Luis Picat, Mariano Campero y Federico Tournier llegaron al Congreso por listas de Cambiemos o Juntos por el Cambio, pero ahora responden a Javier Milei. Su pase a La Libertad Avanza consolida una estrategia basada en la cooptación de tránsfugas para apuntalar la agenda presidencial.
Los tres diputados —dos radicales formados en estructuras históricas y un dirigente provincial del interior correntino— rompieron con los espacios que los llevaron a la banca para sumarse al oficialismo. Su salto, celebrado con euforia por Martín Menem y la cúpula de La Libertad Avanza, desnuda un clima político en el que las lealtades partidarias se evaporan y el Congreso se convierte en un tablero de fichas que Milei mueve para consolidar poder y blindar su programa de ajuste.
La política argentina atraviesa un momento extraño, casi grotesco, en el que las identidades partidarias se disuelven con la misma rapidez con la que el oficialismo captura voluntades. La reciente incorporación de Luis Picat, Mariano Campero y Federico Tournier al bloque de La Libertad Avanza es el ejemplo más nítido de esta dinámica que mezcla oportunismo, supervivencia y la sombra cada vez más larga del poder presidencial. No es casual que buena parte del electorado los señale con un calificativo que incomoda: traidores. Porque eso es lo que parecieran ser a los ojos de quienes los vieron asumir por Cambiemos o Juntos por el Cambio, sosteniendo banderas que abandonaron sin explicaciones profundas.
Los tres compartieron un punto de origen: llegaron al Congreso gracias a boletas opositoras al mileísmo, especialmente las lideradas por la Unión Cívica Radical o por coaliciones donde el radicalismo tenía un peso decisivo. Luis Picat aterrizó en Diputados por la lista de Cambiemos Córdoba en 2021; Mariano Campero lo hizo en 2023 por Juntos por el Cambio Tucumán, una estructura dura de la UCR; y Federico Tournier asumió en 2024 como reemplazo en la bancada radical dentro del frente ECO + Vamos Corrientes, una coalición que incluye al radicalismo correntino. No existe ninguna ambigüedad sobre quiénes eran y qué representaban cuando juraron sus cargos.
Y, sin embargo, ahora celebran públicamente su alineamiento con Javier Milei y son celebrados, con un tono casi festivo, por la cúpula de La Libertad Avanza. El mensaje que oficializó el pase lo dejó claro: “Bienvenidos @LuisPicat, @mariano_campero y @FedeTournier0 al bloque de La Libertad Avanza. Junto a @MenemMartin seguimos sumando leones para aprobar las leyes que @JMilei necesita. A partir de diciembre seremos el Congreso más reformista de la historia”. La frase es un compendio de todo lo que preocupa: la exhibición del pase como un trofeo, la normalización del transfuguismo y la construcción explícita de un Congreso disciplinado al Presidente, sin disenso real.
La palabra “traición” aparece entonces como una categoría política inevitable. Porque no estamos ante un debate ideológico profundo, ni ante una ruptura honesta con sus partidos de origen. Estamos frente a dirigentes que llegaron a la Cámara de Diputados gracias al voto de ciudadanos que apoyaron una identidad partidaria concreta —Cambiemos, Juntos por el Cambio, UCR— y que ahora se entregan al oficialismo que esos mismos votantes pretendían controlar o limitar. El pase de estos legisladores no fortalece la democracia: la debilita. Rompe el contrato tácito entre electores y representantes, un pacto básico según el cual un diputado debe responder a la plataforma con la que fue votado, no a la oportunidad coyuntural que le ofrece el poder.
Tampoco se trata de un fenómeno aislado. Desde las elecciones de octubre de 2025, cuando La Libertad Avanza obtuvo un resultado histórico —con un 40,66% nacional y un salto de 43 a 97 diputados— el mileísmo se lanzó a consolidar su aritmética parlamentaria con una táctica persistente: absorber radicales disidentes, provinciales sueltos y restos del PRO aliados a Patricia Bullrich. Los festeja, los exhibe, los eleva a la categoría de “leones”. Pero detrás de la épica libertaria se esconde una operación política más cruda: Milei está convirtiendo al Congreso en un organismo alineado verticalmente, donde la discusión democrática se reduce a la obediencia al Ejecutivo.
