La diputada libertaria volvió a hacer de su cinismo una estrategia política. Mientras miles de jubilados y jubiladas se movilizaban al Congreso en defensa de sus haberes recortados por la motosierra de Javier Milei, la diputada de La Libertad Avanza, Lilia Lemoine, irrumpió entre los manifestantes con celular en mano, filmándolos como si fueran enemigos, no ciudadanos abandonados. Su presencia no fue un acto de representación democrática, sino un claro gesto de provocación. El desenlace no sorprendió: abucheos, tensión y una salida de emergencia, protegida por las fuerzas de seguridad que esta vez no reprimieron, sino que rescataron a una de las suyas.
No fue un error, ni una confusión. Fue una puesta en escena deliberada, planificada, tan grotesca como calculada. Lilia Lemoine, diputada nacional por La Libertad Avanza, eligió aparecer el martes en medio de una marcha de jubilados autoconvocados frente al Congreso, no para dialogar ni escuchar reclamos, sino para humillar. La escena no necesita adjetivos grandilocuentes porque el acto en sí ya los contiene todos: una legisladora del oficialismo, cómplice del ajuste que pulveriza los haberes de los adultos mayores, aparece filmando a quienes exigen simplemente poder comer, comprar remedios y vivir con dignidad. Como si se tratara de un zoológico humano o una manifestación enemiga, Lemoine los graba con gesto irónico. No había empatía. Había espectáculo.
La respuesta fue tan humana como previsible. Los jubilados no se quedaron callados. No se tragaron el agravio. No compraron la provocación disfrazada de visita institucional. “¡Andate!”, “¡Respetá a nuestros viejos!”, “¡Caradura!” y hasta un escupitajo marcaron el repudio popular a una dirigenta que, lejos de representar, se regodea en el sufrimiento que su espacio político profundiza día a día. La secuencia fue registrada por medios y testigos. Las imágenes hablan por sí solas: Lemoine retrocede, se pone nerviosa, es rodeada por la policía que, sin reprimir, la escolta para evitar que la tensión escale.
Hay quienes intentan reducir el hecho a un “incidente menor”, una anécdota del fragor callejero. Pero sería ingenuo —o malintencionado— hacerlo. Lo de Lemoine no fue un desliz. Fue una demostración de la lógica libertaria en estado puro: confrontar, dividir, despreciar. La misma lógica que dice que los jubilados son un gasto, no un derecho conquistado; que el Estado debe achicarse hasta volverse irrelevante; que el ajuste es un sacrificio necesario, aunque ese sacrificio caiga siempre sobre los mismos cuerpos: los más vulnerables, los más pobres, los que no tienen cómo defenderse más que con una cacerola, una bandera o un grito en la calle.
En lugar de evitar la provocación, Lemoine la buscó. De hecho, no es la primera vez que lo hace. Su historial de intervenciones políticas se parece más a un reality show de Twitter que a un trabajo parlamentario. Ha defendido teorías conspirativas, promovido discursos de odio y se ha caracterizado por convertir el dolor social en contenido viral. Esta vez no fue la excepción. Con celular en mano, no buscaba registrar una situación para analizarla después. Buscaba generar una reacción, encender la chispa del enfrentamiento, para luego victimizarse en redes sociales, el único territorio donde aún consigue aplausos.
Lo más grave, sin embargo, no es la provocación en sí. Lo más grave es lo que representa: la desconexión total de una parte del poder político con la realidad que viven millones de personas. Mientras los jubilados pierden poder adquisitivo mes a mes —con una fórmula de actualización borrada por decreto y reemplazada por una discrecionalidad que siempre llega tarde—, mientras el precio de los medicamentos sube por encima de la inflación y las jubilaciones mínimas no alcanzan ni para cubrir la canasta básica, el gobierno de Javier Milei se regocija en balances fiscales, recortes brutales y aplausos empresariales. ¿Y el pueblo? Que se aguante.
La escena en el Congreso resume, sin proponérselo, el drama argentino en tiempos libertarios. Por un lado, un pueblo que reclama lo básico, lo urgente, lo justo. Por otro, una dirigencia que responde con desprecio, sarcasmo o, en el mejor de los casos, indiferencia. Y en el medio, una policía que no defiende al pueblo sino a la política que lo ataca. Porque vale destacar: mientras a los manifestantes se les exige orden y se los amenaza con el protocolo antipiquetes, a Lemoine se la protege con un cordón humano que la saca de la escena sin una sola represión. El doble estándar de siempre.
La provocación como táctica política no es nueva. Pero adquiere un matiz siniestro cuando se ejerce desde el poder, especialmente en un contexto tan delicado como el actual. No se trató de un cruce fortuito, ni de un reclamo airado. Fue el encuentro entre el rostro del ajuste y sus principales víctimas. Una colisión inevitable. Y si alguien esperaba que la diputada recapacitara, pidiera disculpas o siquiera reflexionara, se equivocó de guion: apenas unas horas después, Lemoine subió los videos a sus redes, se mostró sonriente y se victimizó, asegurando que fue “atacada” por militantes “k” infiltrados. El viejo recurso de siempre: cuando el pueblo grita, dicen que es militancia; cuando se defienden, lo llaman violencia.
Y mientras tanto, los jubilados siguen esperando. Esperando que el Congreso los escuche. Que la fórmula jubilatoria no sea un garrotazo mensual. Que el Estado no los abandone. Que alguien, al menos, no los escupa en la cara, ni literal ni simbólicamente. Pero parece que, para esta gestión, eso es demasiado pedir.
Lemoine no fue a escuchar, no fue a acompañar, no fue a cumplir con su deber. Fue a provocar, a reírse, a grabar su siguiente publicación. Y lo hizo con absoluta impunidad, con la convicción de que no importan los abucheos ni el desprecio popular, porque en su lógica libertaria lo único que importa es “el mercado” y el algoritmo. Pero lo que sucedió frente al Congreso no se borra con likes. No se digiere con discursos de cartón. Y, tarde o temprano, tampoco se perdona.
Esta vez no hubo aplausos. Hubo gritos, escupitajos y repudio. Porque el pueblo podrá estar empobrecido, pero no está dormido. Porque los jubilados podrán tener años encima, pero no les falta memoria. Y porque, aunque Lemoine no lo entienda, la calle todavía guarda algo de dignidad que el Congreso, en estos tiempos, ha decidido perder.
Fuentes:
- https://www.infonews.com/lemoine-fue-a-provocar-a-los-jubilados-y-tuvo-que-irse-escoltada-por-la-policia.html
- https://www.lapoliticaonline.com/politica/escupieron-a-lemoine-en-la-marcha-de-jubilados-y-la-policia-la-tuvo-que-rescatar/
- https://www.ambito.com/politica/tension-el-congreso-lilia-lemoine-filmo-jubilados-que-asistian-la-marcha-y-fue-increpada-n6160379
- https://www.pagina12.com.ar/837126-lilia-lemoine-fue-increpada-por-jubilados-que-se-manifestaba
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