Una vez más, el debate sobre la Educación Sexual Integral (ESI) regresa a la agenda pública, azuzado por artículos como el publicado por Claudia Peiro en Infobae, donde se insiste en demonizar esta política pública clave bajo el argumento del “adoctrinamiento ideológico”. Peiro, en su texto, vuelve a colocar a la ESI en el banquillo de los acusados, esgrimiendo temores que, más que fundados en evidencias, parecen anclados en prejuicios y en una visión moralizante de la sexualidad y de la educación.
Resulta necesario, frente a discursos como estos, volver a lo básico: la ESI es un derecho consagrado en la ley 26.150, sancionada en 2006 con apoyo casi unánime en el Congreso. Su objetivo no es imponer una “ideología”, sino garantizar el acceso de niños, niñas y adolescentes a conocimientos científicos, actualizados y respetuosos de sus derechos. Hablar de cuerpos, de consentimiento, de emociones, de métodos anticonceptivos o de diversidad sexual no es adoctrinar: es enseñar para prevenir abusos, embarazos no deseados, infecciones de transmisión sexual y para formar ciudadanos y ciudadanas libres, capaces de decidir sobre su vida y su salud.
En su artículo, Peiro sostiene que la ESI busca “adoctrinar” en ideología de género y vulnera el derecho de los padres a educar a sus hijos. Sin embargo, este argumento omite que los derechos de niños y adolescentes no pueden ser restringidos por creencias particulares de los adultos. La Corte Suprema ha dejado claro en varios fallos que los derechos de los niños están por encima de las convicciones religiosas o morales de sus familias cuando está en juego su bienestar, su salud o su integridad.
Negarles educación sexual integral es dejarlos en la ignorancia y, por ende, en mayor vulnerabilidad. Esa es la verdadera ideología peligrosa: la que prefiere mantener a la infancia y la adolescencia en la desinformación, aunque eso los exponga a violencia sexual, a explotación o a maternidades y paternidades forzadas.
Peiro, como otros sectores conservadores, intenta instalar la idea de que la ESI “sexualiza” precozmente a niños y niñas. Nada más alejado de la realidad. Los contenidos de la ESI son progresivos y adecuados a la edad. A un niño de inicial no se le habla de sexualidad explícita, sino de respeto por el propio cuerpo, de diferenciar entre caricias buenas y malas, de pedir ayuda si alguien lo incomoda. Esa información salva vidas. Las estadísticas lo prueban: en los lugares donde se aplica la ESI con seriedad, bajan los casos de abuso sexual infantil y los embarazos adolescentes.
Además, la ESI es una herramienta para construir sociedades más justas. No sólo aborda la sexualidad desde lo biológico, sino que promueve el respeto por las diferencias, la igualdad de género y la prevención de la violencia. En un país como Argentina, donde cada día se denuncian casos de abuso sexual infantil y donde cada 24 horas hay una víctima de femicidio, renunciar a la ESI sería una irresponsabilidad ética y política.
Por supuesto, siempre se puede y se debe discutir cómo se implementa la ESI, con qué materiales, con qué capacitaciones docentes. Pero de ahí a querer eliminarla o tildarla de “adoctrinamiento” hay un abismo. Lo que está en juego es el derecho de millones de chicos y chicas a crecer informados, a vivir una sexualidad sana y libre de violencias.
El artículo de Claudia Peiro no es simplemente una opinión: es parte de una ofensiva cultural que busca retrotraer conquistas sociales fundamentales. Y no podemos ser ingenuos: detrás de estas posturas se esconde una visión que pretende reinstalar mandatos de silencio, culpa y miedo sobre todo lo vinculado a la sexualidad.
Defender la ESI no es adoctrinar. Es defender derechos. Es proteger infancias y adolescencias. Y es, sobre todo, apostar a una sociedad más libre, más justa y menos violenta.
¡Por supuesto! Aquí tenés una nota en el mismo tono crítico, centrada en cuestionar la agrupación “Padres Unidos contra la ideología de género en la ESI”, defendiendo la ESI como política pública y derecho de niños, niñas y adolescentes.
