Escándalo en Tucumán: el influencer “Número 1” fue golpeado por el padre de una alumna tras comentarios desubicados en un evento escolar

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El episodio ocurrió en la Expo Futuro Alderetes 2025 y abrió un debate urgente sobre la protección de menores en actividades educativas, el rol de los influencers en espacios públicos y los límites de la exposición mediática.

La escena, como casi todo en la era de los virales, duró menos de un minuto pero alcanzó para disparar un terremoto en Tucumán. Nelson Godoy, más conocido como “El Número 1”, terminó en el centro de un escándalo durante la Expo Futuro Alderetes 2025, una feria educativa organizada por la Municipalidad de Alderetes en el Club Social y Deportivo Villa de Alderetes. Allí, en un contexto escolar donde estudiantes de distintas edades exhibían proyectos de orientación vocacional, ocurrió una secuencia que dejó a docentes, alumnos y familias paralizados: el influencer fue golpeado por el padre de una adolescente luego de que este lo acusara de hacer “comentarios desubicados” hacia su hija de 14 años.

Godoy, que saltó a la fama por sus publicidades absurdas, su estética estrambótica y su personaje mediático nacido de la mezcla entre autoparodia y exageración, estaba presente en la expo como figura invitada. Su estilo —camisa arremangada, chupines ajustados y el famoso rodete rubio— se volvió parte del folclore tucumano desde que comenzó a protagonizar campañas humorísticas y a promover su candidatura a concejal bajo el slogan delirante “No soy candidato, soy Él Candidato”. Pero detrás de esa fachada cómica, sus intervenciones públicas acumulan polémicas, especialmente por comentarios que muchos califican como inapropiados.

Según relataron testigos del evento, el cruce comenzó cuando Godoy se acercó al stand donde la joven realizaba su exposición. Lo que dijo exactamente no está registrado, pero el consenso de quienes presenciaron la escena es que se trató de expresiones fuera de lugar. La madre de la adolescente reaccionó primero, visiblemente incómoda, y segundos después irrumpió el padre, que no dudó en encararlo. La discusión escaló casi de inmediato y terminó en un ataque físico que quedó registrado en un video que se viralizó con velocidad.

En las imágenes se ve cómo el hombre le suelta el rodete a Godoy —casi una marca registrada en su personaje— y lo golpea repetidas veces mientras este intenta retroceder. La persecución continuó hasta otra sala del club, donde un parlante cayó sobre la cabeza del influencer, intensificando el caos. La secuencia se desarrolló a metros de alumnos de primaria y secundaria, docentes y autoridades municipales que quedaron petrificados ante lo que estaba pasando. El agresor fue detenido minutos después por la policía, mientras que Godoy recibió atención por lesiones leves.

La municipalidad, obligada por la magnitud del escándalo, difundió un comunicado lamentando los hechos y aclarando que el evento fue momentáneamente suspendido para garantizar la seguridad de los estudiantes. En redes sociales, la reacción fue tan inmediata como fragmentada. Para algunos, lo ocurrido fue una reacción desmedida y violenta del padre; para otros, una consecuencia de los comportamientos provocadores de Godoy, quien ya arrastraba un historial de comentarios polémicos. Cuentas como @elcancillercom calificaron el episodio directamente como “una paliza” producto de actitudes impropias del influencer, mientras que medios locales como @canal10tucuman1 lo catalogaron como un “escándalo en evento escolar”.

Pero el episodio va más allá de una pelea. El caso expone un problema mucho más profundo: la creciente presencia de influencers —construidos sobre la lógica de la provocación, la espontaneidad exagerada y la búsqueda constante de impacto— en espacios institucionales que requieren otros códigos, especialmente cuando involucran menores. La Expo Futuro Alderetes era un evento dedicado a la educación técnica y a la orientación vocacional, con la participación de alumnos de entre 12 y 18 años. La presencia de una figura mediática con antecedentes de conductas inapropiadas debería, al menos, encender señales de alerta.

El silencio de Godoy tras el incidente también suma interrogantes. Acostumbrado a capitalizar cada controversia para reforzar su personaje, esta vez no publicó videos, no ironizó sobre lo ocurrido, no intentó capitalizar el escándalo. Eso solo alimenta el debate sobre su responsabilidad y sobre los límites difusos entre el personaje grotesco que interpreta y la persona real que ocupa espacios públicos y se dirige a menores.

Mientras tanto, el video sigue girando por las redes, alimentando discusiones cruzadas. A un lado, quienes condenan tajantemente al padre por resolver con golpes lo que debía canalizarse institucionalmente. Del otro, quienes remarcan que la agresión fue consecuencia directa del comportamiento del influencer, y que el foco debe estar en proteger a los estudiantes.

La viralización deja una pregunta incómoda: ¿qué tan preparados estamos como sociedad para regular la convivencia entre la lógica performática de internet y los espacios donde participan adolescentes? La fama local, convertida en una especie de moneda social, puede chocar de frente con los códigos básicos de cuidado y respeto, especialmente cuando se mezclan egos, cámaras, jóvenes expuestos y adultos que se creen intocables.

De momento, lo único claro es que este no fue un incidente más. Fue un recordatorio brutal de que las instituciones educativas deben establecer protocolos claros sobre quiénes ingresan a actividades escolares y con qué criterios. Y también un aviso para quienes, como Godoy, creen que cualquier escenario es una extensión de su show personal.

Si en las próximas horas el influencer decide romper el silencio, el tema volverá a encenderse. Hasta entonces, la imagen del rodete desarmado y el golpe que lo dejó tambaleando seguirá circulando como símbolo involuntario de un límite que, por fin, alguien le marcó.

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