Roberto Navarro en su editorial de El Destape desnuda el brutal drenaje de dólares y la ficción discursiva del gobierno de Javier Milei, mientras la tensión económica escala, los fondos de inversión huyen y la soberanía energética tambalea.
“Todos corren para llevarse los dólares.” Con esa frase contundente, Roberto Navarro clavó el cuchillo sobre la herida abierta que supura hoy la economía argentina. No hay metáfora posible para suavizar el panorama que pintó en su editorial de El Destape. Porque no se trata de volatilidad pasajera ni de un simple “ruido de mercado”, como pretenden hacernos creer desde los atriles oficiales. Se trata, lisa y llanamente, de una nueva corrida silenciosa, de esas que empiezan despacito, con el murmullo de algunos millones de dólares, y terminan –si nadie las frena– en un estruendo capaz de derrumbar gobiernos. Y, aunque el ministro Luis Caputo se disfrace de bombero zen, diciendo que todo está en orden mientras las llamas suben por las paredes, los datos gritan lo contrario. Porque no es rumor ni especulación: sólo en mayo, según reveló Rodrigo Núñez en El Destape, las personas formaron activos en dólares por 3.480 millones. Un agujero negro de divisas que chupa el presente y el futuro.
¿De dónde sale semejante cifra? De la gente, de los ahorristas, de los empresarios, de fondos de inversión como Finco, que según Hernán Letcher levantó campamento y se llevó 1.647 millones de dólares. Navarro lo recuerda con crudeza: ya vivimos este déjà vu cuando, durante la gestión de Macri, la plata del Fondo Monetario Internacional vino a calmar la sed de dólares del mercado… y terminó evaporada en las nubes de la fuga. Y ahora, otra vez, la película parece proyectarse cuadro por cuadro. Dólar que estaba en 1.090 pesos hace un mes y medio, ya orilla los 1.235 y sigue subiendo de a poquito, como quien no quiere la cosa. Un 1% diario, un 1,5% cada tanto. Parece “poco”, pero en un mes se convierte en una estampida del 30%. ¿Y Milei? Distraído. O, peor aún, cómplice de una narrativa que su ministro de Economía se encarga de repetir como si se tratara de un sketch absurdo.
Navarro lo expone sin anestesia: mientras la fuga devora reservas, Caputo se despacha con dislates que harían sonrojar a un estudiante de economía de primer año. Cuenta el caso de “Chembo”, el hombre que debe vender los pocos dólares que ahorró bajo Cristina Fernández de Kirchner para pagar el alquiler y no quedar en la calle, mientras “Federico” los compra para irse de viaje a Europa. Una transacción entre privados, dice el ministro, como si eso bastara para tapar el drama social que subyace. Porque el que vende sus dólares no lo hace porque se le da la gana, sino porque no llega a fin de mes, porque Milei pulverizó el poder adquisitivo, porque la inflación lo ahorca y lo obliga a rifar sus últimos billetes verdes. Y mientras “Chembo” vacía el chanchito, “Federico” arma las valijas.
¿De verdad ésa es la explicación oficial para la sangría de divisas? ¿Una anécdota doméstica para justificar el drenaje de reservas? Caputo no sólo ridiculiza la inteligencia de la audiencia, sino que actúa como si ignorara que el dólar en la Argentina no flota libremente. Navarro lo subraya: el Banco Central interviene todos los días para que el dólar no se dispare como un cohete. De hecho, se quemaron 2.000 millones de dólares en intervenciones para contener la cotización. ¿Dónde está, entonces, esa flotación perfecta que predica el gobierno? No existe. Es un mito, una pose discursiva. Porque si dejaran flotar el dólar de verdad, lo veríamos mucho más cerca de los 2.000 o 3.000 pesos que de los 1.235 actuales.
Pero Caputo insiste. Y para disimular la catástrofe, se la agarra con consultores y economistas que, según él, andan esparciendo el pánico y fundiendo empresas con sus pronósticos agoreros. Melconian, Redrado, Barzaji, aparecen en el discurso oficial como los villanos que, apenas prenden la cámara de TV y dicen “el dólar se va a 5.000”, logran que los empresarios cierren fábricas y despidan gente. Un disparate que Navarro se encarga de pulverizar: “Quebrar es quebrar”, dice. No se quiebra una empresa porque un consultor te diga algo en televisión. Se quiebra cuando perdiste plata, cuando el mercado interno se desploma, cuando no podés pagar sueldos ni impuestos. Esa es la realidad que Milei pretende maquillar con acusaciones delirantes.