Padres Unidos contra la ESI: Cuando la desinformación se convierte en amenaza para los derechos de la infancia
En los últimos años, se ha consolidado en la Argentina y en otros países de la región un movimiento que, bajo nombres como “Padres Unidos contra la ideología de género en la ESI”, pretende erigirse en guardián de la moral familiar. A primera vista, sus consignas podrían sonar razonables: “defender a los hijos”, “proteger la inocencia”, “respetar la autoridad de los padres”. Pero detrás de esos lemas se esconde algo mucho más preocupante: la intención de vaciar de contenido una política pública fundamental como la Educación Sexual Integral (ESI) y retrotraer conquistas sociales que costaron décadas.
Esta agrupación, que suele tener fuerte presencia en redes sociales y espacios de debate público, denuncia que la ESI es “adoctrinamiento” y “sexualización temprana”. Insisten en que el Estado invade un terreno que, según ellos, corresponde exclusivamente a la familia. Pero esta mirada no solo es profundamente parcial: es peligrosa. Porque omite que la ESI no es un capricho ideológico ni un plan secreto para moldear conciencias, sino un derecho consagrado en la Ley 26.150, fruto de amplios consensos democráticos, con el objetivo de garantizar que niños, niñas y adolescentes accedan a información científica, laica, actualizada y respetuosa de sus derechos.
¿De qué hablan exactamente estos “Padres Unidos”? De un enemigo difuso: la “ideología de género”. Un fantasma que, convenientemente, nunca definen con precisión. Bajo esa etiqueta, meten en la misma bolsa el respeto por la diversidad sexual, la educación en igualdad de género, el consentimiento, la prevención de abusos y el derecho de cada persona a vivir su identidad libremente. ¿Qué proponen como alternativa? Silencio. Ignorancia. Una “moral familiar” que, en demasiados casos, ha servido para encubrir abusos, violencia y discriminación.
Negar la ESI, o pretender recortarla para ajustarla a creencias personales, es condenar a la infancia y a la adolescencia a la desinformación. Y la desinformación mata. Las cifras son contundentes: donde se aplica ESI, bajan los embarazos adolescentes, disminuyen los casos de abuso sexual infantil y se generan entornos escolares más inclusivos y respetuosos. Pero nada de esto parece importarles a quienes agitan banderas celestes mientras repiten que “la ESI sexualiza a los chicos”. Lo que realmente los incomoda es que la ESI enseña a pensar, a cuestionar, a decir NO cuando algo incomoda, a pedir ayuda. Es decir: enseña autonomía y libertad.
Además, es un profundo error suponer que la ESI reemplaza la educación familiar. Al contrario: la complementa. Da herramientas para conversar en casa, para derribar tabúes y para que niños y adolescentes crezcan con información verdadera, no con mitos o silencios culpógenos.
La asociación Padres Unidos ha logrado instalar la idea de que hay un gigantesco complot estatal para adoctrinar a la niñez. En realidad, lo que parece haber es una batalla cultural, fogoneada por sectores conservadores que no toleran perder privilegios ni aceptar que vivimos en sociedades diversas. Buscan imponer una sola visión del mundo, negando que existen múltiples modos de ser, amar y vivir la sexualidad.
Por supuesto, se puede discutir cómo mejorar la implementación de la ESI. Hay docentes que necesitan más capacitación. Hay materiales que requieren actualización. Eso es legítimo y necesario. Pero de ahí a llamar “adoctrinamiento” a una ley que protege a la infancia de abusos, embarazos forzados y violencia, hay un abismo.
Defender la ESI es defender derechos humanos. Es defender el derecho de niñas, niños y adolescentes a crecer informados, libres y protegidos. Organizaciones como Padres Unidos, con sus discursos alarmistas y falaces, no solo desinforman: atentan contra ese derecho. Y frente a ese peligro, callarse no es una opción.
Fuente:
- https://www.infobae.com/sociedad/2025/07/06/padres-y-especialistas-advirtieron-sobre-los-contenidos-abusivos-de-la-esi-en-una-jornada-en-tigre/




















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