En este entramado, Luis Picat, un empresario cordobés con perfil técnico, que se había desafilado de la UCR en 2024 para explorar otros espacios, aparece hoy como un engranaje bien aceitado dentro del esquema mileísta. Su pase no sólo debilita aún más a un radicalismo cordobés que ya atraviesa una crisis interna profunda, sino que da señales de que el oficialismo avanza territorialmente sobre provincias que antes le eran esquivas.
Mariano Campero, por su parte, representa un caso todavía más evidente de ruptura. Fue expulsado de la UCR en mayo de 2025 por acompañar leyes clave de Milei. El radicalismo tucumano lo denunció por priorizar su juego personal antes que la plataforma partidaria. Ahora se abraza al mileísmo con naturalidad, como si no hubiera existido contradicción. Su pase consolida la narrativa oficialista de que el radicalismo “viejo” debe transformarse o desaparecer, pero también refleja un problema más profundo: la dirigencia opositora parece incapaz de contener a sus propios cuadros en un contexto de crisis económica y presión institucional.
El caso de Federico Tournier completa la ecuación. Corrientes es un bastión radical histórico, un territorio donde la UCR lidera desde hace décadas. El hecho de que un dirigente provincial electo por una coalición con fuerte presencia radical termine sumándose a La Libertad Avanza habla de un fenómeno que excede lo personal. Muestra cómo el mileísmo ha logrado convertirse en un polo de atracción incluso para actores con raíces locales firmes, que ven en el oficialismo una oportunidad de supervivencia política más inmediata que la fidelidad a la estructura que los formó.
La pregunta que subyace, inevitablemente, es: ¿a quién representan hoy Picat, Campero y Tournier? ¿A sus votantes o a Milei? ¿A los partidos que los llevaron al Congreso o al proyecto presidencial que promete reformas sin negociación y un Estado reducido a su mínima expresión? La idea de “traición” es incómoda, pero adquiere densidad cuando se observa que estos pases no fueron validados por las urnas ni por procesos internos transparentes. Son decisiones individuales que, en la práctica, modifican la voluntad electoral expresada en 2021, 2023 y 2024.
El problema institucional no es menor. La democracia representativa depende de que los ciudadanos sepan qué están votando. Pero si un diputado electo por la UCR termina jurando obediencia a Milei sin consultar a nadie, ¿qué queda del mandato ciudadano? El transfuguismo, en este contexto, no es sólo un gesto personal: es un mecanismo de distorsión de la representación. Y el oficialismo lo usa deliberadamente para construir mayorías artificiales, mientras celebra cada pase como un hito en la construcción del “Congreso más reformista de la historia”.
La narrativa épica que intenta instalar La Libertad Avanza —la de un movimiento que crece porque convence— no resiste el análisis. La mayoría de los pases provienen de partidos debilitados, fragmentados y golpeados por las consecuencias políticas y sociales del ajuste. No estamos ante un fenómeno ideológico, sino ante una reconfiguración de poder donde Milei ofrece centralidad y visibilidad, y muchos dirigentes aceptan por conveniencia. El costo institucional, sin embargo, es alto: la degradación de la representación democrática, la pérdida de credibilidad de los partidos y un Congreso que se vacía de debate para convertirse en una escribanía presidencial.
En este clima, la incorporación de Picat, Campero y Tournier es mucho más que una anécdota. Es un síntoma de un proceso más amplio en el cual Milei avanza, paso a paso, hacia un modelo político donde el disenso es un obstáculo y la lealtad personal se vuelve la moneda de cambio principal. Los tres diputados —radicales electos por boletas que prometían otra cosa— eligieron integrarse a ese esquema. Y la sociedad tiene derecho a llamarlos como los ve: traidores a la plataforma que los llevó al Congreso y a los votantes que confiaron en ellos.
Tres Traidores: Eran radicales, asumieron por Cambiemos pero se vendieron a Milei





















Deja una respuesta