El senador cuestionó la cadena nacional del presidente, denunció la paralización del Parlamento y advirtió sobre el vaciamiento del presupuesto en educación, salud y universidades. Una intervención cargada de memoria, ejemplos concretos y una crítica feroz a la política de déficit cero.
En el plenario de las comisiones de Educación y Presupuesto del Senado, José Mayans dejó al desnudo lo que considera la mayor estafa discursiva del gobierno de Javier Milei: el supuesto “déficit cero” como dogma incuestionable. El senador no se limitó a una crítica formal, sino que desmenuzó la cadena nacional del presidente, la calificó como “verdaderamente grave” y reveló la profundidad de un plan económico que, lejos de ordenar las cuentas públicas, arrasa con la vida de los argentinos al desfinanciar la educación, la salud y los servicios esenciales del Estado.
Mayans recordó que Milei proclamó con tono mesiánico que “el equilibrio fiscal no se negocia” y que “la emisión cero no se negocia”, pero omitió deliberadamente el déficit financiero, donde se esconde la verdadera “joda”, como él mismo lo definió. Esa joda, señaló, no es nueva: nació con Federico Sturzenegger y Luis “Toto” Caputo durante el gobierno de Mauricio Macri, cuando duplicaron la base monetaria, multiplicaron las LEBAC y endeudaron al país hasta llevar la deuda al 100% del PBI. Hoy, los mismos protagonistas regresan con el pretexto de “ordenar” lo que ellos mismos destrozaron, mientras Milei se convierte en su vocero, disfrazando de épica libertaria lo que en realidad es el retorno de la patria financiera.
La explicación del senador fue clara, hasta pedagógica, utilizando ejemplos cotidianos. Recordó que, como en cualquier familia que recurre a un crédito para salvar a un ser querido en una situación de emergencia, el Estado también tiene la obligación de acudir al crédito público en circunstancias extraordinarias. Así se hizo para enfrentar la pandemia, cuando se debió sostener el sistema sanitario y la actividad económica en medio de una caída del 8% del PBI. Pero Milei, lejos de reconocer el rol constitucional del crédito como herramienta de supervivencia, amenaza con cárcel a quienes rechacen su visión dogmática del presupuesto, desconociendo el marco legal y el principio básico de la división de poderes.
“Él nunca pensó que iba a ser presidente, porque no entiende nada del Estado”, lanzó Mayans, sin medias tintas. Y agregó un recordatorio incómodo: el propio Milei, antes de abrazar a Patricia Bullrich y encomendarse a Caputo y Sturzenegger, los había insultado en público. A Bullrich la llamó “montonera” y a Caputo lo responsabilizó por “fundir el Banco Central”. Hoy, esos mismos personajes son presentados como parte de un equipo económico brillante que en realidad solo multiplica el endeudamiento y destruye el patrimonio nacional.
La crítica no quedó en el terreno de la historia reciente. Mayans apuntó directamente contra el presente: el presupuesto está paralizado, la comisión que debería tratarlo no funciona y el Congreso es arrastrado a sesiones forzadas, bajo la amenaza presidencial de clausurarlo si no se somete a su voluntad. Esa dinámica, advirtió, es “lo más parecido a una dictadura”, porque una dictadura se reconoce, entre otras cosas, por paralizar el Parlamento y acallar las discusiones. Y justamente allí radica el mayor peligro: un Ejecutivo que desprecia la división de poderes y utiliza la cadena nacional para insultar, amenazar y condicionar la vida democrática.
En un tramo de su intervención, el senador puso sobre la mesa la verdadera magnitud del ajuste. El “gasto primario”, ese que Milei insiste en recortar, incluye nada menos que las universidades, el sistema de salud, la relación fiscal con las provincias y las jubilaciones. Pero el déficit financiero —el que debería ser auditado y discutido— permanece intocado, porque allí operan los negocios de la patria financiera. Esa es la trampa: mientras se demoniza el gasto social, se blinda el festín de los especuladores.
Mayans fue más allá y vinculó las decisiones económicas con las consecuencias concretas en la vida de los argentinos. Recordó el desguace del ANMAT, que derivó en la falta de control de medicamentos y, según denunció, en “100 muertos” que podrían haberse evitado. Criticó el vaciamiento de hospitales como el Garrahan, la estigmatización de los trabajadores universitarios bajo el mote de “ñoquis” y la indiferencia frente a la crisis sanitaria y educativa que atraviesa el país. Cada recorte no es un número en una planilla: es una tragedia social.
La exposición también señaló la improvisación y la arbitrariedad con la que el gobierno define tasas de interés descomunales, sin consulta ni fundamento económico sólido. Mayans cuestionó el salto de las tasas del 40% al 80%, una medida que solo beneficia a los bancos y condena a la producción. “¿De quién es el negocio? ¿Quién cobra la comisión?”, preguntó con ironía, dejando en evidencia el entramado especulativo que se esconde detrás del relato oficial.
El senador no esquivó la coyuntura política. Subrayó que mientras se discute la composición del Parlamento y el futuro institucional de la Argentina, el oficialismo se dedica a bloquear el funcionamiento del Congreso, a burlar a los legisladores y a insultar desde la tribuna mediática. Una estrategia de desgaste que busca instalar la idea de que el Parlamento es inútil, para luego justificar su clausura. Una receta conocida, que recuerda a los peores momentos de la historia nacional.
Hacia el final, Mayans fue categórico: su bloque acompañará la iniciativa que llegó desde Diputados porque la considera “sumamente importante para el país”, pero rechazó de plano las amenazas de Milei. “El Parlamento no está para ser clausurado, como pretende una dictadura”, afirmó. Y apeló a la responsabilidad de sus pares: “Sesionemos y démosle respuesta al pueblo argentino, aunque sea en lo poco”. Porque lo que está en juego no es solo una ley, sino la supervivencia misma de la democracia frente al avance de un Ejecutivo que gobierna con dogmas, negocios y amenazas.
Las palabras del senador resuenan como advertencia y también como diagnóstico: no se puede construir un país sobre la base de la mentira, el vaciamiento del Estado y el desprecio por la vida. Argentina ya transitó caminos de endeudamiento brutal, paralización institucional y dictaduras disfrazadas de orden. Repetir esa historia sería un error fatal, y Mayans, con su intervención, dejó en claro que la responsabilidad es compartida: el Parlamento debe resistir, debatir y actuar, antes de que sea demasiado tarde.





















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