El “milagro económico” que Javier Milei intenta vender como epopeya libertaria mostró otra vez su verdadero rostro: el del ajuste brutal sobre trabajadores y comunidades enteras. Whirlpool, la histórica fábrica de electrodomésticos que operó durante 35 años en la Argentina, cerró sus puertas de un día para el otro y dejó en la calle a sus 220 empleados. No hubo aviso previo, no hubo negociación, no hubo transición: simplemente les informaron el mismo día que era su último turno, como si 35 años de producción local pudieran apagarse con un interruptor.
La empresa argumentó la caída del consumo como motivo principal, un síntoma directo del derrumbe del mercado interno provocado por las políticas de shock del propio gobierno. Mientras Milei festeja porcentajes abstractos y promesas de prosperidad futura, en Pilar los trabajadores enfrentan la realidad concreta: pérdida de empleo, familias enteras sin ingresos y una comunidad que se queda sin uno de sus motores productivos. El cierre de Whirlpool no es una excepción ni un episodio aislado; es el modelo económico en funcionamiento. Y detrás del slogan del “milagro”, lo único que crece es el desempleo y la angustia social.





















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