Mientras tanto, la realidad golpea sin piedad. Las empresas se funden a ritmo récord. El dólar sube y el ajuste es bestial. Diego Genoud, citado por Navarro, lo explica en números escalofriantes: Milei reparte entre gobernadores un 35% menos que Macri y un 50% menos que el Frente de Todos. Y eso que la recaudación no cayó a la mitad. Es decir, el ajuste lo están haciendo las provincias… y, por rebote, lo estás pagando vos. Te falta salud, te falta seguridad, te faltan escuelas, te falta comida. Pero el relato libertario insiste en que todo es culpa de los gobiernos anteriores, del “gasto público”, de los “ñoquis”. Mientras tanto, las cajas se vacían y los dólares vuelan a paraísos fiscales.
Navarro no se queda en el dólar. Su editorial da el giro que conecta la tensión cambiaria con un tema aún más profundo: la soberanía. Y ahí aparece el caso YPF, donde Milei se mete de lleno en el lodazal. Tras el fallo judicial que obliga a pagar miles de millones por la expropiación de YPF, el presidente, en lugar de defender al Estado argentino, salió en redes sociales a echarle la culpa a Axel Kicillof y, peor aún, a reconocer que “los otros tienen razón.” Un papelón diplomático y político que, como bien advierte Navarro, será usado en la apelación por los fondos buitre para exigirle más plata al país. ¿Qué presidente en su sano juicio dice públicamente que su propio país tiene la culpa en un juicio de 16.000 millones de dólares? Milei lo hizo. Y lo hizo para ensayar otra estocada contra el Estado, para instalar la idea de que la expropiación fue un robo y que, en el fondo, la culpa es del peronismo.
Kicillof, en una conferencia, le contesta con datos. Muestra cómo Repsol, antes de la expropiación, había dejado de invertir, desplomando la producción de petróleo casi a la mitad. YPF pasó de una empresa desangrada a un gigante que hoy produce un 78% más de petróleo y un 18% más de gas que en la era Repsol. Fue el renacimiento de Vaca Muerta, que permitió pasar de un déficit energético monumental a un superávit. Esos dólares de Vaca Muerta son, dice Navarro, los mismos que Milei hoy despilfarra para sostener un dólar barato, con el que “7 millones de argentinos se van de vacaciones al exterior” o viajan en masa a los mundiales de fútbol. Esos dólares, que deberían servir para la industrialización y el desarrollo, están alimentando la fuga.
Navarro ve en la actitud de Milei algo más que ignorancia económica. Ve un patrón. Una voluntad de entregar recursos estratégicos, de quedar siempre del lado de los fondos buitres y nunca del lado de la soberanía nacional. Y lo que asusta es que, mientras el presidente repite mantras libertarios, la economía argentina se desangra. Las reservas vuelan, las empresas quiebran, la inflación no afloja y la política se encamina a un clima preelectoral cargado de incertidumbre.
Porque, como bien subraya Navarro, las encuestas pueden decir que Milei mantiene un 50% de intención de voto. Pero las urnas empiezan a mostrar otra cosa. En Santa Fe, en Formosa, el oficialismo libertario no figura. El peronismo retiene territorios clave y el mileísmo se desinfla. La realidad, tarde o temprano, se impone sobre el relato.
Por eso Navarro cierra su editorial con una advertencia que no es para ponerle dramatismo barato, sino porque la historia argentina es maestra en repeticiones. Hoy, dice, estamos viendo el mismo guion de fuga de capitales, de intervenciones desesperadas del Banco Central, de ministros que niegan la realidad mientras los dólares se escapan por debajo de la puerta. “Te estamos avisando –repite Navarro–, se están llevando los dólares.” Y esta vez, el final podría ser tan dramático como siempre… o incluso peor, porque el presidente en funciones parece decidido a prenderle fuego a lo poco que queda de soberanía.
Si algo deja claro Navarro, es que esta película ya la vimos. Y sabemos cómo termina. Y, mientras todos corren a llevarse los dólares, la Argentina se queda cada día un poco más sola.
Fuente:
- TODOS CORREN PARA LLEVARSE LOS DÓLARES | Editorial de Roberto Navarro: https://www.youtube.com/watch?v=Rx80xl83ypQ




















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