El Ministerio de Salud dejó de entregar medicación antirretroviral a pacientes con VIH, según denunció Fundación Huésped. La falta de provisión, que se remonta a marzo, afecta la continuidad de tratamientos imprescindibles y expone el rostro más cruel del ajuste: el abandono sistemático de los sectores más vulnerables.
No hay motosierra que no sangre. Mientras el relato oficialista intenta convencer al país de que el ajuste solo recae sobre una supuesta “casta”, las víctimas reales de las políticas del gobierno de Javier Milei comienzan a visibilizarse, no en los grandes titulares de la prensa cómplice, sino en las camas vacías, en las farmacias desabastecidas, en las vidas arrasadas por la inacción. El último golpe, tan brutal como silencioso, es la suspensión de la entrega de medicamentos a personas que viven con VIH. Y no se trata de una demora administrativa. Es una decisión política.
La denuncia fue hecha por la Fundación Huésped, una organización de enorme trayectoria en la lucha por el acceso universal a la salud. Lo que afirman es tan claro como estremecedor: desde marzo de este año, el Ministerio de Salud de la Nación dejó de entregar medicación antirretroviral. En un contexto donde la continuidad del tratamiento es clave para la supervivencia y la calidad de vida de las personas con VIH, la falta de entrega es más que una irregularidad: es una forma de violencia institucional.
¿Qué implica esto en términos reales? Que cientos, tal vez miles, de personas que dependen exclusivamente del Estado para recibir su tratamiento están hoy libradas a su suerte. Los fármacos que el gobierno se niega a distribuir no son opcionales, no son un lujo ni un capricho: son indispensables. Su falta significa, directamente, retroceder décadas en la lucha contra el VIH en Argentina. Significa que personas que lograron alcanzar una carga viral indetectable —y por lo tanto intransmisible— pueden volver a estar en riesgo, y a poner en riesgo a otros. Significa que el Estado, en nombre de una eficiencia fiscal criminal, está dejando morir.
La gravedad del asunto es tan evidente que ni siquiera requiere un esfuerzo interpretativo. Basta con repasar las declaraciones de Leandro Cahn, director ejecutivo de Fundación Huésped, quien señaló que la situación actual “pone en riesgo la continuidad de los tratamientos y la salud de las personas con VIH”. Además, Cahn advirtió que esta interrupción se da pese a que la Ley Nacional de Respuesta Integral al VIH, Hepatitis Virales, ITS y Tuberculosis —sancionada en 2022— garantiza el acceso gratuito, universal y equitativo a los medicamentos necesarios. Es decir, no solo hay negligencia, hay violación flagrante de una ley nacional.
Pero lo que resulta más desolador es el silencio. Porque desde el Ministerio de Salud no hay una sola explicación oficial. Ni un comunicado, ni una conferencia, ni siquiera una excusa. Solo la indiferencia brutal de quienes administran la vida de otros desde despachos blindados por la ideología del desprecio. Es ese mismo desprecio el que, en nombre de la libertad, decide que los cuerpos enfermos no valen el gasto, que los pobres no merecen curarse, que los invisibles pueden ser eliminados sin que el mercado lo note.
Y, sin embargo, esto no ocurre en un vacío. Es parte de un patrón. Desde que Javier Milei asumió la presidencia, el sistema público de salud ha sido blanco de recortes salvajes, degradaciones presupuestarias y despidos masivos. El relato de la “libertad” ha resultado ser, en los hechos, una coartada para desmantelar políticas públicas esenciales, profundizando la desigualdad y eliminando derechos adquiridos. La salud, lejos de ser entendida como una inversión estratégica o un derecho humano, es tratada como una carga a reducir.
No es la primera vez que el Estado nacional juega con la vida de las personas que viven con VIH, pero sí es la primera vez en mucho tiempo que lo hace con tal nivel de cinismo y deshumanización. El acceso a tratamientos antirretrovirales había sido, durante las últimas dos décadas, uno de los logros más significativos del sistema sanitario argentino. Incluso en contextos económicos adversos, el país supo sostener una política activa de distribución gratuita, lo que permitió reducir drásticamente la mortalidad y mejorar la calidad de vida de miles de personas. Hoy, esa conquista peligra seriamente.
Y no solo peligra por la falta de entrega. También por el mensaje que se transmite desde el poder: que hay vidas que no importan. Que quienes padecen enfermedades crónicas deben arreglárselas por su cuenta. Que la salud pública es un privilegio, y no un derecho. Es un discurso letal que permea todas las decisiones de este gobierno, desde la desfinanciación de hospitales y programas de prevención, hasta el recorte a las partidas de vacunas o la parálisis de campañas de concientización. La motosierra no distingue, pero siempre cae del mismo lado: sobre los más vulnerables.
Mientras tanto, las organizaciones de la sociedad civil, como Fundación Huésped, deben salir a suplir lo que el Estado abandona. Pero sus recursos son limitados. Su compromiso, incuestionable. Su advertencia, urgente. Porque esto no es una catástrofe natural. Es una catástrofe planificada, ejecutada con frialdad burocrática, justificada con una retórica neoliberal que equipara eficiencia con exterminio.
¿Qué hace falta para que se escuche? ¿Una epidemia descontrolada? ¿Una ola de muertes evitables? ¿Una demanda internacional por violaciones a los derechos humanos? La historia está llena de gobiernos que, en su arrogancia, creyeron que podían ignorar las consecuencias de sus actos. Pero siempre hay un punto de quiebre. Y el quiebre, esta vez, puede venir desde abajo, desde los colectivos que se niegan a morir en silencio, desde quienes entienden que la salud no se negocia, desde quienes aún creen que la vida vale más que el ajuste.
En la Argentina de Milei, donde el desmantelamiento del Estado se celebra como una victoria, las personas con VIH vuelven a ser víctimas de la desidia. La diferencia es que hoy, más que nunca, sabemos que esa desidia es un crimen con firma presidencial.
Fuente:
https://www.infonews.com/fundacion-huesped-faltante-medicacion-vih.html




















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