El presidente Javier Milei volvió a cancelar una actividad pública en el interior del país. Esta vez fue en Santa Fe, donde los incidentes y el rechazo popular lo obligaron a suspender una caravana y refugiarse en un hotel. La escena refleja un síntoma político que se repite: el mandatario no puede caminar entre la gente sin ser increpado.
La jornada en Santa Fe estaba pensada como un acto de campaña, una caravana y caminata por la tradicional peatonal San Martín, donde el presidente intentaría mostrarse cercano a los vecinos y reforzar su imagen en el interior productivo del país. Pero el intento terminó en un nuevo papelón. Manifestantes opositores, organizaciones sociales y vecinos autoconvocados se concentraron para rechazar su visita y protestar contra las políticas de ajuste del gobierno nacional. Los enfrentamientos con la custodia presidencial y los seguidores libertarios no tardaron en producirse.
Hubo empujones, insultos, lanzamiento de huevos y destrozos en un gazebo montado por militantes de La Libertad Avanza. El clima se tensó al punto de obligar a la seguridad presidencial a suspender la actividad y evacuar rápidamente al mandatario hacia un hotel cercano, donde finalmente se limitó a saludar desde un balcón. Cuatro personas fueron detenidas por los disturbios, aunque desde el propio gobierno provincial aclararon que la prioridad fue evitar una escalada mayor.
No es el primer episodio de este tipo. Milei ya había tenido que modificar recorridas similares en otras provincias por protestas o fallas en la organización. En Tierra del Fuego y en Córdoba, también debió replegarse ante manifestaciones espontáneas. El patrón se repite: cada intento de “salir a la calle” termina en tensión, repudio o incidentes. Lo que en otros gobiernos era una demostración de cercanía con la gente, en el actual se transformó en un riesgo de imagen y seguridad.
El contexto político agrava la situación. Mientras el gobierno intenta recuperar iniciativa tras semanas de conflictos internos, el escándalo por el financiamiento de la campaña del diputado José Luis Espert —acusado de haber recibido dinero de un empresario vinculado al narcotráfico— golpea la credibilidad del espacio oficialista. La escena de un Milei replegado y custodiado, aislado en un hotel para evitar el contacto con la calle, se superpone con el desgaste de un gobierno que prometió “romper con la casta” pero que hoy se muestra blindado y distante.
El fracaso de la caravana santafesina no solo exhibe problemas de logística o seguridad, sino una crisis política más profunda. Milei ha construido su poder sobre el conflicto, pero ese mismo conflicto parece ahora devorarlo. Su discurso antisistema encuentra un límite cuando la calle —el territorio simbólico de la legitimidad democrática— se convierte en un espacio hostil. Lo que antes era provocación ahora se lee como debilidad: un presidente que no puede caminar entre la gente sin ser repudiado.
El intento de transformar la visita en un acto controlado, con militancia filtrada y fuerte presencia policial, solo profundizó la sensación de aislamiento. En lugar de mostrarse como un líder popular, Milei se mostró como un dirigente que necesita blindarse para evitar el contacto con quienes sufre las consecuencias del ajuste. Una metáfora viva de un gobierno que prometía libertad pero solo cosecha rechazo en la calle.
Fuentes:
.https://nuevarioja.com.ar/politica/milei-debio-suspender-una-caminata-en-santa-fe-por-incidentes.htm
.https://www.tiemposur.com.ar/politica/javier-milei-tuvo-que-cancelar-una-caravana-por-santa-fe
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