Valentina Bassi dejó sin palabras a Cristina Pérez y Pullaro: Con el caso discapacidad el gobierno “no querían transparencia, querían ajustar”

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En la mesa de Mirtha Legrand, la actriz Valentina Bassi protagonizó un momento televisivo que rompió con la hipocresía mediática: enfrentó con claridad y valentía el discurso oficialista sobre las auditorías a las pensiones por discapacidad. “No querían transparencia, querían ajustar”, dijo con firmeza, dejando sin argumentos a la periodista Cristina Pérez y exponiendo el verdadero rostro del ajuste libertario.

El programa de Mirtha Legrand, acostumbrado a los guiones predecibles y las sonrisas ensayadas, se transformó anoche en una escena inesperada de verdad televisiva. La actriz Valentina Bassi, con una serenidad que contrastó con la impostada neutralidad de sus interlocutores, le puso nombre al sufrimiento que atraviesa el país bajo el gobierno de Javier Milei. Su intervención fue una ráfaga de sentido común en medio de un show donde la propaganda suele reemplazar la información.

Todo comenzó cuando Cristina Pérez, periodista y conductora de Telefe, intentó justificar el recorte de pensiones por discapacidad y defender las “auditorías” realizadas por el Ministerio de Capital Humano. Con tono de falsa objetividad, afirmó que “hay muchas pensiones truchas”, repitiendo sin cuestionamiento la narrativa del oficialismo. Pero Valentina Bassi la frenó en seco con una claridad que desarmó toda la operación discursiva:

“Las auditorías fueron un desastre. Lo que querían no era transparencia, lo que querían era ajustar.”

La frase resonó en el estudio como una verdad imposible de esquivar. Frente a una Cristina Pérez que quedó sin reacción, Bassi puso en evidencia la falsedad de un relato que criminaliza la pobreza y convierte el derecho a la asistencia en sospecha permanente. Con pocas palabras, desnudó la lógica cruel del gobierno de Milei: un Estado que abandona, estigmatiza y ajusta, mientras los medios cómplices repiten slogans de “eficiencia”.

El momento más potente llegó cuando la actriz dijo una frase que se volvió viral en segundos:

“La discapacidad empobrece, y la pobreza es discapacitante.”

En ese instante, el discurso tecnocrático del mileísmo se derrumbó. Porque lo que Bassi expresó no fue sólo una crítica política, sino una radiografía social del país real: el que vive con miedo a perder la pensión, el que no llega a fin de mes, el que enfrenta el abandono con dignidad.

Mientras Cristina Pérez balbuceaba generalidades sobre “ordenar el gasto público”, la actriz la enfrentó desde un lugar ético y humano. Y no estuvo sola. A su lado, Gladys “La Bomba Tucumana”, otra invitada de la mesa, asentía con visible emoción, apoyando las palabras de Bassi y marcando un contraste con la frialdad de la periodista que, una vez más, actuó como vocera del poder.

La televisión argentina pocas veces muestra escenas como ésta. Porque lo que ocurrió en la mesa de Mirtha no fue un simple cruce de opiniones: fue la representación de dos modelos de país. De un lado, la actriz comprometida, que desde su lugar de visibilidad se anima a decir lo que millones callan por miedo. Del otro, una periodista que olvidó su deber de informar y eligió militar el ajuste.

Valentina Bassi habló con la autoridad de quien conoce la realidad que el gobierno pretende borrar de la agenda pública. En cada palabra, desarmó el discurso de “los vivos” que hablan de meritocracia mientras desmantelan políticas de inclusión. Su intervención fue una denuncia directa al corazón del modelo libertario, ese que convierte la miseria en estadística y la crueldad en programa de gobierno.

“Lo que querían era ajustar, no querían transparencia”, insistió, y el silencio en la mesa fue total. Ni Mirtha —acostumbrada a dominar las escenas— pudo amortiguar la incomodidad. Porque la verdad dicha sin maquillaje duele más que cualquier dato.

El contraste entre Bassi y Pérez fue brutal. Mientras la actriz defendía el derecho a la dignidad, la periodista recitaba frases hechas del mileísmo, confirmando lo que muchos ya sospechaban: que parte del periodismo argentino ha decidido ser correa de transmisión del poder económico y político, aún a costa de su credibilidad.

En redes sociales, el fragmento se viralizó rápidamente. Miles de usuarios celebraron el valor de Valentina Bassi, quien sin gritar ni faltar el respeto, logró desarmar con argumentos una de las mentiras más crueles del relato libertario: la idea de que los pobres y los discapacitados son “carga” o “privilegiados”.

Mientras tanto, Pullaro —invitado en la misma mesa— quedó también bajo la sombra de las palabras de Bassi. El gobernador de Santa Fe, que días atrás acompañó los superpoderes a Milei, encarna el rostro político de ese mismo ajuste que la actriz denunció con precisión: el de los dirigentes que se venden como “moderados” pero son funcionales a la exclusión.

Lo que Valentina Bassi hizo fue ponerle voz a los silenciados. Y lo hizo en el espacio menos pensado: el altar mediático del conservadurismo argentino. Su valentía recordó que no todos los artistas callan, que todavía hay quienes entienden su fama como responsabilidad social y no como comodidad.

La escena quedará como una de las más impactantes de la televisión reciente. Porque en medio del cinismo y la indiferencia, una mujer miró de frente al poder —mediático y político— y dijo lo que nadie se atrevía a decir: que este gobierno no busca transparencia, busca ajustar.

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