La visita presidencial a Ushuaia terminó en un bochorno político: protestas masivas, pintadas de repudio y un acto reducido que evidenció el creciente rechazo social a las políticas del gobierno.
Lo que pretendía ser una demostración de fuerza electoral en la antesala de las legislativas del 26 de octubre se transformó en un papelón político. La resistencia de los fueguinos obligó a Javier Milei a suspender su caminata por la ciudad y refugiarse en un improvisado discurso frente a unos pocos seguidores, mientras crecen las críticas a su gestión y a su entorno.
El desembarco de Javier Milei en Tierra del Fuego prometía una jornada de campaña con fotos, recorridas y un acto de respaldo a su espacio político. Sin embargo, lo que ocurrió en Ushuaia estuvo lejos de esa escenografía. El presidente se encontró con una ciudad movilizada en su contra, calles pintadas con consignas de repudio y un clima social que evidenció la profundidad del rechazo a su gestión.
La jornada comenzó con un fuerte despliegue de protestas. Gremios, organizaciones sociales y militantes opositores se concentraron frente al hotel Albatros, donde se hospedaba el mandatario, para manifestar su rechazo a la apertura indiscriminada de importaciones y al ajuste económico que golpea de lleno a los sectores más vulnerables. Las pintadas en la capital fueguina no dejaron margen para interpretaciones: apuntaban contra figuras claves de su gabinete como Federico Sturzenegger, Patricia Bullrich y Luis Caputo, además de recordar las acusaciones que pesan sobre Karina Milei por supuestas irregularidades en la ANDIS.
Ante ese escenario, los organizadores decidieron suspender la caminata y el acto que estaba previsto en un polideportivo municipal. La decisión fue un reconocimiento tácito de la imposibilidad de sostener una actividad pública sin un operativo represivo que hubiese agravado aún más la tensión social. Milei, lejos de enfrentar la situación, optó por dirigirse a un puñado de militantes con un megáfono, en un discurso que sonó más a consuelo que a arenga.
“Bajó la inflación, la inseguridad, la pobreza y la indigencia”, lanzó el presidente, en un mensaje que chocó de lleno con la realidad cotidiana de los argentinos, marcada por salarios pulverizados, despidos y una inflación que sigue carcomiendo el poder adquisitivo. La apelación a “no aflojar” y a seguir “el camino de la esperanza” sonó vacía frente al escenario de creciente conflictividad social que lo obligó a replegarse anticipadamente.
El contraste fue evidente: mientras en la mañana Milei intentó mostrarse cercano a los trabajadores del Grupo Newsan, sacándose fotos en una fábrica, por la tarde la presión popular le impidió siquiera caminar por las calles de Ushuaia. La visita, que buscaba instalar un clima triunfalista rumbo a las elecciones legislativas del 26 de octubre, terminó siendo un nuevo baño de realidad para un gobierno cada vez más aislado.
El avión que lo devolvió a Buenos Aires partió a las 18.30, con un presidente debilitado, una hermana cuestionada y una comitiva reducida que apenas pudo disimular la incomodidad del fracaso. El episodio en Tierra del Fuego no solo expone la distancia entre el discurso oficial y la vida cotidiana de los argentinos, sino que también adelanta la magnitud de las resistencias que Milei enfrentará en la campaña electoral.
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Fracaso en Tierra del Fuego: Javier Milei canceló su caminata y habló solo a un puñado de militantes





















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