En un acto cargado de exabruptos y show político, Javier Milei volvió a usar la tribuna para dinamitar al gobernador Axel Kicillof, ensayar su campaña bonaerense y demostrar que, para él, la política se construye con enemigos y no con consensos.
El Congreso de La Libertad Avanza en La Plata se convirtió en escenario de una feroz descarga presidencial: insultos, amenazas políticas y el canto de una militancia encendida dibujaron un clima más de ring que de República. Mientras Milei busca ampliar su poder en la provincia de Buenos Aires, sus ataques a Kicillof y sus diatribas contra “los zurdos” siembran la duda sobre los límites de la retórica libertaria y sobre el verdadero proyecto que encierra su cruzada.
La escena tuvo ribetes casi cinematográficos: Javier Milei, subido al escenario montado en el microestadio de Atenas, en La Plata, arremetió con furia verbal contra Axel Kicillof, a quien dedicó nada menos que doce insultos, cada cual más hiriente. “Es un enano comunista, zurdo, hijo de puta, ladrón y corrupto”, disparó, entre otras lindezas, el presidente que asegura defender la libertad mientras se complace en el agravio público.
Si algo queda claro tras el Congreso de La Libertad Avanza celebrado en tierras bonaerenses es que Milei no piensa gobernar desde el equilibrio ni el respeto institucional. Prefiere la dinamita al diálogo, el golpe de efecto al debate democrático. Su discurso, plagado de furia, parece diseñado más para incendiar las redes sociales y alimentar a la tropa militante que para tejer consensos que permitan resolver el drama económico y social que sacude a la Argentina. Y aunque nadie se asombra ya de su estilo provocador, el crescendo de sus exabruptos sigue marcando nuevos pisos de agresividad, incluso para sus propios estándares.
A la militancia libertaria que colmó el estadio platense poco le importaron las formas. Cada insulto a Kicillof fue vitoreado como si se tratara de goles en una final. Hubo aplausos y cánticos, donde se escuchó una y otra vez el ya clásico “¡La casta tiene miedo!”, convertido en mantra de una épica libertaria que Milei necesita mantener viva para sostener su poder. Porque detrás de la furia presidencial hay un cálculo político: mantener la polarización, apuntar a Kicillof como enemigo número uno en la provincia de Buenos Aires y preparar el terreno para las elecciones legislativas de 2025.

No fue casualidad que Milei eligiera La Plata para su desembarco bonaerense. Como señala Perfil, el mandatario busca posicionarse en el bastión peronista por excelencia, el territorio donde el kirchnerismo y Kicillof siguen siendo fuertes. Allí, rodeado de banderas violetas y de la liturgia libertaria, Milei quiso marcar territorio. Y lo hizo a su estilo: con gritos, insultos y la construcción de un relato en el que él es un gladiador contra “los corruptos, los zurdos, los ladrones” y todos aquellos que no comulgan con su dogma ultraliberal.
Sin embargo, su ofensiva dejó al descubierto algo más profundo. Porque, si bien el show puede encender pasiones, también revela una estrategia peligrosa: gobernar a base de enemigos. Milei necesita enemigos permanentes para seguir siendo el outsider, el rebelde, el que no se deja domesticar por “la casta”. Y Kicillof, con su impronta progresista y su buena performance en las últimas elecciones bonaerenses, le resulta perfecto para ese papel. Es el antagonista ideal sobre el que el Presidente puede descargar su retórica violenta, que en el acto del Atenas alcanzó niveles tan vulgares como alarmantes.
Las crónicas de La Voz y Misiones Online coinciden en describir un evento más propio de un mitin de barricada que de un presidente en ejercicio. Entre luces, banderas y un público que saltaba al ritmo de las arengas, Milei insistió en que “la batalla cultural” es la prioridad de su gestión, mientras su gobierno lidia con índices de pobreza que trepan por encima del 55% y una recesión que se profundiza cada semana. Es como si, en medio de un incendio, el presidente prefiriera avivar las llamas en lugar de buscar agua.
A lo largo del acto, Milei se refirió a Kicillof como “el enano comunista”, “un ladrón”, “el kirchnerista zurdo”, “el hijo de puta” y “corrupto”. Doce veces lo insultó, contadas y enumeradas. Nadie lo interrumpió. Nadie del círculo libertario —ni diputados, ni funcionarios, ni la vicepresidenta Victoria Villarruel— se atrevió a ponerle freno. Por el contrario, las caras conocidas del espacio, como Carolina Píparo y Guillermo Montenegro, acompañaron el show como si fuera la versión más normal del ejercicio presidencial. Es imposible no preguntarse si este es el tono que Milei planea sostener por cuatro años o si, en algún momento, descubrirá que gobernar no es exactamente hacer stand up político.

Mientras tanto, el gobernador Axel Kicillof se convirtió en el blanco privilegiado de los ataques, pero también en una pieza clave en el tablero de Milei. La disputa entre ambos es, en realidad, una batalla por el control de la narrativa política bonaerense, la provincia que define cualquier elección nacional. En el fondo, Milei no solo busca doblegar a Kicillof, sino apropiarse de la bandera anti-kirchnerista para monopolizarla. Quiere que su figura sea la única capaz de encarnar el rechazo al peronismo, al progresismo y a todo lo que no sea su evangelio ultraliberal.
Ahora bien, la pregunta que sobrevuela, más allá del show, es si la sociedad argentina está dispuesta a tolerar un liderazgo que sólo ofrece bronca y desprecio. Porque, aunque Milei parece convencido de que los insultos construyen poder, el país se desangra en problemas bien concretos: salarios pulverizados, pobreza en ascenso, industria paralizada, tensión social al límite. En ese contexto, los exabruptos presidenciales resultan no solo un espectáculo vulgar sino peligrosamente distractivo.
Claro que, para Milei, todo esto es parte de su “batalla cultural”. Insiste en que el enemigo es “el socialismo”, “el comunismo”, “los zurdos” y “los chorros”. Lo repite hasta el cansancio, convencido de que mientras mantenga viva esa narrativa de guerra podrá mantenerse a flote, aunque su gobierno acumule indicadores económicos que harían temblar a cualquier administración. Pero gobernar no es solo gritar en un escenario. Y mientras Milei siga encerrado en su propio ring de insultos, la realidad golpea cada vez más duro las puertas de la Argentina.
El acto de La Plata fue el ensayo general de una estrategia: convertir la política en un combate cuerpo a cuerpo. A veces con argumentos, casi siempre con furia. Pero si algo demuestra el huracán Milei es que detrás de tanto estruendo se esconde la fragilidad de un gobierno que todavía no encontró cómo transformar la épica libertaria en soluciones reales.
Fuente:
- https://www.lavoz.com.ar/politica/los-12-insultos-de-milei-a-kicillof-en-el-congreso-de-la-libertad-avanza-en-la-plata/
- https://www.perfil.com/noticias/politica/en-vivo-javier-milei-debuta-hoy-en-campana-bonaerense-con-acto-en-la-plata.phtml
- https://misionesonline.net/2025/06/26/milei-congreso-de-la-libertad-avanza-en-la-plata/
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