Doble vara mediática: Instalar sospechas sobre el peronismo encubriendo el vaciamiento institucional y democrático del mileísmo

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En su reciente columna, Joaquín Morales Solá intenta desacreditar al peronismo utilizando el cierre de listas bonaerense como excusa. Sin embargo, su análisis omite las maniobras más graves del oficialismo libertario, el vaciamiento de las formas republicanas, la instrumentalización del Estado y la instalación de un régimen autoritario liderado por los hermanos Milei. Este texto es una lectura crítica de su nota, desde una mirada nacional, popular y profundamente democrática.

La pluma de Joaquín Morales Solá, siempre atenta a detectar “anomalías” dentro del campo nacional y popular, vuelve a apuntar sus dardos contra el peronismo. Esta vez, con motivo del cierre de listas en la provincia de Buenos Aires. Su artículo, titulado con aires de novela de espías —Especuladores y trapecistas en la oscuridad—, pretende presentar el proceso electoral como un circo del que el peronismo sería el principal responsable, mientras barre bajo la alfombra los desmanejos, traiciones y oscuras maniobras del oficialismo libertario, al que casi no toca.

Desde la primera línea, Morales Solá apunta contra “el engorroso y sospechoso trámite del cierre de listas”, sugiriendo una especie de conspiración oscura liderada por el peronismo para sostener su unidad. Sin embargo, omite que esa “unidad” es, en tiempos de fragmentación y persecución judicial, una herramienta legítima de resistencia democrática. Mientras tanto, evita mencionar que el espacio de Javier Milei, el actual presidente, consolidó sus listas mediante imposiciones verticalistas, presiones, y el dedo de una hermana no electa que oficia de “copresidenta” en las sombras.

La “sospecha” como herramienta narrativa

El artículo insinúa que los cortes de luz en el Palacio Legislativo de La Plata sirvieron al peronismo para ganar tiempo y cerrar acuerdos. Aun cuando reconoce que la jueza Hilda Kogan —presidenta de la Suprema Corte bonaerense— goza de prestigio e independencia, igual deja flotando la “sospecha” como una mancha indeleble.

Lo curioso es que Morales Solá no aplica ese mismo celo al analizar la política nacional, donde las verdaderas anomalías democráticas se hacen evidentes. ¿Acaso no es más preocupante que un gobierno central esté dirigido por una figura carente de responsabilidad institucional, como Karina Milei, quien decide candidatos, alianzas y operaciones, mientras su hermano se limita a dar shows en redes sociales y a insultar adversarios?

Candidaturas testimoniales: doble vara y poca memoria

Morales Solá utiliza el argumento de las “candidaturas testimoniales” para atacar al kirchnerismo, aludiendo a una supuesta “estafa democrática”. Pero cuando menciona que Diego Valenzuela y Guillermo Montenegro —ambos aliados del oficialismo libertario— también son candidatos sin intención real de asumir, simplemente los exime con la ligereza de quien intenta equilibrar por obligación, no por convicción.

Este recurso no es nuevo en su narrativa: la crítica al kirchnerismo por practicar algo que, en realidad, es una constante en todas las fuerzas políticas, pero que sólo es “escándalo” cuando lo hacen los sectores populares. Morales Solá jamás calificó como “desvergonzada” la lista de Patricia Bullrich en 2021, que incluyó a figuras que tampoco asumieron los cargos para los que se postularon.

El “garrochismo” no nació con el peronismo

Otra línea discursiva del artículo ataca a los “saltos de garrocha”, práctica que, según el autor, “erosiona la democracia”. Sin embargo, olvida que los principales garrochistas del presente no están en el peronismo, sino en la constelación conservadora que orbita en torno a Javier Milei: desde Cristian Ritondo, que dejó atrás su larretismo para abrazar el verticalismo de Karina Milei, hasta los intendentes amarillos que se camuflan de libertarios según la dirección del viento.

El salto ideológico más grotesco es, sin dudas, el del propio presidente: un hombre que hace apenas cuatro años tildaba a la casta política de “parásitos” y ahora gobierna gracias a un rejunte de esa misma casta, incluyendo lo más rancio del menemismo reciclado.

Una diarquía sin legitimidad democrática

Morales Solá apenas menciona, con tono resignado, que el país está gobernado por una “diarquía de hierro” compuesta por Javier y Karina Milei. Lo trata como un dato curioso, no como lo que realmente es: un hecho profundamente antidemocrático. Karina Milei no fue electa, no rinde cuentas a nadie, no está sujeta a control legislativo alguno. Sin embargo, maneja el poder con un nivel de intransigencia que hace palidecer cualquier interna peronista.

La lapicera, nos dice Morales Solá, la tiene Karina. No le preocupa. Si esa misma lapicera la tuviera una dirigente del movimiento nacional y popular, hablaría de “autoritarismo chavista”.

La verdadera oscuridad

La oscuridad no está en los cortes de luz ni en los pasillos del Senado bonaerense. La verdadera oscuridad está en la naturalización del gobierno de facto dentro de un régimen formalmente democrático, donde el Congreso es ninguneado, el periodismo es perseguido o comprado, la oposición es difamada y el pueblo es castigado con una política económica que destruye el tejido social en nombre de una supuesta “libertad”.

Morales Solá quiere hacer creer que el mayor problema de la democracia argentina es que el peronismo se une en una lista. Mientras tanto, calla ante la demolición institucional impulsada por un presidente que gobierna con decretos, vetos y caprichos, bajo el paraguas ideológico de un liberalismo rústico, excluyente y profundamente reaccionario.

Para finalizar digamos que el artículo de Morales Solá no es más que un capítulo más en su cruzada personal contra el peronismo. En vez de señalar los verdaderos peligros que acechan a la democracia argentina —la concentración de poder en manos no electas, el vaciamiento del Estado, la persecución ideológica, el odio como narrativa oficial—, se entretiene sembrando sospechas y reciclando viejas acusaciones.

En tiempos donde el pueblo sufre, donde se recortan derechos y se instala una política del desprecio, lo que necesitamos no es más cinismo editorial, sino una prensa comprometida con la verdad, la justicia social y la defensa de la soberanía popular. Y en esa tarea, Morales Solá ha elegido, una vez más, el lado equivocado de la historia.

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