Mientras los grandes medios reproducen en cadena la condena judicial contra Cristina Fernández de Kirchner, desde abajo y con la potencia de siempre, la militancia peronista volvió a ocupar las calles y las redes sociales. Lo que muchos quieren instalar como el final político de la dos veces presidenta, la base lo está transformando en una nueva causa nacional.
De la bronca a la acción
Apenas se conoció la ratificación del fallo en la “Causa Vialidad” —que la condena a seis años de prisión e inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos— comenzaron las reacciones. No fueron tibias. No fueron aisladas. Fueron miles en todo el país quienes entendieron que esto no es una sentencia judicial: es una proscripción.
En Constitución, la casa de Cristina se volvió nuevamente un epicentro político. Cientos de personas se acercaron en vigilia. Muchos pasaron la noche. Jóvenes con bombos, jubiladas con carteles, trabajadores con banderas. En las pancartas se leía “Todos con Cristina”, “No a la proscripción”, “Defenderla es defendernos”.
El eco se multiplicó rápidamente. Córdoba, Rosario, Tandil, Tucumán, Salta, La Plata: en cada rincón del país se replicó el mismo mensaje. La CGT regional, la CTA, la UTEP, sindicatos de base, centros de estudiantes y agrupaciones barriales organizaron concentraciones, actos y marchas con una consigna clara: “Con proscripción no hay democracia”.
Las redes, una plaza digital movilizada
Lo que pasa en la calle encuentra su espejo en las redes. El hashtag #TodosConCristina escaló rápidamente entre las tendencias nacionales. En TikTok, jóvenes militantes subieron videos invitando a la vigilia frente a su domicilio. En Instagram, se difundieron convocatorias con estética peronista y clima de resistencia. En Twitter, el repudio al fallo se combinó con análisis jurídicos, denuncias de lawfare y llamados a no ceder ni un centímetro frente al intento de excluirla de la arena política.
Hay una convicción extendida: Cristina no está sola. Y la historia no se borra con sentencias judiciales redactadas a medida del poder económico y sus operadores togados.
Los sindicatos, en alerta
La Asociación Bancaria, la UOM, ATE y otros gremios ya advirtieron que si se intenta detener a Cristina o impedir su participación política, se podría convocar a un paro nacional. No es una amenaza vacía: hay estructuras en pie, capacidad de movilización y un enojo acumulado que está tocando un punto de ebullición.
“La proscripción no se negocia, se enfrenta y se rompe”, fue la consigna que más se escuchó en la marcha de Tandil, acompañada por un documento firmado por decenas de agrupaciones. La misma frase apareció en volantes, banderas y publicaciones virales en redes sociales.
¿Qué está pasando en realidad?
Lo que está ocurriendo no es una reacción espontánea ni una efusión emocional. Es una respuesta política organizada frente a una ofensiva judicial que busca desarticular la figura más influyente del peronismo en las últimas dos décadas.
Pero también es un mensaje claro hacia dentro del movimiento: Cristina sigue siendo el faro, incluso cuando el sistema judicial —aplaudido por los sectores más reaccionarios del país— la quiere silenciar. La imagen que se proyecta en estas horas es potente: ella como proscripta, el pueblo como escudo. Ella como blanco de la casta, el pueblo como resistencia.
Un dato no menor
La reacción popular ante la condena vuelve a poner sobre la mesa algo que algunos daban por terminado: el peronismo de base sigue vivo, activo y dispuesto a luchar. No por nostalgia, sino porque entiende que sin Cristina no hay representación real de los intereses populares.
La movilización en su defensa no es un acto de culto, es una defensa concreta de una historia política que garantizó derechos, salarios dignos, inclusión social y soberanía nacional. Lo que está en juego no es solo su futuro político, sino el de millones que saben que cuando Cristina estuvo en el poder, la vida fue mejor.
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