Impuesto al carry trade: justicia mínima frente a ganancias obscenas de pocos

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En un país donde la especulación financiera se ha transformado en una aspiradora de recursos que nunca llegan a la economía real, la propuesta de Daniel Lipovetzky de aplicar un impuesto al carry trade merece ser tomada con seriedad y, sobre todo, con una mirada positiva. Se trata de gravar un negocio que genera ganancias extraordinarias para unos pocos inversores a costa de la volatilidad y la inestabilidad del sistema, redirigiendo esos fondos hacia dos destinos que impactan directamente en la vida de la mayoría: el transporte público y las micropymes.

El carry trade, tan celebrado por el ministro de Economía Luis “Toto” Caputo y los gurúes de las finanzas de corto plazo, no es más que una bicicleta especulativa que premia a los capitales golondrina y condena a la economía productiva a la asfixia de tasas usureras. Mientras unos pocos hacen rendir fortunas sin mover una máquina ni generar empleo, los trabajadores viajan cada día pagando tarifas impagables y las pequeñas empresas luchan por sostenerse frente a la apertura indiscriminada de importaciones. Gravar ese circuito de privilegios con apenas un 1% no parece un atropello, sino un acto mínimo de justicia económica.

El planteo de Lipovetzky acierta en un punto clave: el impuesto no es de carácter general ni recae sobre el pequeño ahorrista. Se focaliza en los grandes jugadores que se beneficiaron con la “timba financiera” que diseñó Caputo, un esquema que no deja valor agregado en el país. La diferencia es que, en vez de engrosar las arcas de un Estado que muchas veces diluye los recursos, el tributo tiene asignación específica: subsidiar el transporte para que millones de personas viajen gratis en la Ciudad de Buenos Aires y aliviar la carga tributaria de las micropymes, el motor real de la producción y el empleo.

En tiempos en los que se impone la narrativa de que “el mercado todo lo arregla”, recuperar la noción de que el Estado puede y debe regular para equilibrar fuerzas no es un retroceso, sino una necesidad. No se trata de demonizar la inversión financiera, sino de ponerle un límite razonable a su carácter parasitario cuando se desarrolla a expensas del trabajo y la producción.

La reacción inmediata de quienes defienden el statu quo financiero no debería sorprender: cada vez que se toca un privilegio, los portavoces del mercado se rasgan las vestiduras hablando de “ataques a la inversión” o “señales negativas”. Pero lo cierto es que ningún país serio construye su futuro sobre la bicicleta especulativa. Al contrario, las economías que crecen son aquellas que protegen a sus empresas más pequeñas, fomentan la creación de empleo y garantizan derechos básicos como la movilidad accesible para sus ciudadanos.

El impuesto al carry trade, lejos de ser una idea “insólita”, como la califican algunos medios, es un intento de ordenar prioridades. Que los que más ganaron sin arriesgar nada devuelvan una mínima parte para sostener a quienes todos los días ponen el cuerpo y la creatividad para que este país siga funcionando. En un contexto de crisis social y productiva, la propuesta no sólo es sensata: es urgente.

Fuente

.https://www.infobae.com/economia/2025/09/05/el-autor-de-la-fallida-ley-de-alquileres-ahora-quiere-crear-un-impuesto-al-carry-trade/

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