¡Sin autocrítica! Sturzenegger celebra el ajuste de Milei mientras la crisis social se profundiza

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Lejos de la autocrítica real, Federico Sturzenegger eligió reforzar el relato oficial y destacar el superávit fiscal, la estabilidad macroeconómica y un supuesto “boom energético”. Sin embargo, sus declaraciones contrastan con la recesión, la inflación persistente y la pobreza que golpea cada vez más a los argentinos.

El viernes 19 de septiembre, en medio de un clima marcado por la inestabilidad financiera y el desconcierto político tras la derrota electoral en la provincia de Buenos Aires, Federico Sturzenegger decidió recurrir a su cuenta de X (ex Twitter) para publicar un extenso mensaje en defensa del gobierno de Javier Milei. El ministro de Desregulación y Transformación del Estado no eligió la conferencia de prensa ni la explicación cara a cara con la ciudadanía: prefirió el terreno cómodo de las redes sociales, donde pudo elaborar un relato cargado de cifras, comparaciones y proyecciones optimistas que distan mucho de la realidad cotidiana.

El inicio de su texto buscó mostrarse humano y cercano. Reconoció que la elección bonaerense había dejado al oficialismo “dolido y confundido”, que se cometieron “errores” y que incluso a ellos, los funcionarios, “les duele que las mejoras tarden en llegar”. Un recurso discursivo que intenta suavizar el impacto del ajuste, pero que resulta insuficiente frente a los hechos: salarios pulverizados, jubilaciones de miseria, miles de despidos en la administración pública y un dólar que no deja de presionar sobre los precios.

Lo central de su exposición fue la defensa del superávit fiscal. Con tono pedagógico, Sturzenegger recordó que el gobierno alcanzó un saldo positivo en apenas un mes y lo sostuvo a lo largo de toda la gestión. Lo presentó como un logro inédito, casi heroico, que equiparó con la idea de que “en los hogares también hay que tener las cuentas en orden”. Sin embargo, lo que omitió señalar es que ese superávit no surge de una mayor producción ni de un crecimiento económico genuino, sino de recortes drásticos: jubilaciones que aumentan por debajo de la inflación, recortes en salud y educación, paralización de obras públicas y transferencia del ajuste a las provincias y a los sectores más vulnerables.

El discurso del “orden fiscal” se transforma así en una excusa para justificar un ajuste brutal. Mientras en el gobierno celebran números fríos, millones de familias se ven obligadas a elegir entre pagar la boleta de luz o llenar la heladera. La inflación persiste y la recesión se profundiza, pero desde la Casa Rosada se insiste en vender una épica del sacrificio que, en los hechos, solo castiga a los que menos tienen.

En otro tramo de su mensaje, Sturzenegger destacó que el gobierno había logrado “estabilizar la economía sin afectar los derechos de propiedad, sin expropiaciones ni locuras”. La frase, que busca diferenciarse de administraciones anteriores, deja en evidencia la prioridad del modelo: garantizar la seguridad de los grandes capitales, mientras el ciudadano común se hunde en la precariedad. Los únicos “derechos” que se protegen con fervor son los de los grandes grupos económicos y las multinacionales, no los de los trabajadores que ven degradarse sus condiciones de vida.

El ministro también dedicó varios párrafos a lo que denominó el “boom energético”. Según sus palabras, el país estaría atravesando una ola de inversiones “colosales” que permitirán aumentar un 30% las exportaciones en los próximos años y, como consecuencia, una “reindustrialización” similar a la de Estados Unidos con el gas de Texas. En su relato, Argentina estaría a punto de convertirse en un imán para la industria mundial, con energía barata y ventajas competitivas “genuinas”.

Pero aquí se abre la grieta entre discurso y realidad. Mientras Sturzenegger promete un futuro de fábricas repletas y exportaciones récord, lo que se ve hoy es un entramado industrial destruido, con pymes cerrando sus puertas, caída en la producción automotriz y despidos en sectores clave. El “boom” parece más un slogan que un fenómeno tangible. La comparación con Estados Unidos o Chile, países con décadas de políticas estables y marcos regulatorios claros, suena más a un recurso de marketing que a un análisis serio de la economía argentina.

Incluso su referencia a la minería, donde reconoció que Chile exporta 50.000 millones de dólares anuales frente a los escasos 3.500 millones de Argentina, evidencia la distancia entre la retórica oficial y los números reales. Sturzenegger prefirió venderlo como una oportunidad en marcha, mencionando que con esas inversiones se reactivaría la infraestructura ferroviaria. Sin embargo, hoy lo que se observa es una parálisis de las obras y un desfinanciamiento crónico del transporte público.

Otro capítulo de su discurso estuvo dedicado a la pelea contra lo que definió como “kioskos y curros”. Con tono combativo, se jactó de haber eliminado 250.000 millones de pesos en supuestos beneficios ocultos en la paritaria de comercio. Lo que en su narrativa aparece como una lucha contra privilegios, en la práctica se traduce en un ataque directo a los trabajadores organizados y en una ofensiva antisindical que busca debilitar la defensa de los derechos laborales. La retórica contra la “casta” se convierte así en una justificación del ajuste, recortando conquistas históricas mientras se mantienen intocados los intereses del gran capital financiero.

En el tramo final, Sturzenegger intentó vestir al gobierno de un manto republicano. Aseguró que no cuentan con “operadores judiciales” y que existe una “verdadera división de poderes inédita en el mundo”. Una afirmación difícil de sostener cuando el oficialismo recurre de manera sistemática a decretos de necesidad y urgencia para esquivar el Congreso y cuando las medidas más relevantes se imponen sin consenso político ni social.

Su cierre fue casi un llamado a la épica, al señalar que el proyecto de Milei es “algo completamente distinto” y que “el rumbo depende de vos”. Una apelación a la ciudadanía que, más que inspirar, expone la fragilidad del relato oficial: si después de casi un año de gestión lo único que se puede exhibir son promesas de futuro y un superávit fiscal logrado con ajuste, entonces el balance es pobre y el horizonte incierto.

El extenso posteo de Sturzenegger refleja un oficialismo que se aferra a un relato triunfalista mientras el país atraviesa una de las peores crisis de las últimas décadas. Hablar de “logros increíbles” mientras la pobreza supera niveles históricos, la inflación licúa ingresos y la incertidumbre domina la vida cotidiana, no es solo un desfasaje comunicacional: es un insulto a la realidad que viven millones de argentinos.

La insistencia en presentar la política económica como un camino de éxito contrasta con la experiencia diaria de quienes no llegan a fin de mes, de los jubilados que eligen entre remedios o comida, de los estudiantes que ven a sus universidades ahogadas por la falta de presupuesto, de las familias que ajustan hasta en la leche de los chicos. En esa tensión entre discurso y realidad se juega la credibilidad del gobierno.

Lejos de reconocer que el ajuste está generando un daño social profundo, Sturzenegger eligió la comodidad del relato optimista. Un relato que, sin embargo, se resquebraja cada día frente a la dureza de los hechos. La Argentina de Milei y Sturzenegger no es la del “boom energético” ni la de la “industria competitiva”: es la de los comedores populares desbordados, la del consumo en caída libre y la de una sociedad que observa cómo el futuro prometido se convierte en un horizonte cada vez más incierto.

Fuente:

.https://noticiasargentinas.com/politica/sturzenegger-resalto–logros–del-gobierno–en-plena-crisis-cambiaria-y-politica_a68cdccd336e29ea40143c455

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