El uruguayo Pablo Laurta, vinculado al movimiento “Varones Unidos” y organizador de actos antifeministas en los que participó Agustín Laje, fue detenido en Gualeguaychú tras asesinar a su expareja y a su exsuegra en Córdoba y huir con su hijo de cinco años. Su caso expone la violencia estructural que alimentan los discursos misóginos en nombre de una supuesta “defensa de los hombres”.
El domingo 12 de octubre de 2025, un operativo conjunto de las policías de Córdoba y Entre Ríos puso fin a una de las búsquedas más intensas de los últimos años: Pablo Laurta, ciudadano uruguayo, fue detenido en el Hotel Berlín de Gualeguaychú, cuando intentaba cruzar el río Uruguay con su hijo de cinco años tras haber asesinado brutalmente a su expareja, Luna Giardina, y a su exsuegra, Mariel Zamudio, en una vivienda del barrio Villa Cabrera, en Córdoba capital. El niño, Pedro Teodoro Rodríguez Laurta, fue rescatado sano y salvo.
La captura de Laurta no sólo cerró un caso policial, sino que abrió una grieta política y cultural: el principal sospechoso del doble femicidio no era un desconocido. Era un referente de los grupos antifeministas del Río de la Plata, promotor del colectivo “Varones Unidos”, y presentador ocasional en actos y conferencias donde se atacaba al feminismo y se reivindicaba una supuesta “crisis de la masculinidad”. En 2018 había organizado un evento en Montevideo con la presencia de Agustín Laje y Nicolás Márquez, donde se difundieron consignas contra la educación sexual integral y los derechos de las mujeres.
Según la prensa uruguaya, Laurta era un militante activo del discurso antifeminista, con presencia constante en redes sociales y medios digitales. Desde el grupo “Varones Unidos”, creado en Uruguay, impulsó campañas contra las políticas de género y denunció lo que él llamaba “justicia feminista”, un supuesto sistema judicial que, en su visión, favorece a las mujeres en los conflictos de pareja. Su perfil en redes mezclaba consignas de victimización masculina, mensajes conspirativos y una narrativa sistemática de odio hacia el feminismo. En paralelo, acumulaba denuncias por violencia de género y antecedentes de conflictos judiciales con su ex pareja, a quien acusaba falsamente de “secuestrar” a su hijo.
Los portales uruguayos Montevideo.com.uy y El Patagónico confirmaron que Laurta llegó a exponer en el Palacio Legislativo de Montevideo como miembro de “Varones Unidos”, compartiendo mesa con figuras ultraconservadoras como la legisladora Elsa Capillera y el abogado Hoenir Sarthou. Su discurso se centraba en atacar las leyes de protección a las mujeres, el derecho al aborto y la educación con perspectiva de género. Era, en definitiva, parte del ecosistema ideológico que legitima la violencia machista desde el discurso público, amparado en la retórica de la “libertad de expresión”.
En las últimas horas, las redes sociales de Laurta y del colectivo “Varones Unidos” fueron eliminadas o puestas en modo privado. Sin embargo, decenas de capturas de pantalla revelan el tipo de contenido que difundían: mensajes que cuestionaban la existencia de femicidios, publicaciones que ridiculizaban las marchas del #NiUnaMenos, burlas hacia las víctimas de violencia de género y llamados a “recuperar el liderazgo masculino en la familia”. En ese marco, la detención de Laurta no aparece como un hecho aislado, sino como la consecuencia más trágica de un entramado de discursos que alimentan la impunidad simbólica del machismo.
La conexión de Laurta con el entorno de Agustín Laje fue confirmada por el canal C5N, que recordó que el ahora detenido fue organizador y presentador de un evento de 2018 donde participaron Laje y Nicolás Márquez, referentes de la corriente ultraconservadora autodenominada “antiprogresista”. Aunque Laje no se ha pronunciado sobre el caso, el vínculo expone la cercanía entre la prédica intelectual del antifeminismo y sus efectos concretos en la vida cotidiana: un movimiento que se dice “en defensa de los hombres”, pero que termina justificando o naturalizando la violencia contra las mujeres.
La detención de Laurta también deja al descubierto la expansión transnacional de estas redes antifeministas. “Varones Unidos” nació en Uruguay, pero desde hace años mantiene contactos con grupos libertarios argentinos, y participa activamente en debates públicos donde se promueve la eliminación de las políticas de género, la derogación de leyes de violencia familiar y la persecución de docentes y activistas feministas. Lo que antes se presentaba como un “movimiento cultural” terminó, en este caso, en un doble asesinato con tintes de odio de género.
Los medios uruguayos e internacionales coinciden en un punto: el caso de Pablo Laurta es una radiografía del extremo al que pueden llegar los discursos que deshumanizan a las mujeres. El supuesto defensor de los “derechos masculinos” terminó ejerciendo la máxima forma de dominio patriarcal: el femicidio. Y su militancia antifeminista, antes legitimada por sectores conservadores, hoy aparece desnuda ante la evidencia de su violencia.
Mientras tanto, el hijo de Laurta, de apenas cinco años, permanece bajo resguardo del Estado, víctima colateral de una tragedia anunciada. Su padre, que hacía campaña pública denunciando el “sesgo feminista” de la justicia, enfrenta ahora una causa penal por doble homicidio agravado por el vínculo y por mediar violencia de género. El mismo hombre que se proclamaba portavoz de la “lucha contra la ideología de género” será juzgado, precisamente, por ejercer la forma más brutal de esa ideología: el control y la aniquilación de la mujer como expresión de poder.
Pablo Laurta, el presentador de actos antifeministas y militante de “Varones Unidos”, se convirtió en el emblema de la violencia que predicaba. Su historia desbarata el mito del “antifeminismo racional” y demuestra que detrás del discurso de la “defensa de los hombres” se esconde, muchas veces, la justificación de la violencia más cruel.



















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