que ni así alcanzó. Los actores del mercado, tan venerados por el oficialismo, decidieron no convalidar todo el roll-over. Y eso debería preocupar, y mucho.

Porque si el mercado —ese mismo que Milei idolatra y considera juez supremo— comienza a marcarle los límites, el margen de maniobra se achica peligrosamente. La lógica “todo se resuelve con confianza” empieza a hacer agua. La confianza, justamente, no se impone con discursos grandilocuentes ni cadenas nacionales plagadas de autoelogios, sino con resultados concretos. Y el dato duro es que esta vez no hubo rollover completo.

Este episodio no es aislado ni casual. Se produce en un contexto de creciente tensión política, incertidumbre económica y una inflación que, si bien desacelera por caída del consumo y la brutal recesión, sigue carcomiendo el poder adquisitivo. El relato del déficit cero comienza a chocar con las contradicciones de un modelo que no encuentra respaldo en su propio pilar: el financiamiento de corto plazo.

La estrategia del Gobierno fue clara: acotar la emisión monetaria, mantener un ancla fiscal feroz y captar pesos a través de deuda. Para ello, se han endeudado agresivamente en el mercado doméstico, con instrumentos que vencen en los próximos meses, como si el 2026 no existiera. Una bomba de tiempo que, tarde o temprano, habrá que desactivar. El propio Tesoro confirmó que los títulos adjudicados esta semana fueron dos letras a tasa fija, una con vencimiento el 14 de octubre y otra el 13 de noviembre. Todo en el cortísimo plazo.

Es decir, no sólo el Gobierno no logró renovar la totalidad de sus vencimientos, sino que lo que consiguió fue a un costo financiero altísimo y con compromisos que vencen dentro de unos pocos meses. Una lógica cortoplacista que desmiente el relato de una macroeconomía ordenada. Lo que está haciendo Milei es patear la pelota para adelante, mientras celebra que el déficit fiscal se haya reducido. Pero ¿a qué costo? Y más importante aún, ¿por cuánto tiempo podrá sostener esta ficción?

Lo más insólito es que el propio mercado parece estar diciendo “basta”. En otras palabras, ni con tasas de casi el 70% lograron convencer a los jugadores de siempre. En cualquier otro momento de la historia reciente, semejante rendimiento habría generado una sobredemanda. Pero esta vez no. Porque el mercado no se mueve por simpatía ideológica. Ni siquiera por afinidad doctrinaria. El mercado quiere certezas, no relatos fundacionales.

Las preguntas que surgen son incómodas pero necesarias: ¿estamos ante un principio de agotamiento del modelo financiero libertario? ¿Qué pasará si en las próximas licitaciones tampoco logran cubrir el total de los vencimientos? ¿Hasta cuándo resistirá la narrativa del déficit cero si los propios bancos empiezan a soltar la mano?

El gran problema de fondo es que este Gobierno construyó todo su relato sobre un pilar inestable: la confianza ciega del mercado. Pero esa fe no es eterna. Tiene límites. Y esta licitación lo ha demostrado con brutal claridad.

Claro que el oficialismo intentará relativizar el traspié. Seguramente hablarán de “reperfilamiento natural”, “madurez del mercado” o cualquier otro eufemismo para evitar reconocer la realidad. Pero los datos están ahí. Con una tasa nominal de casi el 70%, no lograron renovar ni el 80% de los vencimientos. En cualquier manual básico de finanzas públicas, eso se llama desconfianza.

Y cuando la desconfianza se cuela por las grietas, todo el edificio tambalea. Por ahora, el Gobierno evita la emisión a toda costa y festeja recortes presupuestarios como si fueran trofeos de guerra. Pero la economía real, la que camina por la calle y no por el Excel de Caputo, empieza a resentirse. Y lo que pasó en esta licitación podría ser apenas un síntoma precoz de una crisis más profunda.

Porque si los bancos no quieren seguir financiando al Tesoro, ni siquiera a costa de tasas delirantes, ¿quién lo hará? ¿Y a qué precio? ¿O acaso Milei planea seguir endeudándose en pesos a tasas imposibles para alimentar una ficción que tarde o temprano hará implosión?

Lo cierto es que esta licitación expuso con crudeza los límites de un modelo que, más allá del marketing político y los slogans de TikTok, necesita credibilidad genuina. Y esa, a diferencia del déficit fiscal, no se ajusta con motosierra.

Fuente:
https://www.clarin.com/economia/pese-pagar-altas-tasas-bancos-gobierno-renovo-solo-75-pagos-deuda-pesos_0_RqvEPKFOat.html

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