Represión y pobreza en CABA: un operativo policial expone el modelo de Jorge Macri
Un video viral exhibe cómo la Policía de la Ciudad detiene a vendedores ambulantes por comercializar ajíes. La escena vuelve a poner bajo fuego la política represiva del jefe de Gobierno, Jorge Macri, que endureció los operativos contra la economía popular en plena crisis social.
En apenas 73 segundos de grabación, un episodio ocurrido en una calle porteña puso en evidencia la grieta moral y política del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. En el video, viralizado el 17 de noviembre de 2025 por la cuenta @ArrepentidosLLA, se observa a efectivos de la Policía de la Ciudad —bajo control directo del jefe de Gobierno, Jorge Macri— decomisando ajíes y deteniendo a vendedores ambulantes que intentaban ganarse la vida en un contexto económico devastador.
Mientras los agentes cargan la mercadería en un patrullero, uno de los trabajadores, con una mezcla desgarradora de bronca y resignación, grita: “Estoy laburando. Todos los días vengo a laburar. ¿Me tengo que poner a robar celulares para que me dejen tranquilo???”. Su reclamo se volvió un símbolo incómodo del presente porteño: en la ciudad más rica del país, trabajar se volvió un riesgo y sobrevivir, un delito.
La escena no ocurre en el vacío. Forma parte de una política sistemática impulsada por Jorge Macri desde su asunción, basada en operativos cada vez más agresivos contra la economía informal. Bajo el eufemismo de “ordenar el espacio público”, su administración sostiene una estrategia que criminaliza la pobreza, refuerza la persecución policial y construye un relato donde la presencia de vendedores callejeros constituye una amenaza estética más que un problema social.
En el video no hay ningún delito. No hay violencia. No hay contravención más allá de la eterna disputa sobre el uso del espacio público que el Gobierno porteño administra como si se tratara de un shopping privado. Lo que hay es una familia intentando sobrevivir con la venta de verduras mientras la Policía les arrebata lo único que tienen para llevar plata a sus casas. Y lo hace amparada en órdenes políticas claras: avanzar contra los sectores más vulnerables para mostrar autoridad en un momento en que la crisis golpea con fuerza.
El posteo lo resume con ironía brutal: “Detenidos por vender ají. El PRO y La Libertad Avanza están empujando gente honesta a la delincuencia para que la policía los mate. Así elimina la pobreza Milei”. Pero si bien el ajuste nacional agrava la pobreza, es Jorge Macri quien decidió que la respuesta de la Ciudad de Buenos Aires no sería contención social, sino más uniformes, más decomisos y más persecución a quienes apenas pueden mantenerse en pie.
La política represiva de la Ciudad creció desde 2024. Los operativos en ferias, mercados informales y zonas de alto tránsito turístico se multiplicaron, en muchos casos con niveles de violencia desproporcionados. Los organismos de derechos humanos, movimientos populares y organizaciones sindicales vienen denunciando una “limpieza social” orientada a expulsar de la vista pública a todo aquello que incomode la narrativa del “orden” que pregona la gestión Macri.
El caso del vendedor que implora por su derecho a trabajar expone la contradicción central del Gobierno porteño. Por un lado, se promociona como defensor de la “cultura del esfuerzo” y de la “libertad individual”. Por el otro, reprime a quienes encarnan esa misma ética del laburo. Es un doble discurso que se derrumba frente a la evidencia: en la ciudad del marketing, la libertad parece ser un privilegio de pocos.
Porque mientras Jorge Macri avanza contra los vendedores de ají, la administración porteña elige mirar para otro lado ante otros negocios informales más sofisticados que operan en el microcentro sin ser molestados. Allí no llegan los procedimientos policiales. Allí no se confisca nada. Allí no hay gritos ni patrulleros. La selectividad es tan clara como obscena.
El joven que aparece en el video no pide subsidios ni favores. Pide algo simple, elemental, humano: la posibilidad de sobrevivir sin ser tratado como un enemigo. Su grito también es el grito de miles que quedaron a la intemperie en medio del ajuste. Y duele porque contiene una verdad incómoda que la Ciudad de Buenos Aires no quiere mirar: la pobreza no es un problema de seguridad, es un problema de dignidad que la represión no va a resolver.
La incertidumbre crece. Y mientras la crisis se profundiza, la apuesta represiva de Jorge Macri no solo se muestra ineficaz, sino peligrosamente desconectada de la realidad cotidiana. Cada operativo de este tipo erosiona aún más el ya frágil contrato social de una ciudad que debería ser ejemplo de inclusión y no de castigo.
CABA no puede seguir siendo un distrito donde trabajar es un riesgo y donde la respuesta oficial al hambre es un patrullero. Si algo deja claro este video es que la represión no ordena, no soluciona y no construye. Solo agrava las heridas. Y esas heridas hoy tienen nombre, rostro y un grito que resuena más fuerte que nunca.




















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