La administración de Javier Milei se encuentra bajo la lupa por el manejo opaco de los créditos internacionales destinados a programas esenciales de ciencia, discapacidad y obras de infraestructura. Los organismos multilaterales ya desembolsaron cientos de millones de dólares, pero la ejecución es casi nula. Mientras tanto, el Gobierno privilegia sostener el esquema cambiario y contener al dólar, dejando en el abandono políticas públicas críticas para el desarrollo y la inclusión.
El contraste con gestiones anteriores es brutal. A esta altura del año, Cambiemos y el Frente de Todos habían ejecutado en promedio más de 1.500 millones de dólares de programas del BID, la CAF y el Banco Mundial. Bajo el mando de Luis “Toto” Caputo, apenas se gastaron 277 mil millones de pesos, menos del 20% de lo que correspondería. Lo más alarmante: al mismo tiempo, el Tesoro utilizó 500 millones de dólares para frenar el tipo de cambio en plena campaña electoral bonaerense. La sospecha de que los créditos se desviaron para fines políticos gana fuerza en el Congreso, donde la comisión bicameral de Cuentas Públicas habla de un manejo “irresponsable” que podría terminar judicializado.
Las víctimas de esta política son concretas y palpables. La Agencia I+D+i del Conicet reclama 53 millones de dólares que nunca se liberaron, mientras miles de científicos ven proyectos paralizados y becas congeladas desde hace más de un año. Investigadores como Soledad Leonardi quedaron atrapados en un limbo burocrático: se les exige rendir informes de proyectos nunca financiados, con gastos que el Estado se niega a devolver. Es un desmantelamiento silencioso de la ciencia nacional, que hoy depende casi exclusivamente de estas líneas externas para sobrevivir.
El panorama no es menos desolador en discapacidad. Dos préstamos internacionales —uno del BID y otro de la CAF, por un total de 565 millones de dólares— deberían haber financiado pensiones, programas de inclusión y asistencia directa. Sin embargo, a pesar de haberse desembolsado casi en su totalidad, no hay rastros de gran parte de esos fondos. Apenas se sabe que una porción fue usada para una consultoría contratada de manera directa por el entonces titular de la ANDIS, Diego Spagnuolo, a una empresa israelí. El resto permanece en la oscuridad. Mientras tanto, miles de personas con discapacidad siguen sin respuestas, golpeadas por recortes y sospechas de corrupción.
La lista de desvíos continúa con el crédito del Banco Mundial aprobado en 2023 para obras contra inundaciones en Bahía Blanca y otras ciudades. Se trataba de 200 millones de dólares listos para ejecutar, pero que nunca se activaron, aun cuando una catástrofe climática arrasó con barrios enteros de esa localidad en marzo. La decisión del Ejecutivo de no autorizar el endeudamiento de las provincias bloqueó toda posibilidad de avanzar en esas obras. Hoy, esos recursos corren riesgo de perderse, con la paradoja de que el país pagará intereses y punitorios por dinero que nunca usó.
Los números son inapelables. Programas clave como “Innovación para un Nuevo Crecimiento” del Banco Mundial registran apenas un 11,9% de ejecución; el “Fortalecimiento de Capacidades de I+D” del BCIE llega a 17,9%; y el “Apoyo a las Exportaciones de la Economía del Conocimiento” del BID apenas alcanza el 0,3%. En lugar de fortalecer sectores estratégicos, el Gobierno acumula fondos en el Tesoro para sostener su juego financiero. “Más temprano que tarde, todo esto va a terminar judicializado”, advirtieron desde el Congreso.
Lejos de la retórica de la austeridad, Milei no dice la verdad completa cuando repite que “no hay plata”. La hay, pero está bloqueada, subejecutada o desviada. La hay, pero no llega a los laboratorios, a las becas, a los pensionados ni a las ciudades inundadas. La hay, pero se usa para calmar al dólar en vísperas electorales o para engordar consultorías cuestionables. Lo que se está destruyendo no es sólo un programa o una política puntual, sino la credibilidad misma de la Argentina ante los organismos internacionales y, sobre todo, la confianza de la ciudadanía que ve cómo los recursos se evaporan sin mejorarle la vida.
El gobierno libertario insiste en que todo se hace en nombre de la “eficiencia” y el “orden fiscal”. Sin embargo, lo que se revela es un patrón: un Estado que abandona sus obligaciones más básicas, que juega con los recursos internacionales como si fueran fichas de casino, que posterga lo urgente y deja a los sectores más vulnerables a la intemperie. El tiempo dirá si la justicia logra poner un freno. Por ahora, el costo lo pagan los científicos, las personas con discapacidad y las comunidades arrasadas por las inundaciones.
Fuente:
.https://www.pagina12.com.ar/857704-muchos-creditos-pero-los-dolares-no-aparecen





















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