Cuando la aritmética del gobierno falsea la realidad del Garrahan. La narrativa oficial de un supuesto aumento histórico en el presupuesto del Hospital Garrahan se desmorona frente a los datos reales y la manipulación descarada de cifras por parte de un vocero oficialista que intenta tapar con números inflados un ajuste brutal en la salud pública.
Mario Lugones, funcionario libertario, aseguró que el presupuesto del Hospital Garrahan creció un 274%, por encima de la inflación. Sin embargo, una revisión detallada de los datos revela una mentira con fines propagandísticos, que busca justificar el desfinanciamiento del Estado y encubrir el verdadero ajuste sanitario del gobierno de Javier Milei.
La mentira se ha vuelto norma en el ecosistema discursivo del gobierno de Javier Milei. Y entre las más recientes, una sobresale por su cinismo y crudeza: la declaración de Mario Lugones, presidente del Consejo de Administración del Hospital Garrahan, quien afirmó que el presupuesto de esa institución “aumentó un 274%, es decir, 124 puntos por encima de la inflación”. La frase, pronunciada con tono triunfalista y reproducida en medios oficialistas, encaja perfectamente en la retórica libertaria de un Estado “eficiente”, “austero”, pero presuntamente “comprometido con los más vulnerables”. Sin embargo, como casi todo en la narrativa del gobierno, se trata de una falacia cuidadosamente elaborada para encubrir la desfinanciación estructural del sistema de salud.
La fuente oficial que cita Lugones es el presupuesto 2024 sancionado en octubre de 2023, durante el gobierno anterior. A partir de allí, los números que esgrime no solo están inflados, sino que deliberadamente ignoran la ejecución real del gasto, el impacto de la devaluación, el retraso en transferencias y, sobre todo, la caída en términos reales del financiamiento hospitalario. Es una manipulación burda, propia de un relato que necesita sostenerse con cifras que nadie pueda verificar fácilmente y que, una vez repetidas, adquieren status de verdad.
Pero cuando se mira con atención, todo se desmorona. El presupuesto original del Hospital Garrahan aprobado en 2023 fue de 22.466 millones de pesos. La Ley de Presupuesto 2024 sancionada en octubre (antes de la asunción de Milei) lo llevó a 84.147 millones, una suba del 274%. Ese número, al que hace referencia Lugones, está correctamente calculado, pero mal interpretado. Porque lo que no se dice —y lo que el gobierno se cuida muy bien de ocultar— es que esa suba ya estaba prevista antes de que Javier Milei asumiera el poder. No es un logro de esta gestión, sino una decisión del gobierno anterior, que proyectaba una inflación alta para 2024 y ajustó los presupuestos en consecuencia. Es decir, no fue una mejora, sino un intento por mantener mínimamente el funcionamiento hospitalario frente a un escenario inflacionario extremo.
Lo más grave, sin embargo, es lo que sucedió después. A pesar de esa previsión, el gobierno de Milei no garantizó el flujo regular de los fondos. Desde enero, el hospital viene denunciando demoras en las transferencias, dificultades para reponer insumos básicos y, lo que es peor, congelamiento de partidas en un contexto donde los precios no paran de subir. La inflación acumulada entre diciembre y junio supera con creces cualquier aumento nominal que se quiera presentar como conquista. A valores constantes, el Garrahan hoy funciona con menos recursos reales que hace un año. Eso no es eficiencia. Es ajuste.
El ministro de Salud de la Nación, Mario Lugones (La Libertad Avanza), aseguró en un posteo en la red social X que “en el año y medio que llevamos de gestión el presupuesto del Garrahan aumentó un 274%, es decir, 124 puntos por encima de la inflación”.
Además, hay un hecho que desmonta por completo el argumento de Lugones: el propio presupuesto del Ministerio de Salud nacional fue recortado en un 24% en términos reales en los primeros seis meses del año, según datos de la Oficina de Presupuesto del Congreso. La excusa de la “herencia recibida” ya no se sostiene, y menos aún cuando se trata de hospitales que dependen directamente del Estado nacional y que prestan servicios esenciales a miles de niños y niñas de todo el país.
Lugones juega un papel incómodo. Como presidente del Consejo de Administración del Garrahan, debería defender al hospital frente al ajuste. Pero ha optado por convertirse en un vocero de la mentira oficial, eligiendo el camino del alineamiento político por encima de las necesidades concretas del sistema sanitario. Su discurso no solo traiciona la misión de la institución que representa, sino que deja a los trabajadores de la salud en una posición de vulnerabilidad, al relativizar sus reclamos y negar el vaciamiento progresivo que enfrentan.
No es la primera vez que el gobierno de Javier Milei apela a este tipo de manipulaciones. Ya lo hizo con las universidades, acusándolas de tener fondos ocultos mientras recortaba el presupuesto al límite de la parálisis. Ya lo hizo con los comedores, cerrando programas de asistencia bajo el argumento de “eliminar intermediarios”, cuando en realidad eliminó la comida. Y ahora lo hace con los hospitales, presentando un relato contable que oculta la catástrofe humana detrás de los números.
La lógica es siempre la misma: presentar supuestas mejoras nominales que no resisten el menor análisis en términos reales, utilizar a funcionarios funcionales al relato como Lugones para sostener esas mentiras, y atacar a quienes se atreven a denunciar el ajuste como si fueran parte de una conspiración política o “kirchnerista”. Es una estrategia de desinformación calculada, que busca debilitar la resistencia social al ajuste brutal que está ejecutando el gobierno nacional.
Resulta obsceno que en un país donde el 60% de los niños es pobre, donde las guardias colapsan por falta de recursos y donde las familias recorren kilómetros para conseguir un turno en un hospital público, el presidente del Consejo de Administración del Garrahan se preste al juego de la propaganda oficial. Más aún, cuando el propio personal médico denuncia que trabajan al límite, con insumos que no llegan, con salarios que pierden poder adquisitivo mes a mes, y con una incertidumbre constante sobre el futuro del hospital.
La salud pública, como la educación, es uno de los pilares que sostienen la idea de un país más justo. Y lo que está ocurriendo bajo el gobierno de Milei no es otra cosa que un desmantelamiento sistemático de ese modelo. La mentira de Mario Lugones no es un error aislado. Es una muestra más de cómo el gobierno construye su relato sobre ruinas que él mismo provoca. Pero los números reales, las guardias vacías, los quirófanos desabastecidos y los médicos que no dan abasto, dicen otra cosa. Y es hora de que se escuchen.






















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