La Cámara de Diputados marcó un hito al rechazar por primera vez un veto presidencial durante el gobierno de Javier Milei, al insistir con la ley de Emergencia en Discapacidad. Sin embargo, el blindaje del oficialismo y sus aliados impidió restituir el aumento a los jubilados, consolidando la política de ajuste sobre el sector más vulnerable.
En un día que quedará grabado como uno de los capítulos más tensos de la era Milei, la Cámara Baja decidió plantar bandera frente al Poder Ejecutivo. Con 172 votos afirmativos, 73 negativos y 2 abstenciones, la oposición logró los dos tercios necesarios para rechazar el veto a la Emergencia en Discapacidad, un hecho sin precedentes en este gobierno. La decisión mostró la capacidad de los bloques opositores de articular una mayoría amplia y heterogénea que trascendió grietas y fronteras partidarias. La pelota ahora pasó al Senado, donde el escenario se vuelve más áspero, pero el golpe político ya quedó marcado.
El oficialismo no tardó en mostrar su incomodidad. Lo había anticipado desde temprano el vocero presidencial Manuel Adorni con un comunicado ambiguo en redes sociales que hablaba de “considerar aumentos en todas las prestaciones destinadas a personas con discapacidad”. Una maniobra desesperada, carente de detalles concretos, que intentó frenar la avanzada opositora. No funcionó. La Cámara decidió avanzar y darle la espalda a un veto que resultaba, a todas luces, injustificable.
El proyecto, impulsado por Daniel Arroyo, fue definido por su autor como “un acto de justicia” con impacto fiscal ínfimo, apenas un 0,03 por ciento del PBI. La contundencia del argumento dejó al desnudo que el veto presidencial no era una cuestión de números, sino de prioridades políticas. Cuando se trata de ajustar, Milei no duda en poner a las personas con discapacidad en la lista de sacrificables.
El contraste se hizo aún más visible fuera del recinto. En las calles, colectivos de personas con discapacidad y cientos de jubilados soportaban un despliegue policial desmedido y cortes que complicaban la llegada al Congreso. Ese escenario de tensión y de cuerpos presentes en la intemperie reflejaba, con crudeza, la desconexión del oficialismo con la realidad de los sectores más golpeados por su política económica.
Pero si el rechazo al veto en Discapacidad fue un triunfo para la oposición, el capítulo de los jubilados se transformó en una derrota dolorosa. Después de cinco horas de debate, los diputados no lograron alcanzar los votos necesarios para insistir con el aumento del 7,2 por ciento y la actualización del bono congelado en 70 mil pesos. Por segundo año consecutivo, libertarios y aliados garantizaron que el ajuste sobre los haberes mínimos se mantuviera intacto. La maniobra incluyó presiones denunciadas por legisladores como Germán Martínez y Fernando Carbajal, quienes acusaron a gobernadores de torcer votos a cambio de fondos frescos.
Los hechos hablaron por sí solos: seis abstenciones resultaron claves para blindar el veto. Entre ellas, cinco se explican directamente por negociaciones con las provincias de Misiones y Entre Ríos. La sexta correspondió a María Eugenia Vidal, que otra vez jugó para el oficialismo con el mismo cinismo de siempre, disfrazando de neutralidad lo que en realidad es complicidad. También hubo ausentes estratégicos, entre ellos figuras cercanas a los gobernadores de Río Negro y Neuquén, que optaron por no dar la cara frente a un reclamo legítimo.
La consecuencia inmediata es que los jubilados de la mínima continuarán atados a ingresos miserables, con un bono congelado que no cubre ni de cerca la canasta básica. La Oficina de Presupuesto del Congreso había demostrado que el costo fiscal del aumento equivalía al 0,78 por ciento del PBI y que existían fuentes de financiamiento por el 0,72 por ciento. Pero Milei prefirió cerrar filas y sostener el veto, confirmando que su ajuste no responde a necesidades macroeconómicas sino a una visión ideológica que desprecia el rol del Estado en la protección social.
No fue el único revés que el oficialismo sufrió en esa sesión maratónica. La oposición también logró sancionar el proyecto que obliga a coparticipar automáticamente los Aportes del Tesoro Nacional, una caja millonaria que hasta ahora el Gobierno manejaba con discrecionalidad. Con 143 votos afirmativos, el Congreso le quitó al Ejecutivo la potestad de usar esos fondos como herramienta de presión política. La ironía quedó en boca de Juan Manuel López, de la Coalición Cívica, cuando advirtió: “Vaya a saber si se han usado para sostener un veto”. Nadie en el recinto se animó a contradecirlo.
El desmoronamiento del poder de fuego libertario también se reflejó en la Comisión Investigadora del criptoescándalo conocido como $LIBRA. Allí, la oposición modificó el reglamento que bloqueaba su funcionamiento y forzó un cambio en la correlación de fuerzas internas. Otro golpe a un oficialismo que parece cada vez más encapsulado en una burbuja discursiva, mientras pierde capacidad de maniobra real en el Congreso.
Sin embargo, el debate sobre las jubilaciones mostró hasta dónde está dispuesto a llegar Milei para imponer su ajuste. No se trató solo de números ni de votos. Fue un gesto político de fondo: el Presidente dejó en claro que para él los jubilados no son prioridad, que los gobernadores pueden ser aliados a cambio de recursos y que los sectores más vulnerables son, en definitiva, las variables de ajuste de su modelo.
La sesión terminó entrada la madrugada, con la oposición reconociendo que no tenía los votos para avanzar en otros puntos, como la Emergencia para Bahía Blanca, la moratoria previsional o la modificación del impuesto a los biocombustibles. Pero lo central ya había ocurrido. Milei perdió su primer veto y quedó expuesto en su estrategia de gobernar a fuerza de decretos y recortes. La Cámara de Diputados demostró que todavía puede ser un contrapeso real al autoritarismo económico que busca consolidar el oficialismo.
El día terminó, como señaló Página/12, “gris” para un Presidente que soñaba con blindar sus ansias de ajuste. El gris de la derrota, el gris de la incertidumbre y el gris que colorea un país cada vez más desigual. El Congreso mostró que aún existen espacios de resistencia, pero también que las presiones y negociaciones provinciales siguen jugando un rol determinante. El desafío ahora será si el Senado y la calle pueden sostener y profundizar esa resistencia.
Fuente: https://www.pagina12.com.ar/851231-un-dia-gris-para-milei-y-sus-ansias-de-ajuste





















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